Carrasquilla y los “bonos de agua” | El Nuevo Siglo
Martes, 18 de Septiembre de 2018
  • Un debate sano para la democracia
  • Aclarar el tema de una vez por todas

 

Es bueno ver en operación a la democracia colombiana y sus instituciones, como ocurre con el debate de control político citado para hoy al Ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, nombrado por segunda vez en ese despacho.

El propósito del senador citante, Jorge Enrique Robledo, una de las cabezas visibles de la oposición al gobierno del presidente Iván Duque por parte del Polo Democrático, consiste en dejar entrever que en su momento el hoy Ministro habría sacado provecho temerario de la estructuración de los llamados “bonos de agua”, hace una década, operación por la que su compañía de asesorías habría cobrado el dos por ciento sobre los 440 mil millones de pesos, producto de la colocación de las emisiones provenientes de un fondo internacional. Una cifra  seguramente a pagar en las cuotas mensuales de los créditos a 117 municipios que usaron los bonos, pignorando rentas por 19 años, a unas tasas de interés bastante altas en razón a que entonces, no sólo estaba en apogeo la crisis económica de 2008 y 2009, sino que tampoco había liquidez en el mercado nacional.

Hasta el momento nadie ha dicho, ni el senador citante, que Carrasquilla hubiera actuado por fuera de la ley, ni que en su conducta y la de sus asociados pueda tipificarse delito alguno. Tampoco, de lo que se conoce, existen sospechas de que Carrasquilla hubiera actuado por fuera de las inhabilidades correspondientes a todo ministro, que para entonces eran de un año luego de dejado el cargo, en asuntos de su competencia.

Desde luego, los “bonos de agua” causaron en su oportunidad bastante escándalo, por cuanto las administraciones municipales subsiguientes a los alcaldes que se habían comprometido con la pignoración de las rentas, para la construcción de acueductos y alcantarillados, se mostraron maniatadas en sus recursos de inversión. Sobre esa base se dedicaron a atacar los bonos, desde las diferentes municipalidades, a fin de deshacerse de las obligaciones financieras adquiridas por sus antecesores. Al mismo tiempo, le tomaron antipatía a las obras y muchas de ellas ni siquiera se terminaron, por cuanto el propósito final era el de quitarse los pagos de los bonos de encima.

La súplica de los municipios fue escuchada por el Gobierno de Juan Manuel Santos y se redimió parte importante de los bonos a través de Findeter. Eran, por supuesto, las épocas en que el país estaba boyante a raíz de los altos precios del petróleo, a diferencia de lo ocurrido años atrás, cuando la crisis económica mundial había impactado las finanzas nacionales y municipales.

Al volver a ser nombrado Carrasquilla de Ministro de Hacienda, hace un mes, el asunto de los “bonos de agua”, controvertido de tiempo atrás en el Congreso, volvió a surgir. La situación incluso estaba advertida desde el empalme y Carrasquilla nunca rehuyó el debate, ni antes ni hoy. Es sabido de la opinión pública que su interés no era, en lo absoluto, regresar al Ministerio de Hacienda pero el presidente Duque  insistió en que era la mejor carta posible, reconocida y sabida su idoneidad y sus capacidades, para enfrentar los grandes retos económicos del país, comenzando por la reforma tributaria que se requiere con suma urgencia, en vista del desbalance fiscal existente.

Lo más fácil para el presidente Duque habría sido, desde luego, permitir anticipadamente la renuncia de Carrasquilla y asordinar el debate por esta vía expeditiva. Pero no está bien evadir el control político de esta manera. Por el contrario, de las respuestas escritas dadas por el Ministro al senador citante, no habría razón alguna para su remoción. Hoy, una vez sean escuchadas las dos partes, podrá tenerse más claridad en el asunto. En todo caso, haberle impedido a Carrasquilla sus explicaciones y su defensa, frente a temas por demás ya ampliamente discutidos, no hubiera constituido un buen síntoma democrático.

De modo que el ministro Carrasquilla tiene hoy la oportunidad de referirse extensamente al tema, dejando en firme su honradez y pulcritud. No creemos que haya “cacería de brujas” por parte del senador citante en materia que bien puede volver a ser explicada, ni tampoco creemos en que Carrasquilla hubiera usado la llamada “puerta giratoria”, puesto que simplemente estaba en el ejercicio de su experticia y profesión, dentro de los canales de ley. Así las cosas, el debate no puede ser más que bienvenido para que se pueda pasar, de inmediato, a lo que verdaderamente interesa a las finanzas nacionales, que es la reforma tributaria, y se pueda afianzar la legitimidad en la materia.