Lo que el dinero no compra | El Nuevo Siglo
Lunes, 6 de Agosto de 2018

Colombia es un país muy rico. ¿Se imaginan ustedes si no se lo robaran como se lo roban?

Cuando veo el avance de las denuncias que sin duda desbordan la capacidad de los entes de control para investigar y producir resultados, de inmediato pienso en cómo habrán quedado las entidades del Estado de las que no se tuvo razón.

En estos días de cierre y balance, la arremetida del Presidente Santos en contra de las personas que alzamos la voz para hablar con propiedad de lo que estuvo mal, de lo que vimos, combatimos y que esperamos sea investigado, fue aplastado con el uso abusivo del poder para descalificar, subestimar y atacar a la persona en lugar de demostrar con hechos, documentos y pruebas concretas que sus argumentos son ciertos.

Contrario a esto las evidencias están allí, presupuestos desocupados, clientelas cancerígenas apegadas en las entidades como parásitos que las desangran y que seguramente quedaron contratadas hasta el 31 de Diciembre de este año. Ante las evidencias de posible corrupción en tantas entidades, muchos de los líderes de opinión que ostentan los diplomas de la anticorrupción guardaron silencio en una lectura que podría interpretarse como respaldo al Presidente saliente posiblemente para cuidar los acuerdos de paz.

La corrupción se combate de frente. Creo que un gran beneficio de haber firmado los acuerdos de paz con las Farc, fue que esta salió a la superficie como uno de los orígenes de la guerra y no como un mero síntoma de ella. En alguna parte leí, me disculpan que no recuerde el autor (aunque lo busqué), que si uno va a combatir la corrupción debe estar dispuesto a meter a la cárcel a amigos y familiares. ¿Saben por qué? Porque la gente embriagada de poder se siente intocable y dueña de lo que en lugar de administrar creen que es de su propiedad. Por eso, los políticos que aprovechan sus posiciones para repartir oportunidades “contractuales” a amigos y familiares, tienen que ser conscientes que eso no está bien. Para combatir la corrupción no se puede tener rabo de paja, ni hacer concesiones. Lo que está mal, está mal y no hay excusas para exonerar a nadie de responsabilidades.

La corrupción se combate en equipo. Y aunque suene ingenuo, para este cambio una o dos golondrinas no hacen la diferencia. Por eso el apoyo de la ciudadanía y su empoderamiento es pieza fundamental para notificarle al mismo sistema que las prácticas corruptas han caducado. Si no hay sanción legal, al menos la social está empezando a ser efectiva. El acuerdo de paz es un logro del Presidente Juan Manuel Santos que nadie le puede negar. Sin embargo, cuál fue el costo real que pagó para lograrlo será una pregunta que el gobierno del presidente Iván Duque tendrá que responder y enfrentar.


Bien ido Santos con sus coequiperos que le apostaron a la paz abriendo más heridas. Profundizando esas prácticas dañinas de compra-venta de conciencias. Era innecesario dejar al país polarizado. Quizá la narrativa dañina de la paz y la guerra que deja Santos es el preámbulo de su propia defensa. Yo no quisiera pensar que la implementación de la paz se quemó en la puerta del horno, pero cuando todo apunta a que se apostó a pagar su implementación con mermelada en lugar de inspirar a un pueblo para construir un mejor futuro, se cometió un error que con liderazgo se hubiera podido alcanzar.