En la mira | El Nuevo Siglo
Martes, 24 de Septiembre de 2019

Si hay un concepto estratégico que permita entender la trascendencia del anuncio de Iván Márquez del pasado jueves 29 de agosto es el concepto de ‘continuidad’.

1- Las Farc-Ep de Márquez no son una nueva guerrilla y tampoco pueden seguir siendo consideradas un Gao-residual.  

2- Asimismo, la conducta de la dictadura de Maduro tampoco puede entenderse como el apoyo efervescente a una guerrillerada residual.

Por el contrario, Maduro está comprometido con unas Farc-Ep que son las mismas de siempre en tanto son la expresión de un fenómeno revolucionario continental del que la revolución bolivariana (chavista) es la piedra angular.

De hecho, a las Farc-Ep no se las puede entender ahora sino como la columna vertebral de una alianza estratégica Farc-Eln, alianza prohijada y garantizada por el mismo régimen de Miraflores.

Régimen que, a pesar de las diferencias retóricas y cosméticas entre Timochenko y Márquez, es también el colágeno que amalgama al partido Farc y a las Farc-Ep como lo que siempre han sido: uno (cuyo papel cumplió durante muchos años el Partido Comunista), desempeñándose como el brazo político; y el otro, la gente de Iván Márquez, actuando como el brazo armado de un mismo tronco común, esto es, el proceso revolucionario continental cuya expresión original fue, y sigue siendo, la revolución cubana.

3- En consecuencia, solo bajo el concepto de continuidad estratégica es que puede entenderse esta nueva fase de Terrorismo Simbiótico Transversal (Torrijos, 2011: https://www.politicayestrategia.cl/index.php/rpye/article/view/162 ).

4- Por eso, cobra la mayor importancia el pronunciamiento de Maduro, el viernes 30, cuando sostuvo que, “... Reiteramos nuestra firme disposición de contribuir con la Paz del Pueblo de Colombia. Agotaremos todos los esfuerzos necesarios que permitan generar las estrategias para el restablecimiento de las conversaciones entre las partes. ¡Lograr la Paz Real es el Camino!”.

Afirmación que, si estudia con toda la atención y precisión que exige, viene a ser, precisamente, la continuidad de la conducta intervencionista de Hugo Chávez, cristalizada el 11 de enero del 2008 -poco antes de aquella Operación Fénix cuya importancia puede ser ahora mayor que la de entonces-, cuando pidió ante la Asamblea Nacional Venezolana a los gobiernos de Latinoamérica y Europa que retiraran a las Farc y al Eln de la lista de grupos terroristas porque ellos debían ser considerados como “verdaderos Ejércitos que ocupan espacio en Colombia ; como fuerzas insurgentes que tienen un proyecto político y bolivariano que es respetado en Venezuela”.

5- En definitiva, cuando en aquel momento Chávez decide convertir ‘la paz de Colombia en un interés nacional y una política de Estado para Venezuela’, estaba haciendo exactamente lo mismo que ahora está haciendo Nicolás Maduro, es decir, estaba dándole continuidad a un proceso revolucionario que, entre otros propósitos esenciales, ha de conducir a un cambio de sistema político en Colombia.

Cambio de sistema político que inscriba a este país en la Alianza Bolivariana para las Américas, en este caso, a partir de las elecciones presidenciales del 2022 y, en todo caso, siguiendo la misma lista que ahora encabezan el México de López Obrador y la Argentina de Alberto Fernández y Cristina Kirchner.