Tareas inmediatas: inflación, tributaria y cambio energético | El Nuevo Siglo
LA MANO experta del ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, da confianza de que el rumbo de la economía se mantenga en crecimiento en el corto y mediano plazo.
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Viernes, 5 de Agosto de 2022
Redacción Economía

Apenas Gustavo Petro comience a calentar la silla presidencial, desde hoy, tiene que adoptar urgentes medidas para frenar el mayor enemigo: la inflación. Asimismo, debe presentar de inmediato una reforma tributaria que le permita en el mediano plazo lograr los recursos para los grandes cambios que ha propuesto en su programa de gobierno, como lo es la transformación energética y los temas de educación y salud. Ante ello, estas son las tres tareas principales:

1.- ¿Qué hacer con la inflación?

Cuando a finales del 2021 se decretó el incremento en el salario mínimo de 10,07% y por primera vez en la historia llegaba a $1 millón, el presidente Iván Duque dijo que ese aumento era el mayor en 40 años.

En esos momentos el Índice de Precios al Consumidor (IPC) -que mide la inflación- iba en 5,52%, con lo que prácticamente sobre el papel el alza del mínimo casi duplicaba el costo de vida. Sin embargo, ahora, siete meses después, todos esos indicadores se han desdibujado.

La inflación anual llegó en julio a 10,21%, la más alta desde el 2020, con lo que significa a simple vista que ya se ‘tragó’ el incremento salarial.

Esta cifra traerá grandes retos para el gobierno del presidente Gustavo Petro, pues se enfrenta al aumento de precios más alto desde el año 2000 y es, sin duda, la escalada inflacionaria más elevada que se ha visto en este milenio.

Una parte de la inflación se debe a la intensa devaluación del peso frente al dólar que resultó del aumento de las tasas de interés en Estados Unidos, más la tendencia mundial a refugiarse en el dólar como reserva. Otra parte de la inflación se debe al aumento de los costos asociados con las disrupciones en el transporte internacional y con la guerra de Ucrania.

En palabras sencillas, la inflación en Colombia es principalmente importada, puesto que resultó del aumento de los costos y la devaluación del tipo de cambio. Ante ello, el Banco de la República decidió salir a la ofensiva con su política monetaria y ha incrementado la tasa de interés hasta el 9% y se espera que la eleve hasta el 10%.

Con ello ha buscado desestimular la demanda de créditos, bajar el consumo y estimular el ahorro. Pero esta situación ha resultado complicada, ya que hay alta demanda del crédito de consumo y el ahorro de los colombianos ha llegado a sus niveles más bajos. Otra medida del Gobierno ha sido beneficiar con aranceles cero la importación de materia prima para la producción de alimentos, pero estos todavía siguen empujando el costo de vida, con un aporte del 25%.

El investigador Manuel Martínez, de la Universidad de Campinas, dice que para reducir la inflación es necesario atacar sus causas, lo cual implica valerse de medidas macroprudenciales que incluyan el uso de reservas internacionales y de controles de capital para estabilizar la tasa de cambio. “También tendríamos que estimular la producción agropecuaria por medio de créditos y subsidios, e impulsar la reconstrucción de empresas locales productoras de fertilizantes”. Por su parte, Jorge Restrepo, profesor de la Universidad Javeriana, dice que “solo con disciplina en los ajustes de salarios, incluyendo el ajuste de salario mínimo, mayor disciplina en el gasto público, estímulo a la producción y nuevos aumentos en la tasa de interés por el Banco de la República, se podrá estabilizar la inflación. Pero no es momento de locuras ni de hacer experimentos en política económica. No volvamos a los noventa”.

2.- Adelantar la tributaria

"No voy a proponer locuras ni voy a aceptar locuras", ha dicho el ministro entrante de Hacienda, José Antonio Ocampo, al anunciar que efectivamente se va a radicar inmediatamente la reforma tributaria. La razón es que no hay alternativa, sobre todo cuando el mismo equipo de empalme entrante dice que el presidente Iván Duque dejó la olla raspada.

