33 razones por las que escribo (II) | El Nuevo Siglo
Martes, 21 de Septiembre de 2021

De cuando en cuando, es necesario detenerse a recapacitar un poco acerca del oficio de escritor.
Al reflexionar sobre la tarea, podemos encontrarnos con incontables e insospechadas sorpresas que la reivindican, cuestionan o propulsan.
Esta es la segunda de las dos entregas sobre este ejercicio en el que un farol autocrítico nos ayuda a entender mejor lo que hacemos a diario.
21- Escribo para atraer una mirada, una sonrisa cómplice, una señal explosiva de desvergonzados afectos.  O una absolución pronunciada en las tinieblas, en las cavernas, en un oratorio vacío, que es como debe ser todo oratorio.
22- Escribo para no tener que leer todo aquello que nubla el pensamiento, que te abandona a merced del otro.  Porque solo escribiendo te liberas y, en cambio, leyendo, te sometes.
23- Para volver a creer, aspirar, urdir, entretejer; para plasmar con tintas delebles que todo aquello en lo que depositaste tu confianza, o tus afanes, merece el mismo tratamiento que les das a tus medallas.
24- Curar, remediar, consolar, redimir, ungir, evangelizar, confesar, y seguir desempeñando sin agobio esa función de sacerdote y penitente al mismo tiempo.
25- No ser leído.  Es decir, para pasar desapercibido.  Para que, lanzando mis letras a los cuatro vientos, nadie me lea, nadie termine de leer lo que escribo, nadie se tome la molestia de perturbarse con un verso, una escena, una elegía mía.
26- Enseñar, desenmascarar, desmantelar.  Hacer un hallazgo entre líneas, añejar un renglón y deleitar a un bebedor empedernido.
27- Escribo para antojar a otros. Para pervertirlos con el sagrado arte de la escritura pública y privada.  Pública: la que compartes en voz baja con tu amada, antes de tiempo; privada: la que pones bajo llave para que nadie nunca lea.
28- Vivir un poco más, sobre todo si tenemos sempiterna conciencia adolescente.
29- Sonrojarme, a mí, que tanto me cuesta.  O para sentir un poco de pudor, yo, que lo despilfarré hace mucho.  O para pedir perdón, ya que a nadie lo he pedido y, mucho menos, concedido.
30- Para pasar, matar el tiempo y sentir así lo que es matar, en atención a que no he matado nunca, aunque ganas no han faltado.
31- Para medir distancias, para saber, a ciencia cierta, qué tan cerca o lejos estoy de aquella aberración, de aquella distorsión, de aquella bendición que pocos me han dado y que de casi nadie he recibido.
32- Ensimismarme, embeberme, enfrascarme y navegar entre los acertijos de mi naturaleza profunda a ver si no palidecen las luces al final del túnel, o si dejo de vivir años funestos que, en verdad, son jubileos.
33- En resumen, escribo para que dentro de cien, doscientos, o mil años, alguien descubra que en este mundo existía algo llamado pasión ; algo llamado felicidad ; algo llamado hidalguía.
vicentetorrijos.com