“Tomó las de Villadiego” | El Nuevo Siglo
Jueves, 11 de Julio de 2019

Del refranero popular, “Tomar las de Villadiego” significa: “huir, salir a escape de algún sitio o desentenderse de una situación a toda prisa, sin ánimo de regresar”.    Dicen que el dicho popular se acuñó en épocas del Rey Fernando el Santo que protegió los judíos sefarditas que se encontraban en ese lugar y desde allí, los perseguidos en toda España, tomaban las de Villadiego, para eludir a sus perseguidores.

El Sr. Santrich como se esperaba, gozando de su libertad, escoltado por el Estado colombiano, se acercó lo suficiente a la frontera, a diez minutos en coche, y aprovechó para escaparse y eludir la autoridad judicial colombiana, que lo llamó a indagatoria, por los posibles delitos de concierto para delinquir y trafico de estupefacientes.      

Era obvio que se iba a escapar, pues el video que todos conocimos en los medios, lo ponía en calzas prietas para justificar su gracioso argumento del montaje y el atropello de los enemigos de la paz. Como se encontraba detenido con fines de extradición al ser solicitado por una Corte extranjera, la verdad es que la Fiscalía se relajó para abrir la investigación que correspondía por el delito cometido en Colombia y vino a hacerlo cuando se enteró de la muy discutible decisión de la JEP de liberarlo por no tener pruebas de cuando se cometió el delito; de carreras   la Fiscalía ordenó su detención por la apertura del proceso en Colombia, pero se encontró con que  la  Sala de Instrucción e Investigación de la H. Corte Suprema de Justicia dejó sin efectos la detención ordenada por la Fiscalía alegando que por tener fuero, dada su posible investidura como Representante a la Cámara,  la competencia para adelantar la investigación y por ende, para dictar medidas de aseguramiento, no era la Fiscalía.

Sin embargo, de que la Sala de Instrucción de la Corte reclamó la competencia para conocer del caso y decide citarlo a indagatoria, además de que define que los hechos delictivos son posteriores a la firma de los acuerdos de La Habana, no ordenó su detención cautelar y por eso quedó en libertad.  Por supuesto, que nos sorprendimos, puesto que si una de las razones de la medida cautelar es velar por que el reo comparezca a la investigación, si alguno era susceptible de escaparse en Colombia era éste, por su pasado y trayectoria.  Se pecó por confianza e ingenuidad.

Muy orondo se posesionó en su curul, calificó a sus compañeros de Corporación de durmientes permanentes (equivocándose de la corporación a la que pertenecía, pues se refirió al Senado) y debidamente custodiado por el Estado,   que contrató a sus excompañeros de guerrilla para protegerlo, se fue a un sitio propicio para de allí “tomar las de Villadiego”.

Por supuesto, que no iba a asistir a la diligencia de indagatoria, y que no regresará a su curul.  Claro que es un tropiezo para la implementación del proceso de paz todo lo que ha pasado; pero no por su frustrada detención como exponen algunos, sino debido a su contumacia en el delito de narcotráfico después de firmados los acuerdos.  A este ya no lo volveremos a ver.

Se sigue ahora otro juicio en ausencia y una condena para enmarcar. Si en 30 años no lo cogieron las autoridades, no habría por qué pensar que ahora si lo van a poder hacer.  Todo es un novelón complemente previsible.