El mundo según Duque (II) | El Nuevo Siglo
Domingo, 18 de Agosto de 2019

“Ideas para un balance de política exterior”

La columna anterior podría hacer pensar que solo la necesidad ha determinado la política exterior colombiana durante el primer año de la Administración Duque y que, por lo tanto, ha habido más bien poca libertad de elección a la hora de configurar la agenda y definir los temas que, por propia iniciativa y no por condicionamiento, Colombia aspira a impulsar en su relacionamiento con el resto del mundo y en su participación en la escena internacional.

Sería un error que así fuera. Es un error pensar que así es.

Varias de las apuestas aspiracionales del Gobierno en política exterior han empezado a perfilarse y ameritan un examen cuidadoso y constructivo. Pero es demasiado pronto para emitir un juicio definitivo sobre su solidez o eficacia.

Así pasa, por ejemplo, con la intención de adoptar una política migratoria integral que facilite la movilidad de los colombianos (un terreno en el que hay todavía mucho qué ganar y asegurar), y que haga del país un polo de atracción para el retorno y la inmigración calificada.  Ello supone una regulación actualizada e inteligente.  Ojalá la ley que surja de la discusión que actualmente tiene lugar en el Congreso sea congruente y conducente a ese propósito. En todo caso, más allá de los ajustes normativos, sin medidas de política específicas, no habrá más que magros resultados.

En cuanto a la definición e implementación de la política de fronteras para la estabilización y el desarrollo de los territorios -una tarea titánica y urgente, y precariamente cumplida hasta ahora-, el Gobierno ha anunciado la inminente presentación de un proyecto de nueva ley, que responda plenamente al mandato constitucional del artículo 289.

Esa ley, y las políticas que la acompañen, podrían allanar el camino a fronteras más resilientes, más integradas, más funcionales y seguras. La complejidad de los problemas e intereses en juego requerirá de todo el talento y el liderazgo político del Canciller para que así sea.

Por otro lado, el ministro Trujillo ha propuesto con vehemencia una “diplomacia de la legalidad”, en la que acaso está el núcleo duro de su “doctrina” de política exterior. Esa “diplomacia de la legalidad” se ha desplegado, notoriamente, en por lo menos dos frentes de acción. En primer lugar, en la defensa de la institucionalidad hemisférica, y en particular, del régimen democrático interamericano, como piedra angular de la estabilidad y la seguridad regional: ahí están el Grupo de Lima, el retiro de Unasur, y el cerrar filas alrededor de la OEA.  En segundo lugar, en la promoción de una “discusión global” sobre la necesidad de actualizar y fortalecer el régimen internacional de lucha contra la corrupción, incluso mediante la creación de una corte internacional: una causa para la cual ha empezado a liderar una coalición internacional multisectorial, que ya ha sido presentada en distintos foros multilaterales, y que estará en la agenda de la Sesión Especial de la Asamblea General de la ONU convocada a instancias de Colombia y Perú para el año 2021.

También se han dado pasos para fortalecer las relaciones de Colombia con el Caribe, mediante la celebración de la I Cumbre Colombia-Caricom. Pero para que no sea la primera y la última, y para que el país aproveche todo el potencial del azar geográfico que lo proyecta a esa región, se requerirá una estrategia geopolítica y diplomática que no surgirá por generación espontánea.

Otras elecciones de política exterior suscitan menos expectativas y más inquietud y aprehensión. Por ejemplo, en materia comercial, pero con profundas implicaciones políticas y diplomáticas, la forma en que la posición del Presidente Duque sobre los tratados de libre comercio puede afectar el presente y el futuro de la Alianza del Pacífico (o, mejor dicho: de Colombia en la Alianza del Pacífico).

Si se trata de hacer un balance, en este primer año de política exterior de la Administración Duque hay tanto de necesidad como de elección.  Pero, sobre todo, mucho camino que recorrer para sortear con prudencia la necesidad y justificar, con resultados, la elección.