Gente de bien | El Nuevo Siglo
Viernes, 4 de Junio de 2021

Indudablemente, para gobernar se precisa la firmeza; pero también mucha flexibilidad, paciencia y compasión.

Henri Lacordaire

 

Indudablemente el país atraviesa por momentos muy difíciles y complicados y lo más preocupante es que no se ven en el horizonte luces de esperanza, para una pronta recuperación.

Está Colombia caminando por el filo de un gran precipicio, sobre el cual ninguno de los protagonistas de este maremágnum tiene la más mínima idea de su profundidad.

Nadie, ni gobierno, ni oposición, tienen claridad sobre lo que está sucediendo y sobre lo que se puede venir, de no llegar pronto a un gran acuerdo nacional.

Y los culpables del caos que vivimos, somos todos: gobernantes y gobernados, gobierno y oposición, líderes y seguidores, maestros y alumnos, Congreso y justicia, periodistas y lectores, elegidos y electores. El mea culpa debe salir de lo más profundo del corazón de todos los que nacimos y vivimos en esta tierra. Estamos demostrándole al mundo entero que fuimos incapaces de manejar uno de los países con más riquezas en este planeta.

Riquezas que bien manejadas servirían para tener una muchísima mejor calidad de vida de todos los habitantes. Todos sin exclusión alguna han llegado al poder para beneficiar a sus amigos, a los poderosos, o a sus aportantes de campaña. En realidad, el bienestar general poco ha interesado.

Aquí cada cual jala para su lado. Si es necesario matar, mata; si es necesario robar, roba; y si es necesario ignorar los problemas sociales, lo hace.

No han tenido verdadero sentido de patria. Qué más da un muerto más o un muerto menos. Cómo pueden irse a descansar sabiendo que hay millones de colombianos que se acuestan sin pasar un bocado y muchos otros amanecen en el frio andén callejero.

La única gente de bien de esta nación son nuestros campesinos, que trabajan, pagan impuestos, cultivan y les pagan barato para que otros se enriquezcan. De manos curtidas y, ellos sí, de gran alma patriótica, sufren en silencio el mal manejo del país.

Nuestros campesinos no tienen cuentas en Panamá, no obedecen a órdenes internacionales, no figuran en los grandes robos a manos llenas del erario, no saben protestar cuando los despojan de sus tierras y nunca han merecido una gran reforma agraria que los ayude.

Muy tarde el gobierno, tanto nacional como departamental y local, se está dando cuenta de la difícil situación y pretende descargar toda la responsabilidad en nuestras Fuerzas Militares y de Policía.

Señores dirigentes, banqueros, congresistas y empresarios, es el momento de hacer un alto y buscar entre todos una salida democrática, una salida consensuada de este atolladero en el que nos encontramos.

Y todos debemos hacer un mea culpa, como lo hizo el presidente Duque, reconociendo las fallas en comunicación con los jóvenes y admitiendo que ha debido mantenerse el diálogo, aún en medio de la crisis generada por la pandemia.

Pero más que subsidios, hay que crear oportunidades.

lorenarubianof@gmail.com