No hay que entrar en pánico por hongo en banano | El Nuevo Siglo
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Miércoles, 11 de Septiembre de 2019
Agencia Anadolu
El Fusarium RT4 está afectando las plantaciones de bananos en A. Latina. Sin embargo, ante esta amenaza se pueden implementar métodos innovadores de producción.

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El banano es una de las frutas más populares del mundo, con 8,5 kilogramos consumidos en promedio por persona cada año, y es ampliamente apetecida en la mayoría de países. Pero un extraño hongo, el Fusarium RT4, ha afectado las plantaciones bananeras y al igual que hace 50 años, esta fruta podría correr el peligro de desaparecer.

El banano no se reproduce por medio de semillas sino a través de clones de la planta madre, por lo que su diversidad genética es muy reducida y al enfrentarse a una enfermedad, podrían perderse una gran cantidad de plantas.

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Hasta hace poco, la enfermedad de Panamá que es causada por el Fusarium RT4 no había llegado a territorio latinoamericano, donde se generan las dos terceras partes de la producción mundial bananera. Pero en junio de este año se activaron las alarmas cuando se confirmó la presencia de este hongo en Colombia.

¿Por qué es tan alarmante la aparición de la enfermedad de Panamá en Colombia? ¿Se puede pensar que podría desaparecer el banano de nuestra dieta diaria?

Enfermedad de Panamá

Sobre esta enfermedad existen antecedentes desde finales del siglo XIX, pero para la década de los 40 fue detectada en Panamá (de ahí su nombre) y en cuestión de años, se extendió llegando también a Asia y afectando profundamente la producción bananera de ese tiempo.

El protagonista en esta historia es el Fusarium oxysporum, un hongo resistente a los fungicidas que ataca las raíces de la planta, bloquea y tapa su tejido vegetal, hace que se empiecen a marchitar las hojas, después hace necrosis y finalmente hace que la planta muera por completo.

Gert Kema, profesor de Fitopatología Tropical de la Universidad de Wageningen en Países Bajos, explicó a la Agencia Anadolu las diferencias entre la amenaza de hace 50 años con la que se enfrenta ahora y cómo, gracias a los avances tecnológicos, se pueden idear cada vez más soluciones para evitar la desaparición de esta fruta.

Hace 50 años, menciona Kema, la especie Gros Michel “era el banano más popular y consumido en el mundo”, pero con la diseminación del Fusarium se perdieron grandes plantaciones bananeras y el sector agrícola se enfrentó a un gran desafío. Entonces se empezaron a buscar soluciones y en una mansión señorial ubicada en Derbyshire, Inglaterra, llamada Chatsworth House, encontraron una especie que se convertiría en la que consumimos actualmente: la Cavendish.

La Cavendish es una especie que se cree fue descubierta en Vietnam o en el sur de China, señala Kema, y fue cuidadosamente mantenida en jardines botánicos hasta llegar a Chatsworth House.

“Al iniciar el proceso de cultivo de esta especie, se descubrió que era resistente al hongo que causaba la Enfermedad de Panamá”, relató el profesor y describió esta especie como “un milagro que permitió salvar toda la industria bananera en América Latina”.

“Es algo muy interesante porque es un ejemplo único en el que se ve la resistencia de la Cavendish, primero salvó la industria y el sustento de muchos granjeros y segundo, esta resistencia fue muy duradera, hablamos de unos 70 años, teniendo en cuenta que esta especie logró florecer en el mismo suelo que mató tantas Gros Michel”, señaló Kema.

Para entender el fenómeno que amenaza a los bananos actualmente, Kema indica que “así como esta especie logró adquirir la resistencia, los hongos también encontraron la manera de mutar y poder matar esta variedad resistente”.

Según explica el profesor, lo que se presenta en este momento es una mutación del Fusarium oxysporum, que avanzó a un tipo conocido como la raza tropical o el RT4.

Este hongo apareció en “Taiwán y luego llegó al Occidente, Pakistán, India, África y ahora a América Latina”, asegura Kema.

El Fusarium RT4 llegó a América Latina

En junio de este año, se detectó la presencia del Fusarium RT4 en una zona bananera de la Guajira, en Colombia, desatando las alarmas del sector bananero, pues la enfermedad de Panamá no había pisado territorio latinoamericano hasta ese momento.

Desde entonces el Gobierno, el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) y asociaciones bananeras como Agura (Asociación de Bananeros de Colombia) se han puesto a la tarea de controlar este violento hongo y sus efectos en la industria agrícola, llegando incluso a declarar emergencia nacional tras lo ocurrido.

