“Tocontrump” | El Nuevo Siglo
Jueves, 20 de Junio de 2019
  • Escenario que más favorece al Presidente-candidato
  • Desespero de los Demócratas es cada día más evidente

 

 

Ya se sabe que la carrera por la Casa Blanca será un “Tocontrump”: todos contra Trump… Una campaña presidencial que, por demás, se abrió bastante temprano con el lanzamiento de su segunda candidatura y que promete escalar la polarización norteamericana hasta niveles posiblemente nunca vistos, mientras que la agenda gubernamental de los Estados Unidos será inevitablemente impactada por el agudo enervamiento proselitista.

En esa dirección y en buena medida, pues, vendrán situaciones altamente incididas por la política en vez de actos puramente gubernativos. No es cosa nueva, pero en esta ocasión es muy probable que esa característica nociva de las campañas reeleccionistas estadounidenses cobre una relevancia mayor. Es por ello, ciertamente, que el mundo va a estar pendiente de cuanta movida se produzca en aquel telúrico escenario electoral, puesto que Trump continúa siendo una incógnita, no solo por su personalidad indescifrable, sino por sus actitudes repentinas y repentistas que suelen estremecer la economía y la política planetarias. Y que, a cuenta de la campaña y de ganar adeptos, estarán a la orden del día.  

De hecho, la figura de la reelección inmediata en países presidencialistas, como en la nación del norte, tiene a la larga una carga eminentemente negativa. Esto porque lo que existe en el trasfondo institucional es un período implícito de ocho años, con un voto de confianza popular en la mitad para el mandatario de turno. En consecuencia, de lo que se trata, por parte de la oposición, es de minar la credibilidad, la ilusión, las bases del gobierno y crear así un estado de cosas fatalista, a fin de mostrarse -los contradictores-, en esa justa intermedia, de voceros del cambio y adalides de la esperanza, supuestamente perdida a fuerza de profundizar la desconfianza. Por supuesto, ese teatro político es caldo de cultivo para la “campaña sucia”. Que es, a fin de cuentas, lo que prepondera en este tipo de justas electorales en las que los estrategas políticos de los Estados Unidos son campeones.           

En principio, parecería un milagro que Trump hubiese llegado a estas instancias de su período presidencial. El partido Demócrata nunca pudo recomponerse de la derrota infligida a Hillary Clinton en las elecciones anteriores, y pensó encontrar en aquel una especie de monigote al cual caricaturizar y remover prontamente del solio de Washington, con la ayuda de los periódicos y los medios de comunicación adictos a esa cauda. La oposición sin cuartel ha sido la nota constante por parte de los Demócratas desde la posesión de Trump, pero la efectividad ha sido poca. De entonces a hoy la idea siempre fue deponerlo, sin que esa táctica les hubiera significado el triunfo avasallador que a manera de plebiscito se presupuestaba en las elecciones parlamentarias. En tanto, Trump se ganó al partido Republicano, que al comienzo tuvo sus dudas sobre él y en la actualidad no solo lo reconoce de jefe indiscutido, sino que las bases están abiertamente de su lado.

Aparte, Trump tiene cosas que mostrar y que lo catapultan como un aspirante a la reelección bastante fuerte. En materia económica, las encuestas en favor del actual mandatario son arrolladoras. Con una altísima popularidad en este aspecto, es difícil que un país se atreva a dar un viraje intempestivo cuando el bolsillo ha mejorado para la gran mayoría, en particular para los trabajadores que el partido Demócrata dejó desamparados en los estados de la Unión que antes habían sido cruciales para ellos. El desempleo, como lo prometió el Presidente-candidato republicano, se encuentra hoy en mínimos históricos. Por su parte, los salarios están al alza y los recortes tributarios han sido la clave para ganarse a la clase media. El consumo sigue en ascenso y su modelo de gobierno, según el cual prevalecen los intereses norteamericanos sobre los demás, ha cambiado drásticamente la visión interna del país sobre sí mismo. Si bien es un modelo contradictorio frente al sofisticado cosmopolitismo Demócrata, ha llegado, en cambio, al Estados Unidos raizal y profundo que es la esencia ideológica de los republicanos.

En las encuestas generales sobre la gestión de Trump, en las que se incluyen otros elementos aparte de la economía, su favorabilidad se mantiene en un promedio cercano al 45 por ciento, una cifra bastante alta si se entiende la feroz oposición a su labor. Al mismo tiempo, sin embargo, tirios ni troyanos se atreverían a negar que el Presidente republicano ha sido fiel a cada una de sus promesas de campaña y ese tal vez ha sido el factor primordial que le ha permitido navegar en medio de la agitada política norteamericana.

Es probable, en las toldas Demócratas, que la candidatura final se limite a dos de las figuras prominentes de ese partido, Joe Biden y Bernie Sanders, pese a la avalancha de precandidatos. Sea lo que fuere, la estrategia en todo caso será “Todos contra Trump”. Que paradójicamente es el escenario que más le favorece al Presidente-candidato, maestro como es en las redes sociales y el “arte” de la polarización. Y de lo que los Demócratas no se han dado ni por enterados…