El oso Chucho 'reclama' su derecho a vivir libre | El Nuevo Siglo
Cortesía
Miércoles, 14 de Agosto de 2019
Resolver los derechos de los animales requiere mecanismos procesales idóneos y pertinentes para lograr un auténtico respeto por la condición de seres sintientes

 

Luis Domingo Gómez Maldonado

Apoderado del oso Chucho

Especial para EL NUEVO SIGLO

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La historia del habeas corpus en favor del oso Chucho tiene mucho de novedoso en un país de tradición jurídica enraizada en el “legiscentrismo” rancio que nos ha acompañado el mayor trayecto de vida republicana.

Llama fuertemente la atención que en Colombia algún juez tenga la sensibilidad de administrar justicia en un caso donde un oso de anteojos reclame, como es natural a través de un agente oficioso, su derecho a vivir de manera libre según su condición y especie.

Las Salas de Casación Laboral y Penal de la Corte Suprema de Justicia dejaron sin efecto el habeas corpus en favor de Chucho, haciendo uso de argumentos procedentes del viejo arsenal jurídico. Sin darse a la tarea de indagar sobre la pertinencia que para la generación presente tendría variar la forma de abordar a los animales como seres sintientes, optaron por no leer los cambios que el contexto plantea.

Aparentemente podría advertirse algo de inconformismo en todo lo que viene sucediendo en los estrados judiciales en el asunto del oso Chucho. A decir verdad sucede que para quien los litiga, sin lugar a dudas, la administración de justicia con estas decisiones nos pone en un escenario que a fuerza de agotar instancias lo que está generando es un gran escenario de debate sobre la pertinencia de resolver la cuestión de los derechos de los animales, especialmente la posibilidad de resolverlos a través de mecanismos procesales idóneos y pertinentes para lograr un auténtico respeto por la condición de seres sintientes, que ya se les ha reconocido con la expedición de la Ley 1774 de 2016.

Expectativas

Sobre el caso particular, podríamos decir que el habeas corpus en favor del oso Chucho fue promovido con el interés de lograr su ubicación en un hábitat similar al natural para que pudiera vivir según su condición y especie los últimos años de vida y evitar su confinamiento en un zoológico, lugar en el que no merece estar.

Quienes creemos firmemente que los animales como seres sintientes tienen derecho a ser oídos en los tribunales y a que se les administre justicia en sus causas, acompañamos esta convicción con elementos científicos que dan cuenta de su capacidad de experimentar dolor físico, sufrimiento, placer y hasta de divertirse, por tanto somos conscientes que nuestros compañeros de viaje en este planeta no merecen nuestro silencio y mucho menos nuestra indiferencia.

A la Corte Constitucional el asunto arribó sin mayores expectativas, pero con muchos elementos interesantes para llamar la atención del alto Tribunal, teniendo en cuenta que se trata de discutir la pertinencia de aplicar un mecanismo procesal constitucional, que siendo ideado para uso y beneficio del animal racional, pueda ser utilizado para defender la libertad de los animales no racionales, hasta tanto el sistema jurídico colombiano no adopte un mecanismo procesal que sea efectivo para proteger la libertad animal de manera idónea e inmediata, o que se decida su utilidad para este tipo de causas, sin que se deban esperar los largos tiempos que acompañan las soluciones tradicionales, como sería el caso de seguir litigándolas, como por ejemplo, a través de las acciones populares.

En todo este proceso de discusión de si una institución procesal de raigambre ius fundamental es útil para la protección de derechos de los animales como seres sintientes, nos viene quedando claro que el abordaje no puede ser asumido desde los hitos y paradigmas fundamentados en las clásicas soluciones, con las cuales nos formaron tradicionalmente en las escuelas de leyes.

Criterios dispares

Históricamente las Cortes Supremas de Justicia de cada país fueron el fundamento, al menos en la familia del derecho europeo continental, de la defensa férrea de la Ley como máxima categoría del sistema de fuentes del derecho. Hoy esa visión tradicional de fuentes ha sido superada y a la cabeza se encuentra la Constitución Política como fuente central del sistema jurídico.

Resulta paradójico que en el caso del oso Chucho esta tradicional institución –actuando no en sede de casación como ha sido su oficio sino como juez constitucional en un primer momento en el habeas corpus en la Sala Civil y después de tutela en las Salas Laboral y Penal– tenga un criterio tan dispar frente a un asunto central en el contexto actual del mundo, donde todas las miradas vuelven sobre la naturaleza con toda su fuerza, no por ser un tema de moda sino por necesidad, por la necesidad que tiene la humanidad de asegurarse un futuro sostenible y respetuoso con el medio ambiente.

Con independencia del resultado que pueda traer la decisión de la Sala Plena de la Corte Constitucional, hoy podemos decir que en Colombia la posibilidad de que los animales comparezcan, a través de sus propios abogados, a los estrados judiciales a defender sus derechos como persona animal está sobre la mesa y con toda seguridad es un fenómeno jurídico que llegó para quedarse, a pesar de la enorme resistencia que el mismo pueda generar, sumándose a los avances que se han logrado en el reconocimiento de su dignidad y de su condición de seres sintientes.

Luego de asistir, el pasado 8 de agosto a la audiencia pública en la Corte Constitucional, donde se escucharon las voces de los expertos en el manejo de la especie, de la academia nacional y global, con independencia de que se ordene o no el regreso de Chucho a su hábitat, no nos queda la menor duda que la titularidad de derechos de los animales en el sistema jurídico colombiano será reafirmada, la política pública de protección del oso andino será reconducida, el papel de las Corporaciones Autónomas Regionales en el manejo de especies silvestres será reformulado, la Corte despejará la pertinencia de las acciones constitucionales en la defensa de los derechos de los animales, para definir qué derechos tienen los animales y de cuales animales se predicarán dichos derechos, entre otros tantos aspectos relevantes.

Con seguridad, Chucho nos está permitiendo pasar del discurso de ser un país megadiverso a garantizarnos seguir siéndolo.