Educación presencial | El Nuevo Siglo
Viernes, 18 de Junio de 2021

Enhorabuena el Ministerio de Educación anuncia que la presencialidad comenzará a ser la regla para la educación primaria y secundaria en todo el país. Ha sido un año y medio de justificado encierro y loables esfuerzos de gobierno, padres y maestros por garantizar el servicio público educativo.  Ahora que estos últimos están en un gran porcentaje vacunados, o por lo menos han tenido la posibilidad de acceder a vacunas, es necesario, urgente y justo que estos estudiantes puedan volver a atender los planteles educativos público y privados, en zonas urbanas y rurales, siempre manteniendo los protocolos y las medidas de bioseguridad para las que se han preparado desde hace ya algún tiempo, usando sus propios recursos y aquellas ayudas que el Gobierno ha aportado y que ascienden a algo más de mil quinientos millones de pesos.

Es natural que exista alguna prevención de parte de padres y aún de maestros.  Han sido tiempos difíciles y no se puede soslayar el hecho que el país enfrenta uno de los picos más altos de la pandemia, debido, en gran parte, al descuido de tantos que se abalanzan en tumulto a las calles, muchas veces poniendo en riesgo la salud propia y ajena, el sistema de salud y también la vida de tantos que se han ido o luchan por ella en la actualidad.

No obstante, los estudios avalados incluso por agencias de Naciones Unidas como la Unicef, indican que una de las poblaciones más afectadas por las medidas de cuarentena y aislamiento obligatorio son precisamente los niños, niñas y adolescentes.  A nivel mundial, las consecuencias por el cierre de los planteles educativos han sido devastadoras desde el punto de vista de procesos de aprendizaje, situación emocional, hábitos de sueño y alimentación, angustia y depresión, todo lo cual ha afectado y genera secuelas en el desarrollo emocional y cognitivo.

Ahora bien, está probado también que, como se indica en el Informe de Unicef “Educación en persona y transmisión de Covid-19: Revisión de la evidencia”, no existe un riesgo alto de contagio de la población escolar que asiste presencialmente a colegios, escuelas y guarderías.  De hecho, al parecer los estudiantes corren menores riesgos de infección en los entornos escolares si se compara con la población adulta general, así como que el cierre de los establecimientos educativos no contribuye en gran medida a que se reduzca significativamente la tasa de transmisión en comparación con otras medidas que puedan adoptaarse.

En cambio, los menores si recuperan las condiciones para continuar su desarrollo al socializar y recibir la instrucción de manera presencial.  En esas etapas de la vida es absolutamente fundamental el entorno como elemento definitivo del aprendizaje, pero sobre todo de la formación como personas, como miembros de la sociedad.

Ello hace indispensable que las instituciones enfaticen el enfoque humanista y la formación integral de la que han estado privados por tanto tiempo los alumnos.  Un año y medio, en esas edades, es demasiado tiempo. Recordando a Proust, las instituciones y los maestros deberán afinar las estrategias que busquen recuperar el tiempo perdido y sanar las heridas, algunas muy profundas, no sólo desde el punto de vista del conocimiento no adquirido o aprehendido de forma deficiente, sino, sobre todo, aquellas que han afectado el desarrollo humano de quienes representan el futuro de la Nación.

@cdangond