El 11-S en su laberinto | El Nuevo Siglo
Viernes, 10 de Septiembre de 2021

* Afganistán o el triunfo yihadista

* ¿Cuál será el sustituto de la guerra preventiva?

 

 

Hace 20 años el mundo quedó estupefacto con que, de un modo rudimentario, pero altamente efectivo, los Estados Unidos recibieran el peor golpe bélico de su historia, cuando el terrorismo yihadista secuestró y estrelló tres Boeing, a modo de misiles, en sitios neurálgicos del país como las Torres Gemelas, en Nueva York, y el ministerio de Defensa, en Washington, causando miles de víctimas mortales y centenares de heridos.

Otro avión en las mismas condiciones no pudo llegar al objetivo del Capitolio, aunque en todo caso se vino a pique en Pensilvania, generando un caos simultáneo y una confusión universal inmediata, a partir también de las imágenes que se repitieron una y otra vez en vivo y en directo por la televisión. Fue lo que desde entonces se conoció como el 11-s, dejando inscrito con esas siglas aquel día de septiembre de 2001 en la memoria histórica.

Como en las épocas de Pearl Harbor, la inteligencia norteamericana estaba de alguna manera avisada de que esto podía ocurrir. Pero en ese 2001 el desconcierto fue superlativo por cuanto, a diferencia del ataque de los japoneses a Hawai, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, no se tenía ninguna certeza pública de dónde habría podido provenir semejante reto a la nación más poderosa del orbe que hasta entonces nunca había recibido un ataque de semejantes proporciones en su territorio continental.

No obstante, a poco de la hecatombe, fue claro que el autor intelectual era Osama Ben Laden, jefe de Al Qaeda, que estaría refugiado en Afganistán. Para encontrarlo y darlo de baja los Estados Unidos asumieron la doctrina de la “guerra preventiva”, de acuerdo con la cual era necesario impactar por anticipado los núcleos terroristas, involucrados en la guerra santa islamista, para reinstaurar la seguridad mundial. En esa dirección, los norteamericanos propusieron una coalición planetaria para sacar al régimen de los Talibanes, de Afganistán, que como colaboradores de la guerra santa (yihad) contra Occidente, estarían protegiendo a Ben Laden. La idea promulgada universalmente era atacar las “guaridas” de los terroristas en cualquier parte del planeta.

En ese propósito, la ONU emitió una resolución “contra el terrorismo de alcance internacional”, donde Colombia jugó un papel primordial, puesto que su embajador presidía el Consejo de Seguridad ampliado y tuvo participación en la redacción que dio piso orbital a la doctrina de la “guerra preventiva”. De tal modo, doctrinas como la del Derecho Internacional Humanitario, establecidas en las convenciones y protocolos de Ginebra, quedaron de cierta manera al margen mientras que la legítima defensa frente a las agresiones terroristas en cualquier parte del mundo ocupó la plataforma jurídica. En esa medida, por ejemplo, la “zona de distensión” que por la época se había establecido en Colombia para dialogar y buscar la paz con las Farc, comenzó a perder piso y respaldo del exterior. De hecho, el diálogo no duraría más de unos meses, tras el secuestro de un avión Twin Otter.

Al mismo tiempo, la coalición internacional produjo el desalojo los Talibanes de Afganistán. Pero no se encontró a Ben Laden. De suyo, pasaría más de una década para que fuera dado de baja en una residencia en las afueras de una ciudad de Pakistán. En ese lapso y también como parte de la guerra preventiva, se había derribado el régimen de Sadam Husein, en Iraq, con su muerte posterior. Y más tarde comenzaría el desdoblamiento de la yihad a través de ISIS que llevó a los grandes atentados y centenares de víctimas mortales en varias de las principales ciudades de Europa y otras partes del mapa.

En tanto, como parte del desarrollo de la guerra preventiva, los Estados Unidos no solo replegaron totalmente a los Talibanes de Afganistán, sino que se dedicaron a instaurar un régimen democrático con miras a asegurar que el país jamás se volvería a prestar como guarida de grupos terroristas. Pero en realidad ese régimen más bien parecía una caricatura y nunca tuvo visos de prosperar. En efecto, paulatinamente, pueblo por pueblo, los Talibanes comenzaron a recomponerse, con suma paciencia y a bajo costo, mientras que el gasto de mantener las tropas norteamericanas se hacía cada vez más oneroso, pese al retiro de parte de los contingentes. Para el caso, se calcula que en los últimos 20 años hasta hoy los EE.UU. se gastaron alrededor de tres trillones de dólares en el ejercicio.

Hasta que llegó la lamentable situación de hace unas semanas, cuando el gobierno estadounidense tuvo que salir a las volandas de Kabul y se produjeron los atentados en el aeropuerto de la ciudad, dejando de nuevo al mundo estupefacto y con los Talibanes proclamando una victoria descomunal.

A fin de cuentas, la guerra preventiva quedó en entredicho, sin saberse muy bien cuál será la doctrina que la sustituya. Pero lo peor, con una clara demostración para todos los yihadistas del globo de que es posible enfrentar con éxito a la principal potencia mundial.