Afganistán: “El cementerio de los imperios” | El Nuevo Siglo
Miércoles, 18 de Agosto de 2021

Con ese nombre se le reconoce por el temple de sus tribus y su topografía lunática.

En una invasión brutal, Alejandro Magno recibió una herida de la que no se recuperó. Allí se casó con la princesa Roxana. Su dominio fue efímero. Por escarmiento elevaba pirámides con calaveras de los vencidos. Esa propaganda de espanto era su ostentación. Lo que, según me decía Borges, es una prueba de que hay un crecimiento moral en la conciencia humana, por cuanto otros, miles de años después, también asesinarían masivamente, pero con hipocresía. La hipocresía viene a ser una venia que el crimen hace a la virtud. El imperativo “no matarás” ha permeado a la conciencia, tras miles de años. Matar ya no es motivo político de jactancia.

Inglaterra en vano la invadió varias veces en el siglo XIX. Su ejército fue masacrado en el camino que va de Kabul a Jal alabad. Rudyard Kipling en su narración “El hombre que sería rey” describe esa soberbia británica.

Casi un siglo después, la URSS invicta desde la segunda guerra mundial, en el auge de su poderío militar, la invadió. Sufrió una solfa durante años, la desangraron. Quedó tan débil que cuando, poco después, el sindicato Solidaridad en Polonia retó su dictadura “Proletaria”, se acumularon las fuerzas de su derrumbe, con ayuda del Papa Juan Pablo II (polonés) y de USA.

 Se enterró así otra ideología totalitaria, a la que le fue como a los perros en misa.

 Ya en este siglo Estados Unidos probó suerte con ese albur, codicioso como sus antecesores imperiales por esa posesión geopolítica. Alegó a su favor querer combatir el terrorismo, llevar su ideal democrático occidental progresista, además de ponerle coto al nefasto tráfico de opiáceos contra los sanos americanos.

Invadieron.

Declararon victoria y gobernaron. Al año de ello, la producción de opiáceas se había triplicado.  Entonces fueron las fuerzas aéreas estadounidenses quienes trasportaron con más eficacia a los norteamericanos su diaria provisión… Esto no fue un acto de hipocresía, fue un descaro más bien atribuible a una suerte de sicosis ambivalente de los valores.  Sirva esto de reflexión a los políticos tropicales que creen que pueden erradicar con mano dura el tráfico de estupefacientes sin tener en cuenta a los poderosos consumidores occidentales.

 Mientras tanto la geografía y tenacidad de los afganos sumió al imperio en una guerra de atrición sin fin a la vista, que se sumaba a otros conflictos regionales. Lo que agravó la deuda interna norteamericana. De poco valió la propaganda, adobada por el uso masivo de bombas “inteligentes”, con las que el presidente Bush jr. solía confundir la luz con el fuego.

Tras veinte años de conflicto han sido expulsados. Afganistán ha quedado en manos de los fundamentalistas sunnís talibanes. En retirada, los americanos prefirieron darles buenos consejos a sus aliados ya que no podían darle buenos ejemplos. Y ese “cementerio de imperios” aún guarda la incógnita de un claro azar o de una oscura sincronía.