Animales científicos | El Nuevo Siglo
Lunes, 3 de Agosto de 2020

No se trata de los pelmazos de altísimo cociente intelectual que se dan en las distintas disciplinas. Sino, del gran Cisne Negro. Este animal ha producido un escándalo en nuestra mente. En parte porque necesita de nuestra conciencia (o de su callosidad) para lucir su terrible esplendor. Animal inesperado por cuanto en Europa solo había cisnes blancos. De modo que antes de conocerse su negra familia australiana, era un absurdo hablar de cisnes negros. Era un oxímoron. Y cada nuevo cisne blanco que nacía confirmaba una vez más la inferencia autoevidente de que los cisnes por definición eran blancos, y solo de ese color.

Vale decir que el Cisne Negro era un imposible. Hasta ahí la inferencia. Y luego, tras el desastre, la tardía conciencia de que, obvio, estábamos equivocados. Pero seguimos pensando igual, es decir no cambiamos. Seguimos razonando correctamente a partir de premisas erróneas.

El Cisne Negro, la catástrofe de lo inesperado, nos da un parentesco con el marrano del día de san Martín. A quien lo engordan día tras día, y se acostumbra a que lo cuiden y alimenten porque así ha sido durante los 999 días anteriores. Con ese antecedente se siente seguro en tan amable tradición hasta que el día de san Martín lo degüellan y falla la inferencia de permanencia del marrano.

La lógica racional lineal sirve en el mundo de Mediocristán, pero es nula en el universo de Extremistán, para usar los términos de Nassim Taleb, científico de la incertidumbre, y autor de “El Cisne Negro o el impacto de lo altamente improbable.”

Para Taleb el derrumbe de las torres gemelas en Nueva York es un Cisne Negro, así como el éxito de Google y de You Tube. Los Cisnes Negros no se dan solo por acción sino por omisión, como puede ser la ausencia de lluvias en una época de lluvias. Pero su aporte no ha sido asimilado por la academia de ciencias de la economía, que sigue, según él, aferrada a lo que él llama el sistema de Gauss, válido para el universo de Mediocristán, pero nulo para siquiera vislumbrar el riesgo de un Cisne Negro, en este nuevo mundo inmerso en la incertidumbre de Extremistán.

En su magnífico texto muestra cómo se incurre una y otra vez en la falacia del marrano de San Martin. 

Y ante el desastre de los bonos basura, notó que, al hacer la autopsia, sus compañeros en Wall Street repetían los mismos esquemas de Mediocristán que los habían llevado a la catástrofe en primer lugar. En consecuencia, además de matemáticas decidió estudiar filosofía aplicada a sus intuiciones. Así enriqueció las ideas de Whitehead y de Heisenberg.

Su aporte según creo deja esta inquietud: La historia registra lo que acontece, pero no tasa el acopio de errores que la casualidad nos impidió cometer. No sopesa el azar de lo que podría haber ocurrido. Esa zona de lo que se evitó no ha sido historiada, y dudo de que alguien lo intente.