El excelso embajador del arte colombiano

Foto: Catalina Olaya/ El Nuevo Siglo

El artista de la excelencia, generoso y disciplinado, así describen a Fernando Botero algunos curadores colombianos. Su arte, su personalidad y su visión del mundo quedarán para siempre como una tinta indeleble no solo en este país, sino en el mundo entero.

¿Cómo su personalidad influyó en su arte? ¿Cómo explicar la universalidad de Botero? Y ¿por qué pintar en grandes dimensiones?

Laura Zarta, jefa curatorial del Banco de la República, definió al maestro Botero como “absolutamente generoso, porque a pesar de que es reconocido como uno de los artistas más prolíficos a nivel nacional e internacional, embajador del arte colombiano y latinoamericano, con su estilo tan distintivo, esos volúmenes y esos colores que él trabajó a lo largo de su carrera, su generosidad no se ve solo enmarcada en su obra y en la manera en la que ha trabajado de manera tan prolífica, sino también en las donaciones que ha hecho al patrimonio cultural colombiano. En el Banco de la República tenemos el Museo Botero, que se construyó a partir de la donación que él hizo en el año 2000 de más de 200 obras, 123 de su autoría y 85 obras de artistas internacionales, sobre todo de las vanguardias europeas del siglo XIX”.

Zarta destaca que una de las razones por las cuales Botero ganó reconocimiento internacionalmente fue por “la manera tan única en la que desarrolló los volúmenes y el color. Además, él trabajó en sus obras la historia de Colombia, la violencia de algunas épocas entre otros, que son como cosas muy puntuales. Hay otra serie de obras que tratan temas como la familia, retratos, los bodegones y una forma de expresión tan especial, tan única. Eso hizo que su carrera fuera tan reconocida en diferentes mercados”.



Volúmenes

Para la curadora del Banco de la República, Botero retrataba “gorditas” como una forma de discurso. “No son estereotipos de obras hiperrealistas, sino que también vemos estos volúmenes distintos a través de una fruta, un árbol, un animal. Él estaba buscando otra forma de acercarse a la representación de la historia que nos cuenta a través de su obra con una mirada distinta sobre el volumen. Vamos a ver que en los retratos normalmente los ojos son muy chiquitos, las uñas de las manos también, mientras que el cuerpo es más amplio en general, lo que nos permite ver estas figuras de manera distinta”.

Por su parte, el curador de arte Eugenio Viola destaca la relación especial que tenía Botero con Italia: “Pudo construir una llave de su gran popularidad que acerca a públicos diferentes, él trascendió fronteras, estuvo por varios museos del mundo y de sus obras nunca habló de gordas y volúmenes, sino que era como una sutil ironía o una crítica social”.

Eduardo Serrano también se refirió a Botero como “un artista que logró lo que se propuso, que fue tan universal y expuso en todos los grandes lugares del mundo, en palacios, castillos y museos. También en las calles de Nueva York y París; en fin, él realmente universalizó el arte latinoamericano”.

“Siempre buscaba ser excelente y cuando logra el reconocimiento de su lenguaje del volumen exagerado, de ahí en adelante persistió en los mismos valores plásticos que planteó desde ese comienzo. No tuvo rupturas, al contrario, creó nuevas vertientes, siempre se mantuvo dentro de los valores que para él eran definitorios. Comienza a hacer una especie de crítica agridulce a las situaciones, porque la gordura de alguna manera era una crítica”, resalta Serrano.

Asimismo, el curador de arte destaca que Botero “pintó la tragedia colombiana, a Pablo Escobar sin tanta sangre, muy simple, sin esa hazaña que le han puesto en otras expresiones artísticas a la violencia. Él estuvo muy cerca de las obras del Renacimiento en Italia, no en la escuela de arte, sino en las iglesias de los museos, y se fijó especialmente en la obra de Piero della Francesca y Masaccio; estos eran los dos artistas de esa época que hacían énfasis en la solidez de la figura. Fue en 1957 cuando encontró el volumen como su lenguaje, él pintó una mandolina con un hueco muy chiquito y eso hizo que la mandolina se viera grande”.

Mientras que el profesor de arte de la Javeriana Ricardo Toledo manifestó que “el maestro Botero nunca se creyó parte de una élite, nunca perdió la posibilidad de recrear la cultura popular de Colombia y de América Latina, él instauró un diálogo permanente entre la referencia del arte en los imaginarios, se movía en grandes latitudes”.

“En Colombia tuvo una influencia muy fuerte, directa e intensa y también de manera internacional, desde Madrid, hasta Italia y Nueva York. En el mundo tuvo una vida cosmopolita que fue agrandando poco a poco, pero siempre volviendo a su origen. Me parece que una de las cosas que hace diverso su legado es que teniendo referencias del mundo nunca dejó de hablar de su territorio”, destaca el experto de la Javeriana.

Pintó hasta el final

Su muerte ha dejado un vacío en el arte colombiano y universal. Considerado como uno de los mayores artistas plásticos latinoamericanos del siglo XX, celebrado también en las subastas de arte mundial de Nueva York o Londres.

"Siguió pintando hasta el final, ya no al óleo porque le costaba mucho trabajo estar de pie, pero trabajaba la acuarela", señaló su hija Lina Botero. El sábado trabajó por última vez en su taller de Mónaco, antes de que su enfermedad respiratoria empeorara, agregó.

Las obras de Botero, de formas voluptuosas y ligeramente surrealistas, se hicieron populares en todo el mundo, y se pueden ver en museos y espacios públicos de ciudades como Bogotá, Madrid, París, Barcelona, Singapur y Venecia.