¿Y de la reciprocidad qué? | El Nuevo Siglo
Sábado, 28 de Agosto de 2021

Como buen y dócil aliado de los Estados Unidos, Colombia contestó inmediatamente la solicitud de recibir 4.000 mil refugiados afganos en nuestro territorio. Si bien los costos de esta operación correrán por cuenta de los americanos, como se ha informado, no deja de ser una carga grande que se echa al hombro un país pobre como Colombia, sumido en mil problemas.

Queda flotando en el ambiente cuál será la reciprocidad que en materia de refugiados solicitará Colombia, luego de la pronta respuesta que dimos a la solicitud de los Estados Unidos.

La recepción de refugiados afganos así sea transitoria, es un gesto importante que hace nuestro país para colaborar ante la desordenada y caótica retirada que ordenó primero Trump y luego Biden de las tropas estacionadas en Afganistán desde hace veinte años.

Pues resulta que además de los 1.800.000 venezolanos que hemos recibido generosamente durante los últimos años, ahora enfrentamos la llegada y trasiego por nuestro territorio de un inmenso número de refugiados cubanos y haitianos principalmente. Que están llegando a Colombia en cantidades que se calculan entre 1.000 y 1.500 por día, y cuyas cifras seguramente se van a incrementar con el reciente terremoto que tuvo lugar hace poco en Haití. Estos refugiados están apeñuscados en condiciones infrahumanas en los terminales terrestres de Ipiales, Pasto, Cali y Medellín hasta llegar a Necoclí; donde el número de refugiados crece permanentemente antes de iniciar el doloroso paso hacia Panamá (ya sea por vía marítima o atravesando la ruta de la muerte del tapón del Darién) en busca de la meta dorada de llegar algún día a los Estados Unidos a solicitar refugio humanitario.

Ahora bien: ¿Colombia va a plantear una reciprocidad a los Estados Unidos en virtud de la cual se le reciben los 4.000 afganos, pero a cambio de que los norteamericanos ayuden a tramitar las solicitudes de refugio de los haitianos y cubanos que en cantidades alarmantes siguen llegándonos, desbordando nuestras precarias condiciones para albergar ese rio humano que por el momento desemboca y se represa en Necoclí?

Deberíamos hacerlo. Las responsabilidades de ser un buen aliado no son unilaterales. Esa condición también implica deberes para Estados Unidos que, en este caso, significa ayudarnos a resolver el grave problema de los refugiados que están atravesando nuestro territorio.

No puede ser que la condición de “aliado” se invoque solo en provecho de los Estados Unidos para ayudarle a solucionar -así sea parcialmente- el monumental problema que ellos mismos crearon con su retirada atolondrada de Afganistán. Y que esa misma condición de “aliado” no sirva para invocar reciprocidades en política migratoria en favor de Colombia. Toda vez que nosotros estamos viviendo también un abrumador problema de refugiados, que a diferencia del de Afganistán no se ha creado por improvisación colombiana.

El manejo de los problemas internacionales de refugiados requiere reciprocidades entre los países concernidos. Ahora que va a terminar su exitoso mandato como canciller de Alemania, bien vale la pena recordar el manejo que le dio la señora Merkel al tema de los refugiados sirios y de otras regiones del medio oriente que como una ola gigantesca tocó a las puertas de la Unión Europea. La señora Merkel abrió generosamente las puertas de Alemania, pero exigió que otros países de la Unión y Turquía hicieran un esfuerzo correlativo para absorber aquella oleada de refugiados. La reciprocidad fue la regla. En la política contemporánea el concepto de “aliado” no es unilateral ni responde a la ley del embudo: tiene que acarrear bilateralidad.

La reciprocidad con dignidad es entonces lo que deberíamos solicitarle en esta ocasión a los Estados Unidos. La pronta ayuda que hemos ofrecido en la crisis de refugiados afganos que están saliendo despavoridos de su país, debería estar correspondida por compromisos norteamericanos para facilitar la entrada a Estados Unidos a los refugiados haitianos y cubanos que nos están llegando. La reciprocidad tiene que ser la regla.