Ingeniería inversa literaria | El Nuevo Siglo
Martes, 30 de Agosto de 2022

Todos los escritores del planeta, de momento y sin excepción alguna demostrada, comparten exactamente la misma limitación a su talento: su propia mortalidad, la ineludible caducidad de sus carnes, la inefable certeza de que un día soltarán la pluma para siempre y, la mayoría de las veces, contra su voluntad. Y no es que la finitud humana sea algo malo, en absoluto, el problema radica en que sus personajes, esos apéndices con vida propia que se extirpan de la mente del autor tras meses y meses, cuando no años, de una delicada intervención quirúrgica frente al papel, no sufren por este tipo de quebraderos de cabeza. Ellos son atemporales, viven confinados en el universo cerrado de la novela, una suerte de limbo metafísico ajeno al cambio, donde siempre es ahora y, aunque cualquier cosa tiene la potencialidad de suceder, más allá del punto final nada ocurre.

Pero ¿qué pasaría si encontráramos la manera de liberar a los personajes de un escritor, o al estilo literario de éste en general, del condicionante que marca la muerte de su creador? Este será un debate muy espinoso sobre el que tendremos que reflexionar en el futuro cercano, pues dado el avance cada vez más vertiginoso de la inteligencia artificial, muy seguramente en menos de una década tendremos softwares de tal nivel de refinamiento y desarrollo que estaremos en capacidad de hacerles leer la obra completa de cualquier escritor, incluyendo su correspondencia, diarios y notas particulares, deconstruirla con fines de disección hasta asimilarla y, posteriormente, fabricar textos que conserven sustancialmente la esencia de su literatura. Ese día llegará y estaremos ante un gravísimo lío o una grandísima oportunidad.

¿Quién no quisiera poder leer las páginas faltantes de “El Proceso” o “El Castillo” que Kafka nunca escribió? ¿Por qué negarnos la oportunidad de tener más aventuras fascinantes de Sherlock Holmes para llenar el vacío que Conan Doyle dejó en los períodos no narrados de su juventud y vejez? Si ya es costumbre mercantil publicar material póstumo o inacabado de un escritor (como “Alabardas” de Saramago), e incluso se ha contratado a otros autores para que tomen el testigo del relato allí donde la muerte lo soltó (como pasó con la saga Milllennium de Stieg Larsson), solo veo un argumento válido para oponerse a un sustituto sintético que aprenda el oficio por virtud de la ingeniería inversa literaria: la inapelable rendición de admitir que escribir no es aquel gran acto de inspiración divina que idealizamos con prepotencia, sino una mera tarea mundana que puede ser profanada reduciéndola a simples líneas de código.

Más allá de esta cuestión de ego, y sin poner en duda ni por un instante que nadie más que uno mismo podrá escribir nunca como uno mismo escribe, no debería verse como un sacrilegio que la inteligencia artificial, alcanzado su más puro estado del arte, coopere con la industria editorial proporcionándole a los lectores una buena dosis de nostalgia por las letras que pudieron ser y no fueron. Sería un homenaje a aquellos personajes y autores que simplemente no podemos dejar ir.

fuad.chacon@outlook.com