Pacto por Bogotá | El Nuevo Siglo
Sábado, 15 de Agosto de 2020
  • Las diferencias con el Plan Marshall
  • La concertación: el único camino

 

Como es sabido, la pandemia ha golpeado de manera sustancial a la capital del país. Si bien, en términos proporcionales, no es la ciudad que concentra más personas contagiadas por el coronavirus y el mayor número de decesos por cada 100.000 habitantes, frente a otros lugares, el impacto social y económico ha sido dramático, con características lesivas para la economía nacional.

No en vano, la crisis económica se establece en una urbe que, junto con Cundinamarca, genera una proporción considerable del Producto Interno Bruto (PIB) colombiano, superando con creces a la sumatoria de los principales departamentos que le siguen.

Los reportes de las autoridades sanitarias distritales dan cuenta de que la curva epidemiológica del pico por el Covid-19, en Bogotá, estaría en estos momentos entrando en una especie de “meseta”, es decir que tanto el volumen de contagios como de decesos no solo tenderían a la estabilización sino que, incluso, la curva estaría ad portas de comenzar a disminuir de forma gradual, hacia septiembre, pero en todo caso las limitantes al funcionamiento pleno del aparato productivo seguirán vigentes por un tiempo largo. De hecho, es claro que el sistema de cuarentenas está desgastado y que más bien la estrategia por focos, inicialmente adoptada a través de las UPZ, resultaría más aconsejable para quitar ritmo a la epidemia.  

Precisamente en procura de debatir la carta de navegación hacia la recuperación, esta semana la Administración Distrital presentó una estrategia puntual, que denominó “Plan Marshall”. De un lado, se propone una serie de alivios y descuentos tributarios y, de otra parte, se plantea pedir al Concejo que autorice un cupo de endeudamiento por la extraordinaria suma de 11 billones de pesos con el fin de suplir los requerimientos del gasto. No se trata pues de un Plan Marshall, en el estricto sentido del término, acoplado para ayudar financieramente desde los Estados Unidos a Italia y Alemania después de perder la Segunda Guerra Mundial, sino que el plan bogotano nace de un esfuerzo interno de todos los ciudadanos con base en las buenas calificaciones internacionales y el manejo económico positivo desde la adopción del Estatuto Orgánico, tras la Constitución de 1991.    

Las bases de la estrategia han sido recibidas con cautela por parte de sectores capitalinos, gremios y en el mismo Cabildo Distrital. Frente a los alivios, descuentos y congelamientos en el impuesto predial y el de Industria y Comercio (ICA), algunas voces expertas señalan que ya hacían parte de las promesas de campaña. De igual manera hay reservas al llamado “cruce solidario”, una figura mediante la cual una parte de las rebajas tributarias se pagaría con una sobretasa predial a determinado grupo de inmuebles y un gravamen sobre las plataformas digitales. Frente a esta última propuesta, por ejemplo, ya están prendidas las alertas. Imponer gravámenes a la economía naranja parecería una regresión a modelos arcaicos. De otro lado, el ingreso solidario o renta básica ya tiene fundamento en las directrices presidenciales y es posible que adquiera carácter permanente después de la emergencia.     

En segundo término, no está del todo claro cómo se van a utilizar los recursos del endeudamiento. Recuperar la gran cantidad de empleos que se han perdido en los últimos cuatro meses, requiere de inyectar liquidez al sector real de la economía, facilitar el clima de negocios y otorgar ayudas concretas en materia de crédito y otras facilidades para que las empresas puedan proteger sus nóminas y retomar la productividad así como activar un plan específico para los sectores más vulnerables ¿Cómo se implementará esa estrategia en Bogotá? ¿Cuánto de esos 11 billones de pesos irá para acelerar proyectos y reactivar el empleo? Ya se sabe que el Metro, contratado por la anterior Administración, será crucial en ello. Habrá que ver qué temas adicionales son susceptibles de esto. Al respecto, faltaría una hoja de ruta para complementar el esfuerzo público con el empresarial, sin la cual es imposible sostener los indicadores socioeconómicos necesarios.

Obviamente es importante el arranque del plan de reactivación bogotana por parte de la Administración Distrital. La apuesta presupuestal es muy alta, acorde con la dimensión del coletazo de la crisis sanitaria. Sin embargo, urge una mejor estructuración del programa, fijar metas más concretas y realistas, así como definir el concurso del sector privado. De lo contrario, la tarea podría quedarse a medio camino. Por eso es fundamental más que un “Plan Marshall”, un Pacto por Bogotá que parta de un acuerdo, incluidos todos los sectores políticos y las fuerzas vivas de la ciudad. Tal vez nunca como hoy ha sido tan necesaria la concertación.