El Metro y el paraíso (2) | El Nuevo Siglo
Lunes, 1 de Julio de 2019

“Ahora ver que se adjudique sin corrupción”

Es un hecho histórico que la ciudad haya llegado al punto de abrir la licitación para la construcción de la primera línea del metro. Histórico porque desde la década de los cuarenta del siglo anterior se han venido haciendo diseños que no lograban ser materializados en una construcción. 

En los últimos años el Metro comenzó a convertirse en una bandera para hacerse elegir como Alcalde de Bogotá. Usando el drama de millones de ciudadanos que día tras día sufrimos las interminables horas de trancón en desplazamientos que no superan 15 kilómetros, los políticos supieron vendernos la promesa de un transporte masivo que nos permitiera fluir.

La llegada de Transmilenio como sistema de transporte masivo en diciembre del año 2000, activó también la necesidad de la construcción del Metro. Sencillamente el sistema sucumbió ante las necesidades de los usuarios y al dejarse de construir los kilómetros necesarios (durante 8 años de gobiernos de izquierda) para su expansión (400 en total), los 111 KM con los que se cuenta, quedaron más que escasos. 

Enrique Peñalosa, creador del Transmileno, escribió un tratado de ochenta páginas argumentando por qué no era necesario un metro para la ciudad en el año 2010. Su gran contradictor Gustavo Petro se empecinó en la construcción de uno subterráneo y bajo esa promesa ganó la alcaldía. En el año 2015 Peñalosa entendió que a diferencia de lo que él pensaba, el resto de los bogotanos sí queríamos Metro y por eso cambió su discurso en época electoral y se comprometió con hacer el Metro. Y el viernes, con la apertura de la licitación, cumplió. 

¡Ah! que nos hubiera gustado que fuera subterráneo, sí. Pero lo cierto es que en septiembre se hará la adjudicación y el Metro habrá quedado contratado. Bajo ese principio de realidad tratar de atravesársele a esta mega obra de infraestructura sería una irresponsabilidad. 

Hay que garantizar su construcción y el manejo impecable de los recursos financieros. Es un “jurgo” de plata y lo que menos queremos es que los mismos politiqueros se vayan a llenar los bolsillos con la platica del Metro.

El Metro va a dejar de ser una bandera política para elecciones. Ahora tenemos que garantizar que se diseñen líneas subterráneas que conecten el occidente de la ciudad y le quiten presión a las localidades de Usaquén y Chapinero que reciben una población flotante de dos millones de personas a diario. Si bien los centros de trabajo y de estudio están ubicados en estas localidades más la Candelaria y Teusaquillo, tenemos que ser más eficientes en transportar a la gente y sacarla con rapidez de estos centros urbanos y empezar a construir unos nuevos. Menos tiempo en el tráfico se traduce en mayor bien-estar con las familias, menos estrés en los hogares y obvio, mayor productividad en las empresas. 

Así que bienvenido el Metro, mucho cuidado los grupos que se van a presentar, que no vaya a haber asomo de corrupción porque somos millones los que tenemos nuestros cinco sentidos para vigilar la pulcritud del proceso. La administración de Peñalosa además de dejar el Metro contratado tiene otra gran oportunidad: demostrar que se pueden adjudicar grandes proyectos de infraestructura sin corrupción.