Por favor: una sola voz | El Nuevo Siglo
Jueves, 30 de Julio de 2020
  • Unificar óptica de plan de reactivación
  • La urgencia del documento Conpes

 

Es entendible que el programa de reactivación de la economía para después de la pandemia interese a todo el mundo. Dentro y fuera del Gobierno. Pero lo que no es conveniente es que haya, sobre todo dentro el Ejecutivo, tantas voces proponiendo planes y cifras diferentes.

La Vicepresidenta propone el suyo. El Viceministro de Hacienda hace lo propio. El jefe de Planeación Nacional igualmente. Los diferentes ministros describen lo que será la inversión para la recuperación al interior de sus respectivos sectores. Y, naturalmente, el presidente Iván Duque presenta sus visiones y sus cifras. Como lo hizo en el discurso virtual de instalación de las cámaras el pasado 20 de julio con el plan que denominó “Nuevo compromiso por el futuro de Colombia”.

Esto no está mal.  Y muestra que, al interior del Gobierno, como es apenas natural, existe la misma preocupación de todo el país: ¿cómo se adelantará, bajo cuáles prioridades y con qué recursos, la gigantesca tarea de sacar la economía nacional y el empleo de la postración en que la dejará el coronavirus?

El problema surge cuando todas esas voces hablan con partituras diferentes y al mismo tiempo. Y cuando no se sabe qué irá primero y qué después. Ni cómo se financiarán o con qué secuencia las iniciativas oficiales. Los buenos propósitos caen en un chirrido cacofónico como está sucediendo.

Veamos. El presidente Duque habla de que habrá un plan de recuperación de la economía al cual se destinarán 100 billones de pesos. Muy bien. Pero ¿de dónde saldrá esa abultada suma? ¿Cuánto serán recursos públicos y cuánto vendrá de fuentes privadas? ¿En qué espacio de tiempo se concretarán dichas inversiones?

Otro tanto sucede con los programas que bosquejan las prolíficas declaraciones de la vicepresidenta. Suenan interesantes, pero les falta concreción y anclaje en un horizonte de tiempo.

A cuenta gotas se han venido conociendo algunas cosas. Por ejemplo, con la presentación del plan de inversiones que precede el presupuesto para la vigencia de 2021 -que se radicó ayer-, se reveló que los rubros de inversión aumentarán 11% con relación a los que contempló el presupuesto del 2020. Se sabe también que está en elaboración un documento Conpes que habrá de sumar y restar todas las iniciativas que el Gobierno se dispone a poner en marcha. Ojalá ese documento Conpes salga pronto a la luz pública para que la infinidad de árboles que hoy se divisan dejen ver el bosque.

Se ha mencionado también que el plan de reactivación incluye 34 grandes obras de infraestructura y 27 en el campo energético, sobre muchas de las cuales subsisten inquietudes relacionadas con licencias ambientales y consultas previas. Aún no dilucidadas ni tramitadas.

Tampoco se ha hecho claridad finalmente sobre cuánto se está invirtiendo en los gastos de “primeros auxilios” de la emergencia del coronavirus. El Presidente habla de 11% del PIB, pero el Marco Fiscal de Mediano Plazo menciona una cifra sensiblemente menor, menos del 3% del PIB.

Ahora bien, si tomamos como punto de referencia en este maremágnum de cifras las del Jefe de Estado, o sea, las que figuran en el Programa de recuperación denominado “Nuevo compromiso por el futuro de Colombia” y cuyo costo asciende a $100 billones, cabe preguntar: ¿Cuántos de estos recursos provendrán del sector público, o sea, del presupuesto nacional, y cuántos de la iniciativa privada (iniciativas público-privadas)? ¿En qué horizonte de tiempo se piensan ejecutar tales inversiones? Lo anterior resulta fundamental para calibrar la solidez de los múltiples programas anunciados, sobre todo en materia de infraestructura. Con relación a los cuales se puede anticipar desde ahora que el aporte de fondos públicos no será suficiente.

El horizonte de tiempo de este programa de reactivación económico, de este “Plan Marshall criollo” como ahora se le llama también, es igualmente crucial ¿Es algo que se intentará ejecutar en los dos años que le quedan a este Gobierno, o es un programa que se proyecta también para el venidero? Por la ampliación que se ha conocido recientemente al calendario de “vigencias futuras presupuestales” da la impresión de que el grueso del “Plan Marshall” criollo se extenderá a buena parte del próximo mandato.

Y, por último: ¿Cuánto de todo esto se hará con recursos tributarios y cuánto con endeudamiento público, adicional al ya contraído?

Si bien este preciso momento no parece el más adecuado para tramitar una nueva reforma tributaria, no se deben manejar ambigüedades sobre cuándo habrá que enfrentar el ajuste fiscal que luce ineludible. Ya el Viceministro de Hacienda dijo que será para cuando pase la pandemia y que se buscarán recaudos nuevos por dos puntos del PIB. Pero si, en gracia de discusión, se acepta que la pandemia se extinguirá en algún momento del segundo semestre del 2020, ello querría decir que la tributaria queda para el 2021. Con lo cual se empezaría a cobrar solo en el 2022 por el gobierno venidero. Pues el del presidente Duque ya tendrá el sol rechinándole en las espaldas para ese entonces.