Las cuentas inquietantes | El Nuevo Siglo
Sábado, 10 de Septiembre de 2022

Las cifras que ofreció el ministro de Hacienda en la comisión tercera del Senado no pudieron ser más inquietantes: el déficit del fondo de estabilización de combustibles alcanzará este año $ 37,1 billones. Para el 2023 el gobierno calcula que será de $ 27,8 billones.

Del déficit estimado para este año el gobierno Duque saneó $ 6,4 billones (con utilidades de Ecopetrol), y dejó en el presupuesto reservados $ 19,1 billones el déficit que se causará en el segundo semestre del 2022. Queda todavía un hueco que por financiar para 2022 de $ 11,6 billones. La sumatoria de estas tres cifras (6,4+19,1+11,6) es lo que arroja un déficit agregado para el 2022 de 37,1 billones. Suma que, como es fácil observar, resulta superior a todo lo que va a recaudar la reforma tributaria. Ya el ministro Ocampo informó que los 11, 6 billones del déficit no cubiertos quedarán sin apropiación alguna en el presupuesto del 2023. O sea, Dios proveerá.

Este es, sin lugar a duda, el problema fiscal más delicado que tiene el gobierno Petro. Y es el precio que estamos pagando por haber dejado rezagar el precio doméstico de los combustibles a uno de los niveles más bajos de América Latina, apenas superado por Bolivia y Venezuela.

Solo queda un camino: comenzar una tarea gradual pero permanente de reajuste en los precios internos. Cosa que empezó a hacer titubeantemente el gobierno Duque pero que al de Petro le corresponde encarar con toda decisión. Así ello le acarre un grave desgaste político. No hay otra salida.

El fondo de estabilización de los combustibles resultó ser una peligrosa droga: ofrece la sensación equivocada en el surtidor de gasolina que las cosas están tranquilas pues los precios domésticos se aíslan de los externos, a pesar de que los precios de los energéticos están trastornados en grado extremo por la geopolítica internacional.

La seriedad del gobierno Petro en el manejo de los asuntos económicos va a tener en la política de ajustes de precios domésticos su prueba de fuego. No será fácil. No será popular. No es tampoco el mejor momento para hacerlo con el ritmo que trae la inflación. Pero es indispensable.

El problema fiscal se agudiza si se tiene en cuenta el oscuro panorama presupuestal. Los programas de inversión quedaron castigados en $10 billones en el presupuesto que preparó el gobierno Duque para el 2023. Es entendible que los nuevos ministros encuentran que sus programas no caben dentro tan precarias disponibilidades. Solo cuando se apruebe la reforma tributaria, y no antes, es decir el año entrante (informó el ministro de hacienda), se presentará un adicional al congreso para darle entrada a algunos de los programas sociales más apremiantes. Antes es imposible por cuestiones legales toda vez que los ingresos que vienen de la reforma no están aprobados.

Abandonar los precios domésticos subsidiados de los combustibles fósiles no solo es el mejor medicamento para evitar que el déficit del fondo de estabilización se vuelva inmanejable. Es también la mejor de las políticas para avanzar hacia la transición energética coherente.

En este momento existen dos tesis para desalentar el consumo de combustibles fósiles (petróleo y gas) y para avanza hacia la transición energética inteligente: una, la que está practicando todo el mundo que consiste en encarecer el uso de combustibles a los usuarios; y la otra, la nuestra, la que puso de moda el presidente Petro durante su campaña pero que aún es tiempo de rectificar: reducir la producción futura desacelerando la exploración presente.

Con los precios de los combustibles fósiles más bajos de América Latina, luego de Bolivia y Venezuela, es bien improbable que vayamos a apresurar la transición energética.

En los próximos días veremos si Colombia persiste en tomar el camino equivocado para acelerar la transición energética; o si rectifica una política que apenas comienza a vislumbrarse pero que puede llegar a ser insostenible.

La manera como se manejen los precios domésticos de los combustibles, y el instrumento que se utilice para mandar mensajes correctos al mercado para moderar la demanda de combustibles fósiles, será la clave de todo.