Las razones de la creciente tensión entre Grecia y Turquía | El Nuevo Siglo
El conflicto va más allá del tema puramente energético, desconocer otros factores solo contaría una parte de la historia.
Foto AFP
Domingo, 13 de Septiembre de 2020
Redacción internacional

Esta semana el presidente de Francia Emmanuel Macron dijo que Europa debía ser "dura" con el Gobierno del presidente turco Recep Tayyip Erdogan. El mandatario argumentó que barcos de esa nación han tenido algunos encuentros “inaceptables” con un barco de guerra francés, frente a la costa de Libia y aseguró que Turquía debería aclarar sus intenciones para evitar acciones unilaterales. Agregó que los acuerdos firmados entre Ankara y el Gobierno libio “eran inaceptables”.

Turquía calificó de "sesgadas" estas declaraciones y descalificó las supuestas amenazas de siete dirigentes del sur de Europa (Francia, Grecia, Italia, España, Malta y Portugal), que consideraban imponer sanciones por su política en el Mediterráneo.

Estas situaciones han aumentado las tensiones impulsadas por la rivalidad por los recursos energéticos y la agresiva exploración de gas que viene desarrollando Turquía desde el mes pasado, cuando desplegó su buque de exploración "Oruc Reis", respaldado por fragatas militares, en aguas de Grecia y Chipre, lo que llevó a Atenas a responder con ejercicios navales como advertencia y a que Francia ofreciera apoyo militar contra las agresiones turcas.

Aunque es claro que la situación es compleja, riesgosa y amenaza con exacerbar las disputas existentes en la región, la escalada que han tenido estos hechos plantea interrogantes como: las tensiones obedecen únicamente a una disputa por los recursos naturales; por qué otros países se han involucrado de manera tan decidida en el conflicto; y qué tan posible es que en la zona estalle una guerra.

Rivalidad regional

Si bien la exploración de gas es la causa inmediata del conflicto, las raíces del problema son mucho más profundas. Desde hace muchos años Grecia y Turquía han mantenido una rivalidad regional que ha tenido efectos en las relaciones con Libia, Egipto, Siria, el Líbano y Chipre.

Por otra parte las tensiones en el Mediterráneo Oriental han evidenciado un cambio en la geopolítica mundial producido por el declive del interés estratégico de la administración Trump en la zona, lo que queda demostrado al constatar que el mandatario de los Estados Unidos suspendió a Turquía del programa de venta de aviones de combate F-35, después de que ese país comprara misiles tierra-aire rusos y que no haya ejercido, hasta ahora, prácticamente ninguna presión real para poner fin al conflicto actual, por lo  que Alemania ha intentado mediar entre las dos naciones, hasta ahora con poco éxito.

Energía

Turquía y Grecia discrepan vehementemente sobre las reclamaciones sobre las reservas de gas natural en el Mediterráneo y la extensión de sus plataformas continentales.

Como se recordará desde hace décadas varios países de la región encontraron importantes yacimientos de petróleo y gas y han continuado explorando activamente en la zona para encontrar otros nuevos.

Este hecho ha generado rivalidades fronterizas que llevaron a que el año pasado Turquía firmara un acuerdo marítimo con el Gobierno de Acuerdo Nacional de Libia en virtud del cual se inició la exploración de gas en áreas que Grecia considera de su zona económica exclusiva.

Asimismo a principios de agosto de este año, Grecia y Egipto suscribieron, a su vez, un acuerdo de límites marítimos, que no fue bien recibido por Turquía, porque pretende hacer exploraciones en los límites allí acordados.

No deja de ser llamativa, sin embargo, la postura de confrontación turca, considerando que, de lograr la explotación de los recursos, tendría que negociar con esos mismos países la construcción de oleoductos o gasoductos para su distribución en los mercados europeos y su actitud actual puede dificultarle las cosas en el futuro.

Conflicto en Chipre

Chipre es la tercera isla más grande del Mediterráneo y alberga a 1,1 millones de habitantes. Como destaca el profesor George Christou la historia del territorio “se ha caracterizado por tensiones y conflictos debido a los intereses diametralmente opuestos de Grecia y los grecochipriotas por un lado, y de Turquía y los turcochipriotas por el otro”.

Históricamente, el conflicto de Chipre se ha reducido a etnonacionalismos en competencia entre las comunidades mencionadas. Estas diferencias se incrementaron tras su proceso de descolonización del imperio británico, en 1960, tras el cual se desató una inestabilidad política que llevaría a que las fuerzas turcas invaden la isla en respuesta a un golpe militar respaldado por Grecia en 1974 y desde entonces el país ha sido un motivo de disputa entre los dos vecinos.

A pesar de los múltiples esfuerzos diplomáticos y las esperanzas de que a medida que Turquía se acercara más a la membresía de la Unión Europea, el problema podría ser más fácil de resolver, la situación continúa siendo problemática. Y ahora, que no hay mayores perspectivas de que Turquía se una a la UE, las tensiones se han incrementado.

En la actualidad Turquía ejerce la soberanía sobre el norte ocupado de Chipre, con lo que logra ampliar su dominio territorial; sin embargo esta acción no es compartida por Grecia o la porción grecochipriota que consideran el hecho como una violación a acuerdos internaciones y a la soberanía del pueblo de Chipre que en su gran mayoría prefiere la cercanía del país heleno.

Nuevos amigos

Finalmente la postura estratégica de Turquía ha cambiado desde el final de la Guerra Fría y con la desaparición del estado incondicionalmente secular, ha adquirido un tono más islamista en su política que la ha alejado aún más de los Estados Unidos.

Ante esta situación el país ha entablado nuevas relaciones con países como Rusia e Irán y gracias a su, relativamente, buena situación económica, ha podido oponerse a actores regionales poderosos como Egipto y los Emiratos Árabes Unidos (EAU).

Asimismo ha apoyado decididamente al gobierno libio, mientras que los dos países mencionados, respaldan a las milicias orientales del general Khalifa Haftar.

Las diferencias sobre Libia también han agriado las relaciones entre Turquía y Francia. Como se recordará, no hace mucho tiempo, hubo un enfrentamiento naval en el que los buques de guerra turcos intervinieron para evitar que la Armada francesa interceptara un buque de carga que se pensaba transportaba armas frente a la costa libia.

En este contexto podría pensarse que la visita de Emmanuel Macron a Beirut no fue tan accidental como la explosión que devastó la capital libanesa. Él y los EAU se comprometieron a cofinanciar las reparaciones del puerto, adelantándose a la oferta de Turquía con lo que podrían buscar restarle importancia estratégica a favor de sus aliados.

Vistas así las cosas, el conflicto va más allá del tema puramente energético y son muchos otros los factores que generan situaciones de disputa. Un análisis que se centre en este único factor para explicar las tensiones en el Mediterráneo, solo contaría una parte de la historia.

Los hechos reflejan que hay tensiones diplomáticas profundamente arraigadas y en desarrollo que, combinadas, podrían estallar sin previo aviso. Es claro que si alguna vez una región necesitó una gestión de crisis, esa es la del Mediterráneo Oriental. Pero, pese a las buenas intenciones, las medidas tomadas por países como Alemania o Francia, que ya envió dos buques de guerra y dos aviones de ataque marítimo a Atenas, hasta ahora sólo han atizado la situación antes que apaciguarla.