Reto de la bioseguridad | El Nuevo Siglo
Martes, 22 de Septiembre de 2020

 

* El momento más delicado de la reapertura

* Riesgosa creencia de que lo grave ya pasó

 

Hoy se cumplen tres semanas del banderazo para la reactivación de una gran cantidad de nichos de productos, bienes y servicios que se encontraban restringidos desde marzo pasado, cuando comenzó la emergencia sanitaria por el Covid-19. Como se recuerda, el pasado 1 de septiembre el país pasó de la etapa del “aislamiento preventivo obligatorio” a la del “aislamiento preventivo selectivo”. Los reportes epidemiológicos evidencian que en muchas ciudades el índice de contagios y decesos ha venido descendiendo de forma sostenida, tras la llamada “meseta” de la enfermedad en julio y agosto, aunque en los últimos días se están prendiendo alarmas en algunas ciudades por un repunte en número de infectados y un menor volumen de recuperados. De hecho, los modelos sobre evolución de la pandemia señalan que, al igual que ha ocurrido en muchos países, se podría dar hacia octubre o noviembre un nuevo pico del virus en varias zonas del país.

Los análisis de las autoridades sanitarias continúan recalcando en que el plan de contingencia sigue dando buenos resultados en términos generales, así las interpretaciones sobre algunas estadísticas comparadas muestren que Colombia continúa avanzando en el top de países con mayor afectación en cuanto a personas contagiadas y fallecidas.

Acorde con la estrategia establecida desde el Gobierno nacional, la reactivación de muchos sectores que implican un mediano o alto grado de interacción de ciudadanos en los espacios públicos o fuera de casa depende de la evolución local de la pandemia y, por ende, son los alcaldes los encargados de determinar el ritmo más rápido o lento de este último tramo de retoma de actividades. En ese marco, en las últimas tres semanas los mandatarios municipales han ido dando luz verde en sus respectivas jurisdicciones a la reapertura del comercio al por mayor y al detal, la atención con servicio a la mesa en los restaurantes y ventas de comidas, los centros comerciales, servicios presenciales y de atención al público en entidades oficiales, las plazas de mercado y galerías populares, así como las sedes de cultos religiosos y lugares de peregrinación, servicios turísticos tradicionales, bares, discotecas, gimnasios, casinos, teatros, cines… Todo ello unido a una reactivación acelerada del transporte público terrestre urbano, intermunicipal e interdepartamental, así como del servicio aéreo comercial doméstico, en tanto que, precisamente ayer, empezaron a retomarse los vuelos internacionales. En suma, se está avanzando rápidamente -en menos de tres semanas- a un regreso a la normalidad y la cotidianidad prepandemia.

Obviamente cada una de esas actividades ha debido cumplir con una serie de requisitos de bioseguridad y prevención sanitaria, sin lo cual no podían recibir el respectivo aval. Controles de aforos y otros mecanismos para evitar aglomeraciones; estaciones y filtros de desinfección, lavado de manos, control de temperatura y vigilancia del correcto uso del tapabocas; sistemas para garantizar el distanciamiento social lo más posible; métodos de alerta temprana para la máxima protección a los adultos mayores y personas con comorbilidades que los ubiquen dentro de la población con más alto riesgo… En fin, un conjunto de protocolos muy especializados y puntuales que todas las personas que interactúen en esos espacios y labores deben cumplir inexorablemente.

Sin embargo, los expertos en salud pública y la mayor parte de los epidemiólogos sostienen que el mayor riesgo de un rebrote de casos de un virus infeccioso y de propagación exponencial se da, precisamente, al término de esa tercera o cuarta semana de reactivación productiva, económica y social ¿La razón? Está visto que en los primeros días de reapertura, tras largos periodos de cuarentena, la mayoría poblacional tiende a cumplir en un gran porcentaje los protocolos de bioseguridad. Sin embargo, con el pasar las semanas esos controles y precauciones, que tienen carácter de obligatorios y permanentes, comienzan poco a poco a relajarse y flexibilizarse de forma casi imperceptible. Las personas, si bien conviven con el virus, empiezan a confiarse en que lo peor ya pasó y que la prueba sería que las cuarentenas estrictas no han vuelto. Es allí, en esos momentos en que la guardia empieza a bajarse, que el virus encuentra un nuevo caldo de cultivo para volver a dispararse, tanto en contagios como en índice de letalidad.

Por lo mismo, es necesario que todos y cada uno de los colombianos entiendan que en estos momentos en que se avanza a pasos agigantados a retomar la normalidad es, precisamente, cuando el reto de la bioseguridad es mayor. No hay que confiarse ni relajar los protocolos. Nada más peligroso que dejarse llevar por una sensación de falsa seguridad o de menor nivel de riesgo. Por el contrario, es ahora cuando las alertas deben estar más encendidas y el autocuidado constituirse en una prioridad tan natural como obligatoria. No nos cansaremos de repetirlo: cuando cada quien se protege, lo hace igual con su familia y seres queridos, y, de paso, con todas las personas con que interactúa. Un desafío vital.