Este lunes 9 de septiembre, el ICA anunció la firma de dos convenios con las asociaciones Agura y Asbama (Asociacion de Bananeros del Magdalena y la Guajira) con el propósito de lograr una “intervención y contención en las zonas productoras de banano de exportación Cavendish, ubicadas en los departamentos de Cesar, La Guajira y Magdalena”, según declaró el ICA. Los convenios también buscan unificar esfuerzos para la “bioseguridad y vigilancia fitosanitaria para prevención y manejo de la marchitez por Fusarium” en los departamentos de Magdalena y Antioquia, en la región del Urabá.

Según Kema, la situación en Colombia puede ser un poco diferente a otros países. “No hablamos de solo unas cuantas plantas, como sucedió en algunas partes de Queensland, Australia, donde detectaron algunas plantas con la enfermedad de Panamá y luego tomaron medidas de seguridad apropiadas. Parece que en Colombia no se está hablando de algunas, sino de cientos o miles de plantas”.

“Esto por definición es estar por fuera de control, porque es un indicio de que el hongo pudo haber estado ahí mucho más tiempo de lo que se cree”, señaló el profesor. Agregó que “se requiere una operación masiva y la implementación de la tecnología para detectar cuál es verdaderamente el borde, en dónde termina esta diseminación para poder enfocar la atención en el área y evitar que se extienda a otros lados”.

Sacar la planta de la tierra para que dé frutos

Kema asegura que existen varias formas para abordar esta problemática, una de estas es la modificación genética de especies que logren resistencia al RT4. Otra que ha probado tener éxito, y en la que él mismo ha trabajado, es sacar la plantación de la tierra para que ésta logre dar frutos.

“En Holanda son muy populares los cultivos que crecen en sustratos (capas de fibra de coco y lana mineral), por ejemplo los tomates, la pimienta, el pepino”, relató el investigador. “El desarrollo de la planta sobrepasó nuestras expectativas. Obtuvimos buenos frutos, plantas muy grandes y lo único que necesitó fue buena nutrición y agua suficiente”.

“Las plantas reciben muchos ataques provenientes de hongos desde la tierra, hay bacterias, no hay buenas condiciones para una nutrición apropiada, no se distribuye la cantidad apropiada de agua, entonces todos estos efectos negativos se pueden atacar más efectivamente haciendo crecer la planta en un sustrato”, explicó Kema.

Agregó que esto realmente puede ayudar no solo a abordar esta situación, sino también a innovar prácticas culturales.

Por ejemplo, la producción del tomate hoy se ha cuadruplicado en comparación a hace 50 años debido a varias políticas y a métodos de innovación. Según Kema, podría presentarse el mismo escenario con el banano si se realiza de la manera adecuada.

“Queremos hacer crecer bananos en climas tropicales, ya no en invernaderos, pero sí en sustratos y ver qué tan factible puede ser en términos económicos. Entendemos que muchos granjeros se ven afectados por esto, pero también tenemos que darnos cuenta de que hay muy pocas opciones y los sustratos es una de ellas. No es la única. Seguimos en las etapas iniciales y aún tenemos que investigar la flexibilidad económica del proyecto”.

El investigador señaló además que los avances tecnológicos permiten facilitar el proceso comparado a unas décadas atrás. Sin embargo, uno de los desafíos más grandes es que la Cavendish fue tan exitosa que se extendió por todo el mundo y ahora el 50% de la producción de bananos es Cavendish.

Según Kema, tomaría un estimado de diez años llegar a contar en el mundo con una amplia variedad de bananos.

“A los granjeros que se han visto afectados por la enfermedad de Panamá no les sirve que se generen estas nuevas especies hasta dentro de diez años, entonces estamos trabajando en otra investigación en la que buscamos nuevos usos en el suelo para apoyar el crecimiento tanto como sea posible y manejar esta situación”.

No entremos en pánico

A pesar del enorme desafío al que se enfrenta el sector bananero, no solo en Colombia sino en el mundo, Kema asegura que se está dramatizando mucho la situación y que más allá de una extinción, esto puede ser incluso una oportunidad para innovar en las prácticas bananeras.

“Por supuesto y sin lugar a dudas es muy serio, no se puede subestimar la enfermedad de Panamá. Lo sabemos por los acontecimientos recientes en América Latina, en Colombia, y por la historia que se vivió y se vive en el sudeste de Asia. La situación de la producción bananera allá es deplorable, es terrible. La enfermedad de Panamá es extremadamente violenta y muy difícil de manejar”, aclaró el profesor.

Pero una vez está presente, agrega Kema, “lo importante es no entrar en pánico. Tenemos muchas más herramientas ahora que las que teníamos hace 100 años, se puede diagnosticar la enfermedad muy rápidamente, detectarla en la tierra, en el agua. Podemos usar la tecnología para delimitar áreas”.

“Lo que tenemos que hacer es primero encontrar maneras de escapar de este hongo, hacer crecer bananas en sustratos es una de esas maneras, mientras se trabaja en la creación de nuevas especies”, recomienda el profesor.