La amenaza inflacionaria | El Nuevo Siglo
Miércoles, 6 de Julio de 2022

* ¿Llegará el indicador a dos dígitos?

* El convulsionado escenario externo

 

El panorama de la economía global se está tornando en una especie de ‘tormenta perfecta’, en donde la volatilidad marca cada jornada. La cotización del petróleo un día se dispara por los efectos de la guerra en Ucrania y al otro, como ocurrió precisamente ayer, cae por el temor a un clima de recesión mundial y de baja demanda de hidrocarburos. Las perspectivas de crecimiento también navegan por un mar picado: mientras que algunos pocos países reportan rendimientos positivos en su Producto Interno Bruto (PIB), otros, como Estados Unidos o la misma Eurozona, registran caídas muy preocupantes. A ello se suma que el repunte de la pandemia en algunas naciones, especialmente en China que volvió a decretar test masivos a su población, extiende la incertidumbre sobre lo que pueda ocurrir en este segundo semestre, en medio de pronósticos poco optimistas de las entidades financieras multilaterales.  

Sin embargo, el problema más grave continúa siendo el pico inflacionario. Aunque este viene desde finales del año pasado, por una combinación de la alta demanda mundial, el bloqueo en el flujo de comercio internacional y la escasez de materias y productos básicos, la situación se agravó desde finales de febrero una vez Rusia invadió a Ucrania, generando una escalada de los precios del petróleo, carbón y gas así como una disminución sensible en la oferta de alimentos y agroinsumos (en los que ambos países son grandes exportadores).

En este primer semestre la mayoría de países ha reportado un aumento desmesurado del Índice de Precios al Consumidor (IPC). En la Eurozona la inflación rompió todos los récords y alcanzó 8,6% con corte a junio. En Estados Unidos, después de registrar en el arranque del año el costo de vida más alto en cuatro décadas, que incluso obligó a la Reserva Federal a aplicar una drástica alza en las tasas de interés, mayo cerró con un 6,3% anualizado. En otras latitudes se registra una carestía similar, aunque con porcentajes muy variables, dando lugar a la advertencia de que el ritmo de la recuperación pospandemia definitivamente se frenó y asoma ahora el riesgo recesivo.

Colombia, obviamente, no es la excepción a ese convulsionado escenario. Prueba de ello fue, precisamente, lo que ocurrió ayer. La cotización del petróleo cayó así como las acciones de las empresas del sector de hidrocarburos, al tiempo que el dólar alcanzó su máximo valor en el año, en tanto que la inflación anualizada llegó a un preocupante 9,67%, muy por encima del 3,63% registrado entre junio de 2020 y 2021.

Como es apenas obvio, crecen los temores en torno a que el costo de vida siga acercándose a los dos dígitos. De hecho, el indicador de junio fue de 0,51%, el más alto para este mes en los últimos 18 años, jalonado principalmente por los altos precios de los alimentos. En lo corrido de 2022 el IPC ya creció 7,09% y desde ya los empresarios y sindicatos han prendido alertas tempranas sobre la que se avizora como una muy difícil negociación salarial para el 2023.

Si bien es cierto que el Gobierno saliente ha maniobrado con flexibilizaciones arancelarias y créditos blandos a los campesinos, en tanto que el Banco de la República aplicó la semana pasada la subida de intereses más alta de los últimos años, llevando el tipo de referencia a 7,5%, es evidente que mientras el escenario externo continúe tan convulsionado, será muy difícil que con medidas internas se pueda atajar la cresta del costo de vida.

Como se ve, se trata de una coyuntura bastante compleja. El propio Ministro de Hacienda del gobierno electo advirtió que este es el tema más preocupante en el escenario productivo inmediato y será un factor a tener en cuenta en la confección de las reformas económicas y sociales planteadas. Es evidente que la inflación está afectando de forma sustancial la capacidad adquisitiva de los hogares y generando focos cada vez más visibles de desespero entre la población. Una problemática que necesita medidas macro y micro más audaces para, al menos, tratar de contener en el corto plazo el lesivo fenómeno.

Por el momento, parece que los colombianos tendrán que seguir resistiendo esta ola de carestía (aunque paradójicamente el consumo de las familias sigue en terreno positivo). El Emisor y la nueva administración presidencial confían en que el segundo semestre sea menos crítico, pero mientras la guerra en Ucrania continúe los mercados seguirán muy inestables y la recesión global seguirá abriéndose camino poco a poco.