Pensar el día después | El Nuevo Siglo
Martes, 23 de Junio de 2020

Con el título “Pensar la pandemia, pensar el día después”, la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Francia recopiló en su sitio web las contribuciones recientes de Mireille Delmas-Marty, prestigiosa integrante de esa institución y quien es tal vez una de las más importantes juristas contemporáneas. De sus reflexiones, que invito a ver en detalle, se destacan los conceptos de bienes comunes mundiales y soberanía solidaria que marcan sugestivas pistas para la pospandemia y el mundo después de Trump.

Sin duda la institucionalidad internacional, que aquel se empeña en destruir por razones no propiamente altruistas, mostraba ya grietas que la crisis generada por el Covid 19 ha puesto aun más en evidencia y se hace necesario introducir cambios que permitan la asunción de consciencia del destino común que antes de esta crisis se había centrado en las alertas no siempre atendidas sobre el cambio climático.

Delmas-Marty  señala que esta pandemia es una clara demostración del carácter ineluctable de la interdependencia entre humanos y entre países; pero  que en función del necesario respeto de la soberanía de cada Estado hemos visto  prácticas divergentes, incluso opuestas, que deberíamos lograr hacer compatibles, dentro de una comunidad global que aún no se ha inventado y que en cualquier caso no puede consistir en  ceder ante  una visión hegemónica  o de dominación por algún Estado o ideología en particular.

Afirma que presumiblemente tendrá que haber un cambio radical en el equilibrio entre la lógica del mercado, el uso de nuevas tecnologías y el espíritu humanista visto de manera plural y evolutiva. El "mercado total", nos dice, ha demostrado su fragilidad e insuficiencia, al tiempo que el "control total" no es alternativa. Por lo tanto, es el entendimiento de la globalidad la que tendremos que reinventar urgentemente, “en torno a una política de solidaridad y una ética de los bienes comunes mundiales objeto de protección, como la salud o el clima”.

Explica que reconocer las interdependencias debería conducir a completar los derechos humanos, heredados del humanismo de la Ilustración, con  reales deberes de solidaridad, extendidos, más allá de la solidaridad local, a las generaciones futuras y a los seres vivos no humanos; pero que tal desarrollo sería imposible de lograr sin una nueva narrativa que no puede considerarse construida simplemente con la visión poshumanista del universo  digital y de la inteligencia artificial, ni con la historia del desastre del colapso de la Madre Tierra. Sería necesario ir más allá de estos relatos para forjar una “mundialidad tranquila” enmarcada en nuevas formas jurídicas que sustituyan la “globalización salvaje” en la que estábamos embarcados.

Tal mutación haría necesarios nuevos discursos para renovar el imaginario de los pueblos, pues solo una verdadera “revolución de la imaginación” permitiría pensar  lo universal sin reducirlo a nuestros propios intereses, colectivos o individuales, ni a nuestros propios sistemas de pensamiento, si se admite, nos dice ella,   que a diferencia de las comunidades nacionales fundadas sobre la memoria  y la historia, la comunidad mundial  ha de fundarse en la anticipación responsable  y en la previsión solidaria del destino común.

@wzcsg