El Amazonas también es Colombia | El Nuevo Siglo
Foto cortesía María Andrea Nieto
Domingo, 19 de Agosto de 2018
María Andrea Nieto
Conozca este recorrido por lo más profunda de la selva amazónica desde Puerto Nariño hasta el mirador de Puerto Nariño, pasando por Mundo Amazónico y la reserva Tanimboca 

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Si hay algo que me quedó claro en mis viajes como servidora pública, es que en muchos lugares del país, se sienten desconectados del sentimiento: ¡Ay que orgulloso me siento de ser un buen colombiano! Pasa en San Andrés, pasa en Guainía, pasa en el Amazonas. De pronto la unidad nacional llega en los partidos de fútbol, pero el sentimiento dura tan solo los 90 minutos del juego y se retoma de nuevo la refunfuñadera de la desconexión con Colombia. Aunque no lo crean, en muchos territorios en el imaginario y la comunicación existe esta expresión: “Allá en Colombia pasa esto o aquello”. Y claro uno que llega de “esa Colombia” a la que hacen referencia los corrige, “estamos acá en Colombia” y acto seguido alguien tuerce la boca. Una vez en un viaje a Leticia fue donde entendí esa desconexión hablando con las comunidades: “estamos como en una isla, en lugar de mar, hay selva” me dijeron.

 

Hay mucho qué hacer entonces por reconectar a nuestro país. Pero como nada es 100% negativo ni 100% positivo, veamos el encanto y la protección imperiosa de ese verde mar cómo es una responsabilidad de todos los colombianos. El Fondo de Turismo (Fontur) viene haciendo una tarea importante de promocionar los destinos turísticos más diversos de nuestra geografía, estimulando al viajero a conocer lugares mágicos y muchas veces escondidos que tiene Colombia. Hacía mucho no iba a ese lugar hermoso que es el Amazonas. Y en esta oportunidad me traje una frase que quiero compartir con ustedes: “y si no conoce su tierra, ¿Cómo sabe a qué sabe Colombia?”.

 

En el avión de ida les cuento que el 35% de los pasajeros fueron extranjeros. Son dos vuelos diarios cubiertos por Avianca y Latam, que llevan y traen 400 personas para vivir una gran aventura que desde ya invito a todos a realizar. Sugiero deben empacar en la maleta mucho repelente (úselo incluso por encima de la ropa y sobre todo en el lugar favorito de los moquitos: los tobillos), bloqueador, botas de exploración (nada de chanclas), camisetas de manga larga, pantalón e impermeable. La selva cambia de parecer de manera permanente.

 

Las Reservas Naturales

 

Imperdible una visita al “Mundo Amazónico” en donde se visita una reserva salvada de la ganadería y que tardó 18 años en ser recuperada. Queda a 7 Km de cabecera municipal por una vía pavimentada. Recorrerla permite entrar en contacto con la flora nativa, los insectos (obvio muchos) y el sonido encantador de las aves. Los guías además de explicar la cultura, los saberes y conocimientos de sus propias etnias dirigen un recorrido por diferentes colecciones: la botánica, comercio bio-diverso, la villa cultural, el acuario y un sendero de selva. Se aprende a disparar con arco y flecha y a oír el sistema ancestral de comunicación de las etnias a punta de un instrumento que transfiere notas con significados que para nosotros suena bonito pero indescifrable.

 

La reserva “Tanimboca” ofrece planes de estadía en la selva en cabañas construidas entre los árboles desde 7 y hasta 30 metros del piso. La cabaña de 7 metros recomendable para ir con niños, las demás no. La infraestructura es sencilla y muy cómoda. Cada cabaña tiene angeos para tener una experiencia más intensa. Caminatas en la selva, escalada de árbol, canopy, kayak y de nuevo unos guías que con la palabra te llevan a vivir de cerca la historia de la Amazonía colombiana, tan lejana para los colombianos.

 

El Río Amazonas

 

Denominado así, no tanto como un nombre nativo sino por un extranjerismo importado de la mitología griega que un español en plena conquista y muerto del susto por las comunidades que se defendían de las invasiones nombró al Amazonas evocando a esas  mujeres que se cortaban el seno derecho para poder sostener mejor el arco y la flecha. Solo nueve países tienen el privilegio de tener el rio más largo y caudaloso del mundo. Diría yo que es la aorta del planeta porque la selva que lo rodea, misteriosa como ella sola, es el pulmón que sostiene el respirar de un sin número de seres vivos. Recorrerlo es una maravilla y un privilegio que no está lejos de ser alcanzado. El espectáculo (con suerte y paciencia) ver los delfines rosados y grises

Se embarca en Leticia y vale la pena la cuña al gobierno nacional y local para que haya una inversión a ese muelle internacional. Es una deuda histórica. Saliendo de Leticia hacia el centro del río se llega al “punto ciego” que es nada más ni nada menos que el lugar en donde se puede estar en tres lugares al mismo tiempo: Colombia, Perú y Brasil. Una zona donde los colonos, los blancos, los indígenas, los mulatos, los mestizos y hasta los que se creen de mejor familia coexisten. Unos porque son las dueñas milenarias de la tierra y otros porque la disfrutamos prestada por un ratico.

