El Amazonas se incendia | El Nuevo Siglo
Jueves, 22 de Agosto de 2019
  • La responsabilidad del Brasil
  • El pulmón del mundo en peligro

 

Las impresionantes imágenes satelitales que evidencian la extensión y multitud de focos de incendios en la Amazonía brasilera son motivo de pasmo y preocupación para el mundo. El crimen de la deforestación, que consiste en quemar selva para luego conseguir unas hectáreas de propiedad espuria, está produciendo resultados verdaderamente alarmantes que deben ser combatidos de forma drástica y urgente por el gobierno de Jair Bolsonaro.

No es este, en modo alguno, un debate entre ambientalistas y no ambientalistas. No existe razón alguna para dejar que se queme el Amazonas mientras unos y otros se transan en una discusión ideológica. El deber del Brasil para con el mundo, y en ello por supuesto también se cuentan todos los países amazónicos, es el de proteger el gran pulmón del planeta y actuar en consecuencia.

Como se sabe, la afectación de la Amazonía en su sensibilidad ecosistémica tiene consecuencias gravísimas sobre el cambio climático, los recursos hídricos y la recarga de las nubes. En un planeta cada día más incidido por los factores antropogénicos, propiciando el cambio de los ciclos pluviosos y generando el calentamiento global, no es dable pasar por alto incendios gigantescos como los actuales en la cuenca del Amazonas, ubicados en su gran mayoría en Brasil.

El Amazonas es, asimismo, el principal sumidero del mundo para contrarrestar los gases de efecto invernadero. Es ahí donde en cierta medida se recicla y compensa la erosión climatológica causada por los carbonos, los nitratos y en particular el metano, fruto de la ganadería extensiva que precisamente es, a su vez, la principal causa de la deforestación en todos los países amazónicos.

De enero a hoy se han presentado en la Amazonía brasilera alrededor de 72 mil focos incendiarios producto de la mano humana a fin de tumbar selva tropical para tratar de volverla tierra para el ganado. Esto, en una época tan seca como la actual, demuestra el grado de irresponsabilidad al que llegan miles de personas sin que, por el contrario, el Estado actúe irrestrictamente. No se trata, pues, de ninguna formulación en torno del desarrollo sostenible, sino precisamente de impedirle a las generaciones futuras la posibilidad de vivir en las mismas condiciones que las generaciones actuales. De hecho, es claro el incremento constante de la temperatura a partir de los gases de efecto invernadero que incluso, a largo plazo, pueden hacer insostenible la vida humana si continúa el calentamiento global al ritmo presente. Si a ello se añade la deforestación, no hay como enfrentar el fenómeno catastrófico.

No se trata, desde luego, de ser alarmistas. Pero sí de mantenerse alertas porque el negacionismo en torno al cambio climático tal vez sea el peor de los crímenes hacia el futuro. De modo que es indispensable que tanto en el Brasil como en países de la cuenca amazónica  se tome absoluta conciencia de esta realidad insoslayable.

Tan es así que el propio papa Francisco, después de su encíclica “Laudato si”, ha venido generando múltiples sinergias en torno de la cuenca del Amazonas para elevar el tono y la pedagogía sobre todo lo que allí acontece. De tal manera el próximo Sínodo, en octubre en Roma, tendrá como epicentro esta materia que muchos suelen pasar por alto frente a otras tragedias del mundo, pero que indudablemente significa un reto gigantesco para esta y las próximas generaciones.

La dramática situación que se vive en varios departamentos amazónicos del Brasil implica, ciertamente, que el gobierno Bolsonaro cambie de actitud frente a la desaprensión mostrada ante el cambio climático.

Muchas veces hay elementos políticos escondidos tras este tipo de denuncias, pero hoy es a todas luces evidente que un país con la fortaleza del Brasil no puede hacerse, en lo absoluto, el desentendido frente a este fenómeno recurrente de la deforestación. Por el contrario, a ese país le corresponde salvaguardar este patrimonio universal y esa es una situación que demanda la autoridad moral suficiente para presentarse en el concierto internacional.

Desgraciadamente es por la vía negativa de ver las imágenes satelitales, donde puede constatarse el gigantesco incendio en parte de la Amazonía brasilera, como se ha puesto sobre el tapete la responsabilidad de los países amazónicos frente al mundo. Toca en este momento proceder urgentemente para apagar el drama que allí afronta el bosque tropical. En adelante lo que también tiene que interesar es el compromiso del Brasil con el amparo de los recursos naturales en el Amazonas. La consigna de que allí está el pulmón del mundo no es simplemente literatura propagandística. Esa es la verdad y ello entraña responsabilidades gigantescas.