La debacle argentina | El Nuevo Siglo
Viernes, 15 de Julio de 2022

* Gobierno Fernández cada vez más débil

* Inconformismo social e inflación disparada

 

Una tormenta política y económica es lo que se vive en Argentina, al punto que, en medio de protestas sociales y gremiales por la disparada inflacionaria así como de las pugnas internas con el sector de la exmandataria y hoy vicepresidenta y senadora Cristina Kirchner, el propio presidente Alberto Fernández habría contemplado el pasado fin de semana la opción de renunciar, posibilidad que luego se comprobó fue producto más de una reacción emocional momentánea, a modo de ultimátum a sus contradictores, que de una intención real de apartarse del cargo.

Es evidente que el gobierno no ha podido contener el pico inflacionario, al punto que esta semana se informó que el costo de vida aumentó un 5,3% en junio, llegando ya a 36,2% en el primer semestre, lo que elevó el indicador anualizado al récord de 64%, uno de los más altos del mundo. Ese porcentaje no solo es mayor al 50,9% con que cerró 2021 sino que los cálculos del Banco Central para diciembre de 2022 señalan que los precios al consumidor podrían crecer hasta un 76%.

Si bien es cierto que Argentina, como todos los países, sufre el coletazo macroeconómico de la guerra en Ucrania, especialmente en cuando a la escalada inflacionaria, también se ha beneficiado al ser uno de los más grandes exportadores de alimentos y productos agroindustriales a nivel global, al punto que sus proyecciones de ventas están por encima de los 41 mil millones de dólares este año. El problema, sin embargo, radica en que la nación suramericana también importa grandes cantidades de combustibles y agroinsumos (15% de estos últimos de Rusia), cuyo valor se ha disparado por el mismo conflicto en el este de Europa.

Pero no es el único problema del gobierno Fernández. La dificultad para frenar la inflación, los altibajos cambiarios entre el peso local y el dólar, así como el efecto persistente de la crisis pandémica, que tiene la pobreza en un 37% y el desempleo en 7%, han disparado el clima de insatisfacción social con la gestión del gobierno. Esto pese a que 2021 cerró con un crecimiento del 10,3%, tras la drástica descolgada un año atrás por el impacto pandémico.

En esta última semana, por ejemplo, protestaron los poderosos sectores del agro, incluso paralizando actividades por 24 horas. Exigen rebajas de impuestos, abaratamiento de los combustibles y un acceso mayor y más barato a los agroinsumos. De igual forma, miles de personas se lanzaron a las calles para urgir mayores subsidios, alzas salariales, alivios en los costos de la canasta familiar, controles más estrictos a la tasa de cambio (hay dos mercados funcionando paralelamente) y apoyos directos a los sectores más vulnerables.

En muchas de estas controversias el telón de fondo continúa siendo la capacidad del gobierno gaucho para cumplir con el nuevo acuerdo de ajuste fiscal firmado con el FMI el año pasado, a cambio de la provisión de 44.500 millones de dólares, Dicho pacto obliga a reducir el déficit en las finanzas públicas, lo que llevaría, entre otros apretones de gasto, a revisar la carga tributaria y reducir la política asistencialista, sobre todo en materia de subsidios directos e indirectos. De hecho, las bolsas y mercados internos resintieron mucho la reciente renuncia del ministro de Hacienda, una ficha clave dentro del proceso de equilibrio macroeconómico pero al que la crisis de precios lo tenía contra la pared.   

Con muchos sectores pensando ya en las elecciones generales del próximo año y, por ende, tomando distancia de un gobierno débil y desgastado como el de Fernández, resulta evidente que el kirchnerismo ha minado el margen de acción de un Presidente que, peleado con la expresidenta y hoy segunda a bordo (y también su mentora política para llegar al cargo en diciembre de 2019), ha tenido que apoyarse principalmente en un sector del peronismo y algunos gobernadores.

Para no pocos analistas, parece claro que Cristina Kirchner quiere ‘divorciarse’ lo más posible de Fernández con el fin de evitar que en los comicios presidenciales del próximo año el desgaste gubernamental le pase factura política, como ya pasó en las legislativas del año pasado, en donde la coalición conservadora y de centroderecha, en cabeza del expresidente Mauricio Macri, se impuso de lejos al oficialismo peronista.

Como se ve, el panorama en Argentina es cada vez más complicado. Si bien Fernández todavía conserva una parte de gobernabilidad, con el pasar de las semanas su margen de acción es cada vez más estrecho y apunta a un último año de mandato muy difícil.