Alarma en la economía | El Nuevo Siglo
Lunes, 25 de Julio de 2016

Delicado. Así es el estado de la economía colombiana. Esa una realidad que el país debe entender, pues de lo contrario será imposible aceptar no sólo los alcances de una reforma tributaria estructural bastante drástica, sino las implicaciones del nuevo recorte en el gasto e inversión que tendrá el presupuesto de la Nación para 2017, cuyo proyecto de ley debe ser radicado esta semana por el Gobierno en el Congreso. Ya el Ministerio de Hacienda anunció que el apretón será de 5 billones de pesos, que es de mayor impacto si se tiene en cuenta que tanto este año como el anterior ya el monto venía castigado debido a la crisis de los precios del petróleo que comenzó a mediados de 2014, cuando la cotización del barril de crudo, que entonces estaba alrededor de los 100 dólares, empezó a descolgarse, llegando a comienzos de 2016 a rozar los 20 dólares. Si bien es cierto que en semanas recientes se experimentó un repunte y alcanzó los 50 dólares, de nuevo empezó a retroceder. Esos altibajos han tenido un impacto mínimo en las cuentas colombianas y, tal como lo evidenció el Marco Fiscal de Mediano Plazo proyectado recientemente por el Gobierno, por el momento es muy riesgoso apostar por un repunte sustancial de las cotizaciones de los hidrocarburos.

A esa estrechez fiscal como coletazo de la caída petrolera hay que sumarle que la economía colombiana está en un lento proceso de desaceleración. El Producto Interno Bruto (PIB) del primer trimestre registró un crecimiento apenas del 2,5 por ciento. La inflación, a su turno, continúa disparada, pues de julio de 2015 a junio pasado creció 8,6 por ciento y es seguro que en julio aumentará como consecuencia de un paro camionero de 45 días que, aunque se levantó el viernes pasado, acumuló pérdidas por más de 3 billones de pesos y generó una escalada de precios en alimentos y otros productos básicos de la canasta familiar. Aunque hay sectores como el industrial que han venido mostrando una dinámica interesante este año, en tanto que el desempleo y la balanza comercial presentan altibajos, otros como la construcción, agricultura, minas y canteras y transporte tienen un desempeño claramente deficiente. La variabilidad en el precio del dólar y los efectos del fenómeno climático del Niño también impactaron el ritmo productivo en el primer semestre, en el que, además, hubo un paro agrario. Por más que el recaudo tributario esté dentro de los niveles proyectados, es claro que no es suficiente para revertir los crecientes déficit fiscal y de cuenta corriente que ya tienen encendidas las alarmas tanto en el Gobierno como de las calificadoras de riesgo que empezaron a rebajar las notas a la economía colombiana, como pasó el viernes pasado con Fitch.

Así las cosas, el hueco fiscal está muy por encima de los 38 billones de pesos y por más que se apriete el gasto de funcionamiento, se aliviane el servicio de la deuda externa y se restrinjan algunos rubros de inversión, el margen de acción en los tres escenarios es estrecho. Ello deja, entonces, buena parte de la solución de contingencia en los recursos adicionales que se puedan conseguir con la reforma tributaria estructural a radicarse en próximas semanas y que resulta tan obligatoria como inaplazable. Ya por cuestión de tiempos legislativos y cronogramas asociados al proceso de paz, es claro que el trámite de la iniciativa impositiva se va a cruzar necesariamente no sólo con la votación del plebiscito refrendatorio de un eventual acuerdo final entre el Gobierno y las Farc, sino con el arranque en el Congreso, de los debates sobre los proyectos para implementar lo pactado en La Habana, ello en caso de que el “Sí” gane en las urnas.

Esa coincidencia de tiempos pone de presente desde ya que tanto el Gobierno como todas las bancadas parlamentarias tienen que prepararse para asumir el alto costo político del apretón de impuestos que asoma, pues así como se prevé disminuir la carga tributaria a las empresas, se plantea aumentar la tarifa del IVA en uno, dos o tres puntos, incrementando de paso el número de productos gravados y, por ende, la base de pagadores. Para todo ello, lo primero que debe hacerse es sincerar el estado de la economía interna. Es claro que hay un excesivo optimismo discursivo del Gobierno en la materia que no encaja con la realidad del preocupante escenario fiscal. Y mientras ello no se corrija, será difícil convencer al país de la necesidad del apretón de impuestos.