Los primeros y últimos pasos del maestro Alejandro Obregón | El Nuevo Siglo
El escritor, periodista, poeta pintor y cronista desde 1984 del diario El Universal, fue ganador del Premio Simón Bolívar y es autor de biografías de Gabo, Virginia Woolf y Lucho Bermúdez.
Foto Lidia Corcione
Sábado, 12 de Junio de 2021
Redacción Cultura

La semblanza del que fue uno de los pioneros del arte moderno en Colombia está inmersa en las líneas que el periodista y también pintor Gustavo Tatis escribió en Alejandro Obregón. Delirio de luz y sombra, su más reciente libro en el que recoge los primeros y últimos pasos del maestro.

Publicado por Editorial Crítica del Grupo Planeta, es una obra de 368 páginas, que el también poeta Gustavo, empezó a gestar en junio de 2019, cuando entró al taller del maestro, en la calle la Factoría en la ciudad de Cartagena.

El escritor Tatis habló con EL NUEVO SIGLO en entrevista sobre cómo inmortalizó cada uno de los capítulos de la vida de Obregón, sus recuerdos y encuentros con el legendario.

EL NUEVO SIGLO: Hasta el momento no se había hecho una biografía sobre Obregón, ¿Cómo nace la idea de hacer ‘Alejandro Obregón. Delirios de luz y sombra’?

GUSTAVO TATIS: En realidad no tuve conciencia de hacer una biografía sino hasta julio del 2019, cuando me volví a encontrar con el hijo de Alejandro Obregón, Rodrigo, quien venía del exterior. Yo le propuse entrevistarlo y me citó en la casa de su padre y recorrimos juntos el taller.

Tengo que aclarar primero que, conocí a Obregón en los años 80, a través de encuentros casuales, entrevistas e incluso, un día me invitó a almorzar. La vida me llevó a estar muy cerca de su casa, ya que llegué a Cartagena a un pequeño apartamento y a cuatro o cinco casas vivía Obregón, en una esquinera de la calle La Factoría.

Al entrar hace dos años nuevamente a esa casa y ver su taller en ruinas hice una reverencia de silencio como si entrara a un templo realmente. Me dio cierta cosa entrar al taller de Obregón y ver las pinturas, los pinceles detenidos, los tarros de pintura, los barcos, las frases, las direcciones de teléfonos, versos escritos en las paredes, manchones oscuros y naranjas. Todo eso me devolvió a décadas atrás y entonces pensé que ese era el momento para intentar hacer una semblanza sobre Obregón, con tantas cosas que ya había escrito y que había metido en cajas de cuadernos.

Ese día iba hacerle una entrevista a Rodrigo pero se invirtieron las cosas, porque sacó la cámara y empezó a entrevistarme. Duramos mucho tiempo hablando hasta que me preguntó por qué sabía tanto de mi padre y le dije que lo único que había hecho era entrevistarlo, hacer acopio de material y que me gustaría darle una sorpresa para los 100 años de su padre. Le estaba sugiriendo la posibilidad del libro. Así nace, desde junio de 2019, cuando empecé hacer una especie de línea de tiempo, desde 1920 hasta 1990.

ENS: ¿Qué Obregón podrán encontrar los lectores en esta obra?

GT: Van a encontrar un Obregón que no solamente es el ser humano, sino también el artista y es que no se puede separar al hombre del arte. Obregón siempre estaba creando cosas, no solamente con sus manos, sino también con su manera de vivir. Era un artista de su cuerpo también. Un hombre que se levantaba temprano a pintar.

Era muy vital, no paraba de pintar, incluso se iba a recorrer la ciudad con la ropa de pintar, con esas bermudas manchadas de color, con uno de esos 'amansa locos', que son unos suéteres chinos pintados, las manos llenas de pintura y así salía a la ciudad, a comprar sus cigarrillos. Bebía mucho.

Muy seguramente se van a encontrar entonces con un ser humano que trabajaba y qué visión tenía del mundo, pero también se podrá conocer la manera en que se relacionaba con el paisaje. Creo que no solamente es pionero del arte moderno en Colombia, sino también un artista que respetó a sus antecesores.

Se van a encontrar también algunos secretos de su vida como ser humano y como artista, como por ejemplo: cómo se gestan obras como La Violencia, en 1962; cómo tuvo un estudio del paisaje, de la historia, de la gente, la fauna y la flora colombiana como ningún artista lo había hecho porque estuvo recorriendo el Caribe, la zona andina y amazónica.  



 

ENS: ¿Qué fue lo más desafiante de recoger los primeros y últimos pasos de Obregón en este libro?

GT: Creo que lo más complicado fue recorrer sus últimos momentos porque soy muy respetuoso para contar las relaciones amorosas. Y Obregón fue un hombre que tuvo más de 10 mujeres en su vida. No solamente fue Sonia Osorio, que era su esposa, sino también Freda Sargent, la madre de Mateo, entre otras más. Él tuvo muchas relaciones que lo acompañaron como Josefina del Valle, que fue con la que más duró, María de Carmen Martínez o Marta Traba. Las mujeres fueron clave en su vida y en su obra.

También hablo de mujeres que no han sido nombradas, que inspiraron obras como la que está en el Vaticano. Reconstruir esos momentos desde la mirada de personas muy cercanas, es bastante difícil porque es sumergirse en un mundo de lo emocional, de lo sentimental, y con eso hay que tener cuidado. Entonces está esa vida secreta, privada y pública. Obregón con su obra descifraba su vida.

La historia de él es realmente extraordinaria. Intenté abarcar en el libro desde antes de nacer, porque cuento cómo los ancestros de Obregón llegan a América, Colombia, México, Cuba y cómo se establecen en Barranquilla y Cartagena.

ENS: ¿Por qué ‘Delirios de luz y sombra’?

GT: Porque Obregón era un ser siempre en el límite del delirio. Un hombre que en la sombra encontraba la luz, en la luz encontraba la sombra. Era bastante paradójico y además tenía una clarividencia porque si uno mira sus autorretratos él empezó a dibujarse con su ojo, el que iba a perder porque los médicos le diagnosticaron un tumor cerebral, antes de que le dieran ese dictamen.

Para Obregón los últimos años fueron dramáticamente una batalla entre la luz y la sombra. Dibujó sus últimos alcatraces, los cuales mueren ciegos de tanto lanzarse a las aguas, ya envejecidos se estrellan y a veces en medio de la luz y la sombra, terminan ciegos.

Una de sus últimas pinturas precisamente fue un alcatraz y un cóndor que está como suspendido en el aire y los resuelve con manchas grises, lo cual es el augurio, el presagio de su final; y también pinta uno de sus autorretratos con un fondo gris, pero con una mancha de color lila que resuelve la soledad. El retrato es apocalíptico, como premonitorio de su muerte.