No más riesgos mortales | El Nuevo Siglo
Domingo, 18 de Julio de 2021

* Colombia sigue en pico de covid-19

* Las aglomeraciones como arma letal

 

Bajo ningún motivo el país puede aceptar de nuevo jugar con la salud y la vida de los colombianos, como ocurrió con las aglomeraciones, paros y bloqueos de hace unas semanas y que en buena parte llevaron a prolongar el tercer pico del covid de modo devastador hasta hoy. Y que, con base en la falta de acción inmediata por parte de las autoridades ante el reto de seguridad que se les presentaba, dejaron convertir las protestas en un arma todavía más letal al permitir el desenvolvimiento de la crisis sanitaria y social en vandalismo y anarquía contra los designios constitucionales y la protección de los derechos fundamentales de todos los ciudadanos.

En esa dirección, las autoridades ya están advertidas de que los conocidos agentes de la desestabilización institucional quieren actuar de nuevo en el mismo sentido protervo, cuando mañana se instalen las sesiones del Congreso. Siendo así sería una nueva demostración de negligencia dejar otra vez el espacio vacío para que cumplan sus lesivos propósitos antidemocráticos y las instituciones dejen de lado sus deberes en el amparo del Estado Social de Derecho.   

      De otro lado es claro, según lo están advirtiendo en todas partes del mundo, que hay un riesgo vital persistente que circula en mucho mayor medida entre los no vacunados y que es por ahí por donde el covid-19 se está desdoblando en otras variantes. Una situación que evidencia, no solo la prioridad de acelerar el Plan de Vacunación en Colombia e insistir a la ciudadanía que no relaje la aplicación de los protocolos de bioseguridad, sino también la urgencia de combatir la alarmante desinformación que lleva a muchas personas a no aplicarse los biológicos, en una actitud irracional que pone en riesgo sus vidas y las de sus familiares, y constituye un problema nacional de primer nivel.

Hay que insistir: Colombia apenas si ha reducido el tercer pico de la pandemia, que hasta ahora ha resultado ser el más drástico y mortal. De hecho, aunque en la última semana el promedio de contagios bajó a menos de 20 mil infecciones diarias, el de fallecimientos sigue alrededor de 500 vidas pérdidas cada 24 horas, muchas de ellas en jóvenes. No es momento, entonces, de bajar la guardia. Incluso, en otras partes del mundo, como Israel, Estados Unidos y algunos países de Europa, que habían determinado la flexibilización gradual de los protocolos de bioseguridad, se están prendiendo las alarmas de nuevo y no se descarta reimplantar algunas restricciones.

Resulta innegable que falta mucho para que la emergencia sanitaria sea superada en Colombia. Por el contrario, hay una creciente alerta en el país por la cantidad de personas que deberían estar vacunadas pero inexplicablemente no lo han hecho. El resultado de esa falencia es impactante: según el viceministro de Salud entre los pacientes en las Unidades de Cuidados Intensivos y los que han perdido la vida hay un 70 y 85% que tuvieron la opción de recibir su vacuna en su momento y no lo hicieron. En los Estados Unidos, para el caso, cerca del 99 por ciento de los decesos se han dado recientemente en personas no vacunadas, sin distingo etario.  

Si a ello se llegare a sumar una nueva oleada de aglomeraciones, en Colombia, es obvio, como sostienen los científicos, que no podrá salirse del último pico y se mantendrá la tendencia hacia el colapso de las UCI. Por más de que ese sea el propósito de los agentes desestabilizadores de la democracia colombiana, que desde hace décadas se sabe cuáles son, no puede el Estado renunciar a sus responsabilidades con la grandísima mayoría de la población y dejar al garete su amparo. No hay excusa de no actuar con todo el rigor de la ley, sobre todo en un país que ha perdido a más de 116 mil de sus nacionales por cuenta de la tragedia del covid-19.

Por supuesto es imperativo fondear los programas sociales. Y ese es también es un deber de todos los colombianos. Es lo que hay que hacer en los recintos de la democracia, pero jamás aceptando el vandalismo y la anarquía.