¡De nuevo la Amazonía! | El Nuevo Siglo
Miércoles, 16 de Septiembre de 2020

Arden los bosques brasileños

* Tragedia en el humedal Pantanal

 

Quizás un poco asordinada por la irrupción de la pandemia, la comunidad internacional no le ha puesto la urgente y debida atención a los incendios devastadores de la selva amazónica brasilera de este año, como sí lo hizo en 2019. Pero lo cierto es que en el 2020 el daño causado por el fuego en una amplia porción de la selva del vecino país ha sido peor que el del año pasado. Y, lo más grave, es que muchos focos siguen ardiendo.

Los datos escuetos son aterradores: entre agosto de 2019 y el mismo mes de este año la deforestación ha aumentado 34% en el Brasil. El Pantanal, que es el humedal más grande del mundo, y cuyos linderos comparten ese país con Bolivia y Paraguay, ha estado especialmente golpeado por las extensas conflagraciones de capa vegetal y boscosa. Los incendios en este humedal (una de las joyas ambientales del planeta) se han incrementado en un 220% y  arrasado con el 10% de su superficie. Sin duda una tragedia ambiental de grandes proporciones. Según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) del Brasil, entre el 1 de enero de este año y el pasado 31 de agosto, se han detectado en la región amazónica 91.130 focos de llamas. La situación, en síntesis, está cerca de salirse de control, constituyéndose en una de las más graves emergencias ambientales que ha padecido el mundo en la última década.

Aunque la polémica internacional por los incendios amazónicos este año ha sido menos aguda que en 2019, los debates y las alertas no han dejado de manifestarse a nivel global. Gobiernos como el de Francia y Alemania siguen reclamando del presidente Jair Bolsonaro una actitud más firme frente a esta tragedia ambiental, que no solo es del Brasil sino del mundo entero. Lo más preocupante es que las pocas esperanzas se cifran con la posibilidad de que la Unión Europea pueda concluir un acuerdo de complementación comercial con Mercosur (grupo del que el Brasil es socio principal), el cual está condicionado a que se adoptan medidas más drásticas y contundentes contra el deterioro ambiental. Obviamente el principal objetivo es detener la destrucción de la selva amazónica, el nodo de biodiversidad natural más grande del planeta y el llamado “pulmón del mundo”.

Lo cierto es que los incendios son la expresión dramática y dolorosa de problemas mucho más profundos. El fuego estalla allí donde se ha deforestado. Y en Brasil se continúa arrasando con la selva amazónica para favorecer la ampliación de la ganadería extensiva o para correr la frontera agrícola con cultivos como el de la soya. Y detrás de esta cohorte de nuevos “bandeirantes” que depreda incontroladamente la riqueza amazónica, están los grandes latifundistas y los ganaderos, convertidos allí en los mayores enemigos de la salvaguarda ambiental. Así las cosas, no sería sorprendente que en los próximos meses -de seguir las cosas como van- veamos medidas drásticas de los europeos en contra de las exportaciones brasileñas de carne o de ciertos productos alimenticios que se están cultivando al amparo de la deforestación inclemente.

El llamado “cerrado brasilero”, un área que queda fuera del perímetro amazónico, se constituyó hace medio siglo mediante una deforestación también arrasadora, lo que llevó más recientemente a la medida correctiva de ordenar compulsivamente que todos los fundos de esta zona debían sembrarse de nuevo con árboles en un área no inferior al 20% de sus capacidades productivas. Con la Amazonía debe suceder otro tanto y se impone, igualmente, la adopción de directrices proteccionistas más audaces con la “mata” amazónica, como se llama en portugués al bosque original.

Así las cosas, a los aterradores incendios que estamos presenciando por estos días en la costa del Pacífico de Estados Unidos, especialmente en California y Oregón, se vienen a sumar ahora las conflagraciones de la región amazónica, y en especial del humedal del Platanal.

Como país de la cuenca amazónica, donde también se presentan delicados problemas de deforestación y de estragos derivados de la minería descontrolada, Colombia tiene que estar muy atenta a lo que pasa en la nación vecina. En cualquier día, que podría ser más temprano que tarde, podemos encontrarnos con un problema ambiental en nuestra selva amazónica de las mismas calamitosas características que se están presentando en el Brasil.

Todo lo anterior demuestra que el coronavirus ha quitado del foco mundial la crisis ambiental. Pero ello no significa, en modo alguno, que los problemas del planeta en este flanco se hayan superado. Por el contrario: se siguen agudizando.