Guerra anticorrupción | El Nuevo Siglo
Domingo, 12 de Agosto de 2018

Con todo el respeto del caso me permito informarle a los lectores de este escrito que no se si la consulta anticorrupción es una costosa falacia. Más si es promovida por personajes que no saben de lo que están hablando. Convocar al país a opinar sin haber estudiado, a fondo, las causas de la epidemia que se está comiendo las entrañas de la mayoría de los países del mundo no es algo serio. Y peor aun, si los llamados a curar la plaga son portadores de la misma.

Lamentablemente, hay quienes piensan que el mal está en las sabanas: más autoridad, más cárceles, más jueces, más leyes, más fiscalía, más procuraduría, más policía, más interventores, más populismo, más ideologías, más Cristo-fobia, más liberalismo, más educación inútil, más promesas, más gastos, mas improvisación, prevención sin dientes… Siendo que la verdadera solución está inscrita en la naturaleza humana, en la antropología y en la riqueza de nuestra herencia cultural: Jerusalén, con su lectura de la ley natural, Atenas, con su lectura filosófica y Roma con su legado jurídico.   

En este orden de ideas, el primer paso a seguir debería ser redescubrir, revivir, a Aristóteles y su Ética Nicomaquea (obras inigualable en la historia) y a Platón y sus virtudes fundamentales -prudencia, justicia, fortaleza y templanza- fuente, imprescindible, del buen vivir como personas humanas, en todo el sentido de la palabra. Recordando que la persona humana esta llamada, constitutivamente a ser más, y que la ética es un canto de sirenas si no se viven las virtudes humanas (hábitos operativos buenos).

Dice Aristóteles (348 a.C.) que los hombres son arqueros que buscan el blanco de su vida. […] la virtud es el mayor de los bienes humanos, […] Para ser bueno no basta querer, tampoco basta saber. si no se realizan muchos actos buenos. […] Lo importante no es saber qué es la virtud, sino cómo se conquista. […] Lo que está claro es que la felicidad no está en la pura diversión, y que solo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego.       

Cuenta Platón (427 a.C.), en el Mito Andrógeno, que el ser humano fue creado con cuatro piernas, cuatro brazos, dos caras y dos sexos, y podía correr más que ninguno, trabajar más que ninguno,  y se reproducía por sí mismo, y con dos caras opuestas nunca podría ser sorprendido por la espalda. Es un ser invencible, con una fuerza capaz de acabar con los propios dioses, por esto, para evitar esto, el dios Zeus decidió partirlo por la mitad con su rayo, y desde aquel momento el ser humano quedó dividido en dos partes, condenadas eternamente a encontrarse. Desde entonces la existencia del ser humano tiene un único sentido, la búsqueda de su otra mitad, con un objetivo: volver a ser un ser completo, para toda la vida, y lo que guía esta fuerza es una fuerza imparable, potente, intensa: la fuerza del amor. Siendo el amor el hijo predilecto de la virtud.