Sin duda necesita dinero y para mantener la estabilidad macroeconómica, que hasta ahora ha tenido el país, tendrá que hacer ajustes: recortar el gasto estatal para que el déficit fiscal baje, y para cumplir las ambiciosas y diversas promesas en educación, transporte, reforma agraria, etc.

La economista Marcela Eslava explica que el actual sistema tributario de Colombia tiene dos problemas estructurales: "El recaudo es insuficiente para atender su obligación constitucional de reducir la desigualdad y está demasiado recargado sobre las empresas, por lo que no construye ni igualdad ni prosperidad".



A eso se suman las exenciones y beneficios tributarios que, dice Ocampo, se van a reducir. De hecho, se propone sacar un impuesto a las ganancias ocasionales al 35% (hoy es de 10%), que de pronto queda en 20%. El ministro ha explicado que el principal objetivo de la reforma es que las personas naturales de altos ingresos contribuyan más y que se regulen las exenciones. Es probable, también, que promueva un impuesto al patrimonio para los más ricos.

Con ello, la reforma espera recaudar lo suficiente para tapar el déficit y pagar los compromisos de deuda, que es lo más urgente. Además, espera aliviar la presión sobre las empresas para incentivar la producción. En campaña, Petro dijo que su reforma tributaria intentaría recuadrar $50 billones, pero Ocampo ha reafirmado que se contenta con que se llegue a $25 billones, y así de forma paulatina se logren mayores ingresos.

3.- La transición energética

La transición energética para enfrentar la emergencia por el cambio climático, que incluye una propuesta de detener la exploración petrolera, ha sido una de las principales banderas de Gustavo Petro. “Esto implica transitar hacia una economía productiva basada en el respeto a la naturaleza, dejando atrás la dependencia exclusiva del modelo extractivista y democratizando el uso de energías limpias”, se destaca en su programa de Gobierno.

Sin embargo, acelerar ese paso a energías más limpias se topa con el desafío de encontrar fuentes de recursos públicos que reemplacen los minero-energéticos. Solo entre enero de 2021 y julio de 2022, el Gobierno logró recaudar $16,8 billones de regalías, que es el dinero que pagan las compañías por la producción de hidrocarburos y minerales y que se entrega a los municipios y departamentos, para educación, acueductos, salud e infraestructura.

Otro dato: de acuerdo con la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), la producción de petróleo durante junio de 2022 fue de 752.294 barriles diarios, lo que representó un aumento del 8,38%. Y otra cifra: Ecopetrol logró en este primer semestre mayores ganancias que en todo el año anterior, dado que el resultado con corte a junio es de $17,1 billones. De acuerdo con datos de Bloomberg, para el segundo trimestre, el promedio de la cotización del barril de crudo fue de US$111,96, y la TRM en promedio a $3.915, lo que explica parte de los buenos resultados. La utilidad frente al mismo periodo de 2021 fue de US$39,8 adicionales.

Sin duda el petróleo es la principal fuente exportadora de Colombia, y el sector de hidrocarburos aporta aproximadamente el 3,3% del Producto Interno Bruto (PIB).

Con estos registros en la mano, muchos sectores en el país se resisten a esa transformación energética de un solo golpe. El ministro Ocampo y el propio presidente electo han señalado que la transición será gradual y que se demorará por lo menos diez años. Pero lo complicado es cuadrar la caja cuando se empiece a cortar el chorro del crudo. De allí que es importante lo que dice el exministro Juan Camilo Restrepo en una de sus columnas de opinión: “La lucha por la transición energética –que es una preocupación mundial y debe por supuesto continuar siendo también la nuestra– se está librando en escenarios distintos: encareciendo el uso de combustibles fósiles, apoyando la instalación de facilidades fotovoltaicas y eólicas y en general de energías renovables, y recabando nuevas rentas de las empresas petroleras para financiar los alivios fiscales que se están prestando a los agobiados consumidores. La tendencia que se vislumbra claramente es, pues, apoyar la transición energética por la vía de desestimular la demanda en vez de restringir la oferta”.