 

Navegando el río: Puerto Nariño

 

Después de un recorrido de 80 km en lancha se llega a uno de los municipios más lindos que tiene Colombia. Tengo que decir que la inversión pública se nota. Mi primera visita fue hace casi 4 años y hoy en día hay cancha de fútbol, senderos pavimentados y organización urbana (que envidiaría Bogotá). Este lugar tiene el privilegio de no tener carros. Todo el mundo anda a pie. El muelle de llegada es lindo a diferencia del de Leticia. La gente es amable y el paisaje embrujador. Uno de los atractivos es el mirador que da una vista 360 grados de la selva. Estar allí es presenciar el vuelo de papagayos de colores y el siempre vigilante gavilán. La gastronomía ha sido adaptada para que los turistas puedan disfrutar los sabores de la selva. Yo que soy vegetariana, tuve muchas opciones de alimentación. ¿Saben a qué huele el Amazonas?

ENS

 

Mirador de Puerto Nariño

Monerías, diversión y gritos. En eso se resume la visita a este lugar habitado por cerca de 5.000 micos que revolotean de rama en rama por esta isla. Son cerca de 80 familias de monos que tienen una clara división territorial de la isla y que le dan la bienvenida a los humanos con la certeza (promesa) del banano que traen los visitantes. Saltan de cabeza en cabeza sin pudor ni respeto y mientras se quedan posados en la humanidad de alguien, se rascan el cuerpo sacándose las hormigas diminutas que luego uno dura una hora tratando de quitarse después de varias mordeduras (que le repelente no evita).

 

La comunidad donde los niños no lloran

 

Llegar de una urbe ruidosa a una comunidad donde la gente sonríe es maravilloso. De todos los sitios visitados, quizá el que más me estremeció en esta oportunidad fue la Comunidad de Mocaua o “Tierra de cazadores y pescadores”. Cerca de 700 habitantes que comprendieron que el eco turismo sostenible era una oportunidad de emprendimiento asociativo, colaborativo y colectivo. Arreglaron senderos, podaron los pastos, organizaron su gastronomía y abrieron la comunidad para que la gente los visite. El 30% de la población son niños y mientras estuve allí, con pleno conocimiento de las carencias que a simple vista se ven, los niños se oían reír. De hecho los que estaban a la orilla del río y que nos recibieron  fueron cuatro chiquitines entre 6 y 9 años que subían y bajaban la ladera del Amazonas. Acostumbrado el citadino a oír y ver niños llorando y maltratados en cada esquina de las ciudades, las dos horas de recorrido en este lugar fueron acompañadas por un silencio amable, muchas carcajadas infantiles y calor, mucho calor.

 

El parque de los Loros (o Santander)

 

¿Saben a qué suena el Amazonas? El impresionante espectáculo de golondrinas y loros en el Parque Santander de Leticia a las 6 de la mañana y de la tarde vale la pena vivir. Pregunté por todos lados si alguien tiene el número de aves que vuelan al amanecer y regresan al atardecer en un escandaloso ruidajo. Levantar los ojos es verlos caer como flechas desde el cielo. Vuelan a toda velocidad y se posan en las ramas de los árboles del parque. Sabe Dios cómo cada criatura de esas encuentra sus ocho centímetros cúbicos para dormir y descansar unos apiñados encima de otros. Pero esa es la naturaleza y de nuevo el humano es un espectador que disfruta la magia de un espectáculo gratuito.

 

Lo que más me gustó de este viaje fue ver cómo las comunidades se han ido organizando para hacer turismo sostenible y respetuoso con la naturaleza y sus etnias. Hay una narrativa del amazonas que está desmitificando el Amazonas visto con ojos de “Hollywoodescos” con anacondas monstruosas y bichos gigantes, que obvio sí hay pero en un contexto taquillero diferente.  El Amazonas es un tesoro que vale la pena descubrir. Y al que el gobierno colombiano le debe invertir. En los centros urbanos nos pasa que miramos mucho hacia el norte para pasar vacaciones, pero se nos olvida que en el sur está la selva y que de hecho casi la mitad del territorio colombiano tiene una influencia directa e indirecta del ecosistema de la Amazonía. ¿Se animan a recorrerlo?

 

¡Ah! Se me olvidaba, el Amazonas huele a tierra, a agua dulce y a calor, del pegachento.