El Cartel de Marquetalia | El Nuevo Siglo
Martes, 3 de Septiembre de 2019

“Ropaje ideológico, excusa para delinquir”

Desafortunadamente teníamos razón quienes advertimos los riesgos de un acuerdo que, a través de la impunidad, incentiva nuevas violencias. Los colombianos, a pesar de haber pagado un alto costo institucional, económico y moral, por un acuerdo para desmovilizar a las Farc, ahora tenemos que soportar la amenaza de una guerrilla de tres cabezas: política, narcotraficante y terrorista. Nos hemos quedado con el costo del acuerdo y sin la paz. ‘Iván Márquez’ y ‘Jesús Santrich’, amparados por los abusivos privilegios del acuerdo, han notificado al país de su permanencia en el delito.

Hoy no es descabellado afirmar que las disidencias de las Farc son los que permanecen en el Congreso y unos cuantos desmovilizados que, por fortuna, vienen cumpliendo lo pactado. Quisiera creer que no se trata de la vieja estrategia de la combinación de todas las formas de lucha: mientras unos echan bala y trafican cocaína, otros echan discursos y hacen política con la financiación del Estado. Se victimizan y responsabilizan al Gobierno del rearme de sus camaradas.

Es lamentable que a pesar de todos los esfuerzos del gobierno del presidente Duque por implementar un acuerdo que poco convence, y de los muchos “sapos” que se ha tenido que tragar la sociedad colombiana, en especial las víctimas, las Farc y sus coristas de la izquierda insistan en culpar al Gobierno por la refundación del nuevo Cartel de Marquetalia.

¿De qué sirve esforzarse por cumplir un acuerdo nocivo para la democracia si ni siquiera los beneficiarios lo agradecen, y, por el contrario, responden con más violencia? Son un cancerbero insaciable. El acuerdo para ellos no es un fin, sino un medio para hacerse al poder, para traficar amparados por la ley. Ninguna concesión, por generosa que sea, será para ellos suficiente, siempre querrán más y más. El ropaje ideológico otra vez les sirve de excusa para seguir delinquiendo.

Pero eso no es nuevo ni sorprende. Lo triste es que muchos lo justifiquen, y en lugar de unirnos contra los violentos y rechazar a estos sí guerreristas y enemigos de la paz, busquen seguir debilitando la institucionalidad, culpando a quienes advertimos los riesgos de un acuerdo en esas condiciones. Capturar delincuentes no es promover la guerra, como sostuvo hace unos días un importante periodista. Ese debería ser el propósito de un país entero: el imperio de la ley, del Estado de Derecho, eso es un país en paz.

Esta es una gran oportunidad para que el Gobierno, con apoyo de toda la sociedad, haga las correcciones necesarias al acuerdo, eliminando las cláusulas que incentivan nuevas violencias y benefician a los reincidentes. Cuando una de las partes incumple, la otra queda eximida de cumplir con sus obligaciones, y así debería ser. Pero estoy seguro que el presidente Duque sabrá mantener tendida una mano generosa a quiénes definitivamente renunciaron a la violencia y quieren aportar a la construcción de un país en democracia.

@SamuelHoyosM