Así fue la huella humana en la Luna | El Nuevo Siglo
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Sábado, 20 de Julio de 2019
“Es un pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la humanidad”, dijo hace medio siglo Neil Armstrong al poner su pie izquierdo sobre ese satélite

A las 22:56 (hora local) del domingo 20 de julio de 1969, la expectativa era plena en centro espacial de Houston. Cuando Neil Armstrong pisó la Luna por primera vez, el júbilo fue total. Así fue el cubrimiento que hizo al mundo la Agencia France Presse y que hoy se recuerda por ser una hazaña para la humanidad.

De la tranquilidad al gran paso

19:42 (23H42 GMT). Los astronautas inician sus preparativos de salida. Se ponen su casco de doble visera, se calzan las botas, se ponen unos guantes especiales reforzados, su arnés de supervivencia y comprueban si los sistemas de presurización funcionan correctamente, así como la comunicación radiada y la alimentación de oxígeno.  La Nasa anuncia que esos preparativos durarán dos horas.

21:55 (01H55 GMT). Despresurizan su habitácullo y presurizan, al tiempo, su mono lunar. Se hace el vacío dentro del LEM y a partir de ese momento, dependen totalmente de su arnés de supervivencia.

- 22H56 (02H56 GMT). Armstrong posa su pie izquierdo en la Luna y declara: "es un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad".  Son las primeras palabras del hombre en la superficie de la Luna. Antes de posar firmemente el pie en suelo lunar, el comandante tanteó prudentemente la superficie para comprobar su resistencia.

"Mi pie no se hunde más que un octavo de pulgada... No, absolutamente ninguna dificultad para desplazarse", exclama Armstrong, sorprendido, dando sus primeros pasos.

"Me parece que es más fácil que durante la simulación de la gravedad lunar. Es muy interesante. La superficie es muy blanda, en general, pero hay lugares más duros, el suelo tiene una gran cohesión".

Las evoluciones de Armstrong, que parece desplazarse con comodidad en la Luna, y su monólogo, son retransmitidos en directo en todas las pantallas del mundo. Los telespectadores, estén donde estén, pueden ver al conquistador de la Luna descendiendo los nueve peldaños de la escalera, posar su pie, tantear la superficie, soltar la última barra a la que se agarraba, dar sus primeros pasos y recoger la primera muestra de suelo lunar.

Esta muestra, un poco de polvo de Luna, la recoge al pie de la escalera del módulo, con una especie de pala con un mango que saca de su bolsillo. Se mete el polvo en su bolsillo, a tientas, guiado por Aldrin quien, desde lo alto de la plataforma de salida del LEM observa todos sus gestos.

Son las 23H15 (03H15 GMT). Armstrong ya ha pasado 19 minutos en suelo lunar, 19 minutos durante los cuales, en la indefinible soledad del planeta muerto, ha hecho gala de un perfecto dominio de sí mismo.  En ese momento, su compañero, Edwin Aldrin, hace su aparición en la superficie de la Luna, de un salto y también aterriza con el pie izquierdo.

El abismo negro del universo

Entonces, los dos hombres, unidos en un mismo gesto patriótico, plantan la bandera estadounidense en la Luna y luego leen en voz alta la inscripción grabada en la placa fijada a la fase de descenso del LEM, que se quedará en la Luna, símbolo de su conquista por el hombre: "Aquí, unos hombres del planeta Tierra dieron sus primeros pasos sobre la Luna. Julio de 1969. Vinimos en son de paz por toda la humanidad".

Habiendo cumplido con su gesto simbólico, los astronautas mueven la cámara, fijada al módulo, que no ha dejado de captar imágenes de una Luna blanca, cuyo horizonte se dibuja, inclinado, sobre un fondo muy oscuro. Armstrong la toma y se la cuelga del cuello.  La imagen empieza a bailar en las pequeñas pantallas. El comandante de la misión Apolo se pone en marcha e instala la cámara en un trípode.

Esto ofrece una vista panorámica: el módulo en el fondo, una infinidad de agujeros minúsculos que proyectan sombras desmesuradas en primer plano, y el horizonte, a lo lejos, cuya redondez aparece de forma clara, una verdadera línea de demarcación entre superficie resplandeciente de la luna bajo la luz solar y abismo negro del universo.

