Sueños truncados | El Nuevo Siglo
Miércoles, 19 de Junio de 2019

La Orinoquía o los Llanos Orientales de Colombia, son algo más que el paisaje y los atardeceres de los cuales hablamos todos. Son 285.437 KM2 , el 27% del territorio colombiano, olvidado por cientos de años por la cultura urbana del  colombiano, que finalmente puso sus ojos en esta región ante el desarrollo de la industria del petróleo que ha producido más de $30 billones en regalías a la Nación.

Gracias a ello o a pesar, como aseguran ecologistas, se abrió un horizonte de cercanía a los centros de consumo, con la construcción de vías que permitieran el trasporte de hidrocarburos a los centros de refinamiento y así las grandes multinacionales y los grupos económicos pusieron su interés en esas tierras algo áridas, pero hidrográficamente inmensamente ricas. Gracias a la iniciativa privada, la llanura oriental paso de ser un terreno histórico y lejano, a un centro productivo que hoy abastece al centro del país, que lograron que un Estado indolente con sus áreas rurales, entendiera que las vías de comunicación son fundamentales para posibilitar el trasporte en términos agiles y económicos y servir como despensa a la capital de la República.
De allí sale la habilitación de algunas vías pequeñas antitécnicas y sin mayor mantenimiento, que permitieron durante más de tres décadas, un acceso limitado, a los terrenos de nuestra Orinoquía, acceso rodeado de los peligros de una Nación en conflicto, donde las fuerzas del orden se encontraban acorraladas por movimientos subversivos, que de la mano de los dineros del narcotráfico, desarrollaron un Estado delictivo dentro de nuestra país.  Pero el empuje de una nación creciente, ávida de terrenos productivos, hizo patente la necesidad de un sistema vial integrador de esa gran porción del terreno colombiano.
Esto fue la causa del nacimiento de un gran esfuerzo nacional, comunicando a los Departamentos con medios de comunicación que le otorgaran un mercado a su producción agropecuaria.
Y parecía que ya estaba al alcance; la vía al Llano y su doble calzada de 110 kilómetros abría los horizontes y remplazaba las ilusiones llaneras, en realidades colombianas. Adjudicada esa vía a uno de los mayores núcleos de ingeniería del país se dio inicio a una gran trasformación, que se veía crecer merced a la vía y que comunicaba la llanura periférica, con el consumidor urbano del centro de la nación. Por esa vía ya se trasportaba el petróleo nacional del llano, 15 mil toneladas de alimentos, 1.800 cabezas de ganado, más de 1.300 cerdos, 4 millones de ejemplares avícolas, 600 mil litros de etanol, y la oferta de la hoy constituida como la mayor productora de arroz y maíz de la nación.  
Todo lo que ha ocurrido ha causado uno de los mayores desastres para nuestra economía. Y el portal del colapso del mayor puente colgante de la vía en la vereda de Chirajara, dio aviso ignorado de como la naturaleza pasaría la cuenta de cobro, a la espalda de una hidrografía indomable.  
Así se ha sepultado una vía al progreso y destrozado una ilusión de incorporar al llanero. El llano pide una explicación, un juicio a los culpables, una reparación ágil y pronta, que les confirme y amplíe el horizonte que ya creían formado y que hoy contempla devastado.