Luis Alfonso Hoyos: inocente | El Nuevo Siglo
Sábado, 7 de Septiembre de 2019

Una de las grandes victorias de la criminalidad, de los criminales, es haber convencido a la comunidad política que no existe diferencia entre el bien y el mal, que esa era una diferenciación impuesta por unas élites malvadas y explotadoras o, por unos creyentes desactualizados y en desuso.

Y, como quiera que no existe ni lo bueno ni lo malo y todo es relativo, lo que termina prevaleciendo es lo que se imponga como cierto por un fiscal cualquiera o un periodista ignorante y justiciero. Es que, en ese escenario, -el escenario de lo “amoral”-, conceptos como dignidad y buen nombre (que acaso desde el otrora escolástico era lo mismo), desaparecieron y con ello la honra.

Me cuentan que, en el pasado, antes de elevar un juicio de valor sobre una persona se miraban sus ejecutorias, su comportamiento en el colectivo, su ya probada forma de ser y de comportarse en la sociedad. Eso pasó de “moda”, el relativismo moral, tal vez impuesto por los criminales y sus secuaces, llegó para quedarse.

A Luis Alfonso Hoyos no le valió de nada haber sido el mejor funcionario de Bogotá en la década de los 90, tampoco haber sido considerado el mejor congresista de la República ni mucho menos haber salido victorioso de cargos de enorme responsabilidad presupuestal y social como director del Sena o de Prosperidad Social. Sus ejecutorias eran impecables, su comportamiento, siempre austero, siempre pulcro en sus maneras y ademanes, siempre decente, no le valieron de nada cuando apareció el montaje, la treta.

La defensa fue simple, en ausencia de toda prueba bastaba acudir a la verdad para una inobjetable absolución. La fiscalía no presentó prueba alguna de culpabilidad, y no tenía la necesidad de hacerlo: el juego era desprestigiar la campaña del Dr. Oscar Iván Zuluaga para reelegir al candidato Santos Calderón, todo lo cual se logró con preciso éxito.

Pero el sufrimiento no fue menor y los 5 años de ignominia fueron dolorosos y, si cabe, crueles con él, su familia y los cientos de miles de admiradores que veían (¿ven?) en el Dr. Hoyos la esperanza de salvación de una actividad política pueril y conocidamente desvalorada.

Le cobraron su capacidad de gestión, siempre eficaz; la ausencia de sonrisa, siempre opacada por la preocupación de ver un país sin desarrollo e inequitativo; le cobraron su fe en tiempo de incredulidad y sus virtudes en época de corrupción. Se sabe que el régimen es implacable con quienes lo amenazan.

Luis Alfonso Hoyos fue la segunda víctima y el segundo inocente. A él lo había precedido el propio candidato Zuluaga a quien por estos días lo acallan para evitar que se conozca la verdad ante la complicidad injuriosa de los periodistas y de los políticos.

*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI.

@rpombocajiao