La imagen va ganando claridad. Se distinguen las huellas de los pasos de los astronautas en el suelo gris blanquecino de la Luna. Se percibe la bandera estrellada, firmemente plantada.  Los dos hombres continúan avanzando. Lo hacen con facilidad, unos verdaderos pasos de baile.

Nixon al teléfono

23H49 (03H49 GMT): "tierra" anuncia que el presidente Nixon está al teléfono. Tal y como estaba previsto, hablará con los astronautas.  Inmediatamente, la pequeña pantalla se divide en dos partes iguales: a la izquierda, el presidente de Estados Unidos leyendo, desde la Casa Blanca, un mensaje al teléfono. A la derecha, los astronautas, inmóviles, escuchan la voz que llega desde la Tierra, a 380.000 kilómetros de allí. "Este día es el más feliz de nuestras vidas", afirma el presidente. "Gracias a ustedes, los cielos se han convertido en parte de nuestro mundo".

"Gracias, señor presidente", responde Armstrong. "Es un gran honor y un gran privilegio para nosotros estar aquí".

Edwin Aldrin despliega a continuación un "colector de viento solar". Se trata de un delgado rollo de papel de aluminio, diseñado en la Universidad de Berna, en Suiza, por el doctor Johannes Geiss. Se desenrolla como un estor. Una vez instalado, recoge en sus pliegues las partículas gaseosas -helio, argón, neón, criptón, xenón- que constituyen el viento solar.

"Dando brincos" en todas direcciones, los astronautas, recogen muestras y para ello utilizan toda una serie de herramientas que retiraron previamente del "maletero" del módulo, el "Mesa" (Modularized Equipment Stowage Assembly), como se llama realmente.  Puesto que sus escafandras les impiden agacharse, las herramientas llevan un mango largo que les facilita la tarea.

¿Astro muerto?

A las 00H15 (04H15 GMT), la recogida de "piedras de la Luna" ha terminado, una recolección de al menos 28 kg. Con esta primera misión cumplida, solo les queda ocuparse de la instalación de dos aparatos que dejarán: el sismógrafo y el reflector-láser.

El sismógrafo lunar, el más sensible y más perfeccionado jamás construido, está destinado a registrar todas las sacudidas que tengan lugar en la Luna, distinguir si son de origen volcánico y si constituyen verdaderos temblores lunares o si bien se trata de ondas expansivas provocadas por el impacto de los meteoritos que bombardean la Luna constantemente. Con ello se determinará si la Luna es o no un astro muerto o no.

En cuanto al reflector-láser, se trata de un conjunto de cien espejos prismáticos ensamblados y formados por cristales de cuarzo, que deberá reflejar los haces de rayos láser enviados hacia la Luna desde diversos puntos del globo terrestre. Instalado en cuatro minutos, diseñado para funcionar diez años, el reflector-láser permitirá calcular la distancia entre la Tierra y la Luna con un margen de error de unos cuantos centímetros (entonces se conoce con un margen de error de varios metros), determinar la forma exacta de la Luna, sus dimensiones, sus oscilaciones en torno a su eje, calcular a qué velocidad se aleja de la Tierra y obtener informaciones sobre la propia Tierra. Los cosmonautas cumplen su misión.

Maldición lunar

La exploración lunar toca a su fin. Los astronautas empiezan a hacer las maletas, dejando en la Luna la cámara, de 11.000 dólares. Las herramientas que usaron las suben mediante un cable accionado por una polea al piso superior del módulo. La llamaban “su cuerda de tender”. La operación se desarrolla sin incidentes, salvo en un momento, cuando a Aldrin se le cae un carrete, que termina sobre la Luna y enfadado por su torpeza lanza la primera “Maldición” lunar.

Aldrin entra en el módulo. Armstrong echa un último vistazo a su alrededor, se agarra a los barrotes de la escalera, entra, cierra la escotilla. Es la 01H11 (05H11 GMT). La exploración de la Luna termina con éxito total.

"Aleluya"

A los dos valientes exploradores solo les queda ordenar su cabina. A las 13H55 (17h55 GMT), deben despegar de la Luna para alcanzar la cabina de mando donde sigue gravitando a bordo, solo, su compañero Michael Collins, una de las únicas personas que no pudo seguir lo que hicieron por televisión. Collins, sin embargo, fue informado de todo lo que hacían sus camaradas por radio. Cuando le dijeron que su expedición se había saldado con éxito y que estaban a bordo del LEM, manifestó su alegría con una única palabra: "¡Aleluya!".