Riesgos funcionales en Mercosur | El Nuevo Siglo
Aniversario de Mercosur
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Sábado, 19 de Junio de 2021
Giovanni Reyes

El Tratado de Asunción hizo posible la constitución del Mercado Común del Sur -Mercosur- integrando de esa manera a Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.  Fue firmado el 26 de marzo de 1991. Hace ya treinta años se conformó una esperanza que tenía la perspectiva de acelerar el desarrollo económico y social de los países signatarios. 

Sin embargo, las aspiraciones eran mayores. Se apostaba desde ese entonces a que ocurriera un efecto de arrastre respecto al desarrollo de la región latinoamericana y caribeña. Aún se mantienen esos anhelos, en particular cuando se reconoce que el tratado en referencia une a dos de las tres economías más grandes en la región: Brasil y Argentina, con pesos del 44% y del 7% del total de producción latinoamericana, respectivamente. 

Un mayor optimismo podría emerger a partir de la coordinación de Mercosur con otro bloque, el de la Alianza del Pacífico -AP.  Esto permitiría unir a la segunda economía regional, México -con 28% de la producción latinoamericana- además de Chile, Colombia y Perú.

Algunos son los logros de Mercosur. Al menos no se ha desbaratado el Tratado original.  Aunque actualmente se tienen amenazas, para nada disimuladas, con epicentro en Brasilia, a raíz de propuestas de Jair Bolsonaro. 

En medio de todo esto, de manera inmediata, se tiene un dato último que aparece como un indicador nada halagüeño sobre Mercosur. Para este miércoles 16 de junio se tenía programada una reunión de cancilleres de los países miembros y no se llevó a cabo. Se pospuso por segunda vez y no se tiene fecha prevista de realización.



La elocuencia de los hechos en la vida puede ser estridente, como en este caso: esta actividad de coordinación no parece ser prioritaria para los gobiernos actuales de los países integrantes del bloque.

Quizá, desde otra perspectiva, no sea tan contraproducente este posponer de actividades. Existen peligrosas propuestas de Brasil y Uruguay que pueden comprometer la operatividad del grupo. En concreto, las iniciativas últimas de estas dos naciones buscan “establecer que cada país integrante del bloque comercial pueda negociar por sus propios medios, con sus objetivos particulares, guiándose por estrategias e intereses nacionales” tal y como se ha dado a conocer.

De concretarse esa “iniciativa de flexibilización”, como oficialmente se le ha dado en llamar a este cambio, pregonado entusiastamente desde Brasilia, se tendría un serio retroceso. Precisamente porque tal “idea” atenta contra el mayor poder de negociación externa del bloque. Un aspecto medular que justifica la constitución de procesos de integración económica. Las ventajas que ofrecen los bloques de integración las conocemos en especial desde la obra clásica “Teoría de la Integración Económica” (1961) de Bela Balassa (1928-1991).  Además, de los aportes que al respecto hiciera el primer Nobel en Economía (1969) Jean Tinbergen (1903-1994) y las aplicaciones del teorema Balassa-Samuelson.

Otras de las ventajas de la integración económica y social, además del mayor poder de negociación, ya mencionado, se refieren a: (i) al integrar mercados, los países pueden aumentar la demanda interna; (ii) se tiene mayor competitividad para captar fondos de inversión extranjera directa; (iii) se pueden utilizar, con mayor efectividad, mecanismos de producción basados en economías de escala.

Esto ya se debería saber, pero evidentemente estos conceptos no son válidos en las prioridades de los gobiernos, al menos de quienes están en Montevideo y Brasilia. Véase como el subdesarrollo no es de gratis; la lógica en la vida es inexorable.

Existen ocasiones en las cuales uno recuerda una frase que se atribuye a André Gide, escritor francés y Nobel de Literatura 1947: “todo ya está dicho, pero como nadie escucha, es necesario volver a empezar”.  Con mucho, es precisamente nuestra falta de conocimientos lo que nos hace cometer errores. Algo que en determinadas condiciones pueden resultar en altos costos individuales y más aún, procesos altamente lesivos para las condiciones de vida de grandes conglomerados sociales.

Nótese además que estamos abordando el tema de Mercosur, un acuerdo de integración muy importante. Algunos datos.  Los países que integran este tratado tienen una cobertura de 12.8 millones de kilómetros cuadrados, algo significativo cuando se estima que la extensión de Estados Unidos es de 8.5 millones de kilómetros cuadrados. Tiene un total de casi 275 millones de habitantes, es decir un 70% de la población de Suramérica.

Además, Mercosur representa el 82% del producto interno bruto de Suramérica, con 4.6 millones de millones de dólares, es decir la quinta economía mundial. Su territorio tiene amplias reservas energéticas, minerales, de recursos naturales, de agua, de petróleo. Allí se ubica uno de los pulmones del planeta: la Amazonía. Provee el 63% de la soya del mundo, y es el principal exportador de carne vacuna, avícola y café. Es el octavo productor global de autos y principal proveedor mundial de hierro.

A treinta años de la firma del Tratado de Asunción se hubiera esperado que Mercosur pudiese tener nexos funcionales con la Alianza del Pacífico. En lugar de ello, se ciernen ahora serias amenazas contra el tratado de integración.  Esos son los costos que conlleva la elección de liderazgos como el del excapitán Bolsonaro al frente de Brasilia. Populismo puro y duro, a prueba de kriptonita.

Estos son tiempos de resistencia. Se trata de defender logros alcanzados luego de tantos años de esfuerzos y recursos invertidos. Son los avances en integración regional los que ahora debemos salvaguardar.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor Titular, Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.

(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna).