Por una realpolitik | El Nuevo Siglo
Sábado, 11 de Septiembre de 2021

Ha sido elogiado el retorno de López Obrador, en su política exterior, a la que se conoce como doctrina Estrada que reafirma la autodeterminación de los pueblos como guía de las relaciones externas del país azteca. Sus antecesores pretendieron imponer de malas maneras los derroteros de la política internacional mejicana en especial con Venezuela.

Este giro le ha permitido a Méjico ser anfitrión aplaudido de las conversaciones entre el gobierno de Maduro y el frente opositor venezolano. Conversaciones que se han reanudado en suelo mejicano con el acompañamiento de Noruega, Rusia y Países Bajos. No hay que hacerse exageradas ilusiones sobre estos diálogos. Pero tampoco subestimarlos. Pueden ser la puerta de salida de lo que sin duda es el mayor impasse de la democracia latinoamericana en estos momentos.

Por eso sonaron chocantes las declaraciones de nuestra canciller-vicepresidente en Ecuador diciendo que dichas negociaciones tenían que circunscribirse exclusivamente al punto de las próximas elecciones presidenciales en Venezuela. Y a nada más. Declaración similar hizo el presidente Duque. Tuvieron la apariencia de un diktat inoportuno. Tanto más cuando el gobierno de Maduro y el frente opositor han definido ya una nutrida agenda de temas que van a ser objeto de los diálogos. De hecho, ya llegaron a dos acuerdos tempranos: uno sobre el Esequibo y otro sobre los activos congelados que tiene Venezuela en el exterior.

El tono que debe utilizar la diplomacia colombiana para manejar las relaciones con Venezuela debería estar presidido por la sindéresis y orientado por el pragmatismo que aconseja la realpolitik. No es con las estridencias del fracasado grupo de Lima ni con altisonantes conciertos en la frontera como vamos a derrocar el régimen de Maduro. Hay que ser realistas.

Después del fiasco de Afganistán es muy improbable que los Estados Unidos vayan a endurecer las sanciones contra el régimen de Caracas. Por el contrario: van a suavizarlas cautelosamente. Hace pocos días, por ejemplo, la Casa Blanca autorizó las exportaciones de gas venezolano para permitir la financiación parcial de los inmensos requerimientos de la economía venezolana. Las agencias de las Naciones Unidas van por el mismo camino. La oficina mundial de alimentos inició un ambicioso programa de nutrición infantil en Venezuela. El tema mismo de Guaidó hay que tratarlo con cuidado: en el último año ha disminuido notablemente el número de países que lo reconocen como presidente legítimo de Venezuela. Hasta la Unión Europea ya escurrió el bulto a Guaidó retirándole el título de presidente constitucional.

La buena diplomacia siempre ha desaconsejado que los países antagónicos ideológicamente (como evidentemente lo somos Colombia y Venezuela en estos momentos) se tiren diariamente los trastos a la cara. Pueden y deben conversar en términos firmes, pero pragmáticos. Y mucho más tratándose de países que comparten una frontera común de más de 2.000 kilómetros llena de problemas cuya solución impone un dialogo cooperativo y permanente.

Lo que está sucediendo con Monómeros es otra muestra de la facilidad como se escalan las cosas. Es evidente que esta empresa domiciliada en Colombia está sometida -como cualquiera otra de dueños nacionales o extranjeros- a la supervisión de la SuperSociedades. Ahora sale Maduro, ante legítimas medidas de control que le ha dictado la superintendencia colombiana, con el cuento de que como Monómeros es de capital venezolano hay que devolverla a Venezuela; y que este contencioso debe ocupar el primer lugar en la agenda de las negociaciones de Méjico. Naturalmente un disparate. Así, un mero asunto comercial se tornó ahora en problema diplomático mayúsculo.

Deben reestablecerse las comisiones de amistad colombo venezolanas que en el pasado dieron buenos resultados para solucionar problemas comunes. Como un ejemplo plausible hay que mencionar el reciente acuerdo al que llegaron las autoridades de Norte de Santander y del Táchira para permitir el tránsito de estudiantes venezolanos hacia Cúcuta.

No es con los ya repetitivos y desgastados insultos semanales entre Maduro y Duque como vamos a avanzar hacia el fértil camino de la realpolitik. Hay que establecer con apremio discretos canales entre Bogotá y Caracas y relaciones consulares entre los dos países. No es descalificando las negociaciones que se adelantan en suelo Mejicano como van a mejorar las relaciones binacionales. Con eso solo vamos a agriarlas más. Sin provecho para nadie.