Familia, escuela de Santidad (I) | El Nuevo Siglo
Viernes, 21 de Junio de 2019

“Santidad es algo de profunda sencillez”

Al  ser invitado a asumir este tema, y precisar ideas validas sobre él para quienes quieran asimilarlas, vivirlas y difundirlas para el bien de la humanidad, pensé, enseguida, en las grandes enseñanzas que en su corto pontificado nos ha dado el Papa Francisco. Es preciso tener como telón de fondo para sustentación de este tema, también, otros de los grandes documentos de la Iglesia en relación con “familia” y “santidad”, de tan amplia presentación como en los del Concilio del Vaticano II, y de Pontífices como S. Juan Pablo II, en su magnífica encíclica “El Evangelio de la Vida” (25-03-95).

Siendo tan amplio el horizonte de textos, sobre esas realidades he estimado concentrarme, principalmente, en las ricas enseñanzas del Papa Francisco, pues aparecen, estos documentos, en su tono de alegría de fe que va marcando su pontificado: comenzando por la Exhortación “Alegraos y Regocijaos” (19-03-18), sobre el tema de la santidad con llamado de vivirla hoy. Esta Exhortación “Alegraos y Regocijaos” (19-03-18), es uno de los más recientes, documentos del Papa Francisco, encontrando en él que la “santidad, es algo de gran sencillez profundidad y valor”. Guiados por esta paternal Exhortación tenemos un camino pedagógico hacia la santidad.

Son múltiples facetas, de ella, que es indispensable tener en cuenta, que es, ante todo, “vivencia del Mandamiento del Amor, ofreciendo un claro testimonio en las ocupaciones de cada día”. No es algo complicado sino de gran sencillez y profundidad como es tender “a extraordinaria perfección de las obras ordinarias”, según el sentir de S. Francisco de Sales, y vivencia de una Sta. Teresita de Lisieux (n.14). Pero, al lado de tan sencilla imagen de la santidad, anota el Papa que ella exige valentía para vivirla, “parresia”, pues “el Señor nos quiere santos sin conformismo de una existencia mediocre, aguada y licuada” (n.1). Además el centro de ella lo coloca en la vivencia de las Bienaventuranzas, “gran protocolo” del juicio final (nn. 95-109), “carnet de identidad del cristiano” (n.63).

Nuevo punto, que debe quedar en claro, según el Papa, que la verdadera santidad es vivencia del amor a Dios, y es llamado a todo cristiano, por el cual, cada persona, como enseña el Vaticano II, en Lumen Gentium (n.11), ha de emprender su propio camino de perfección, a imitación del Padre celestial (n.10), recordando a Cor.12, 7 que cada uno tiene su propio camino personal e irrepetible. Señala, que “hay qué dejar este caminar abierto a Dios, y, para ello, lo elige, una y otra vez, sin desalentarse nunca (n.15). Es llamado para todas las vocaciones y para todos los que presten los más sencillos y sublimes servicios en la Iglesia de Dios.     

De todo lo anterior se desprende que el rostro de la santidad no es de amargura, ni de tristeza, ni de ira, sino de dulzura, amabilidad y alegría, no es la imagen del gestor de cosas raras, ni multiplicidad de milagros o excentricidades. Además, señala, el Papa, grandes desviaciones de ella, que hay que evitar y que han llevado al “Gnosticismo”, o superficial y vanidosa exaltación de la mente humana (nn.36-46), y al “Pelagianismo”  o exaltación de la voluntad humana que prescinde de la necesidad de acudir a la ayuda divina (nn. 48-50) (Continuará).      

Obispo Emérito de Garzón

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