Se profundiza crisis argentina | El Nuevo Siglo
Viernes, 2 de Junio de 2023

* Economía en caída, inflación disparada

* Lecciones aprendidas para el continente

 

La situación económica argentina es supremamente grave. Y el desborde inflacionario que vive el país austral la profundiza aún más. Una circunstancia que debe ser analizada, no solo de cara al futuro de esa nación, sino a las lecciones aprendidas que se podrían derivar para el caso colombiano.

En el último mes Argentina acumuló una inflación anualizada de 126% y mensual del 8%. Es decir, estamos frente a un caso dramático de hiperinflación que está destruyendo el aparato productivo de ese país y golpeando fuertemente a la población en múltiples flancos.

Hace algunos meses, cuando el gobierno peronista de Alberto Fernández empezó a sentir los rugidos más fuertes de esta inflación desbocada, recurrió al inútil expediente de someter a control administrativo 1.500 precios de los bienes y servicios más importantes de la economía local. Esta medida no funcionó y el costo de vida ha seguido creciendo de forma drástica. Aquí se encuentra una primera lección, especialmente sobre las políticas que deben evitarse: pretender que mediante controles administrativos se puede sofocar la llamarada inflacionaria es una vana ilusión que termina por atizar los mercados negros, la corrupción y la escasez.

La situación se ha tornado especialmente dramática para el campo argentino, sobre todo porque se le vienen imponiendo impuestos a sus exportaciones bandera (soya, carne y maíz, entre otros), lo que ha mermado dramáticamente la rentabilidad de sectores en que esta nación tuvo siempre amplias ventajas competitivas:  agricultura y ganadería.

La situación es tan preocupante que, incluso, al destruir los sistemas de precios se está recurriendo masivamente al trueque. Es decir, que los agricultores, angustiados por el alza de precios para sus insumos y por el control de precios antitécnico impuesto a su producción, están recurriendo masivamente al intercambio directo y primario de mercancías, como sucede siempre cuando la inflación hace estragos en el tejido económico de un país. Precisamente por ello es que se puede observar cada vez con mayor frecuencia a desesperados campesinos y hacendados que intercambian, por ejemplo, terneros por maíz, ya que este último es vital para poder alimentar sus animales y sobrevivir económicamente.

¿Cuál es la causa principal de este desorden productivo monumental? Todos los analistas serios coinciden en que el mal profundo de la economía argentina, y la espoleta que está terminando por destruir el tejido de la sociedad, es el papel que durante los 20 años de gobiernos peronistas se le ha impuesto al banco central: financiar gasto público con la emisión.

Un editorial reciente del periódico La Nación observaba lo siguiente: “Difícilmente pueda encontrarse un modelo de ‘patria financiera’ más perverso que el actual ‘refrito’ kirchnerista, pues no destruye el aparato productivo con altas tasas de interés, sino por la completa desaparición del crédito, el cierre de las importaciones y el impacto de la inflación sobre el capital de trabajo. Todos los ahorros del público depositados en los bancos son succionados por el Estado y ni un centavo va a la producción. Y, a medida que aumenta la inflación, las tasas referenciales se incrementan aún más para evitar que el público retire sus fondos y los bancos colapsen, al carecer de activos genuinos en sus carteras”.

Agregó el reconocido diario que “es una inmensa bola de nieve, pues el Banco Central deberá emitir más de un billón de pesos por mes para atender los intereses correspondientes a los 13,75 billones de pesos de deuda que acumula hacia los bancos, por sus Letras de Liquidez (Leliq) y sus préstamos (pases pasivos). Un monto que duplicará la base monetaria de 5,48 billones de pesos cada cuatro meses y medio. Los billones van y vienen, salvo para quienes tienen máquinas, tractores o camiones, excluidos de la fiesta del gasto público”.

Siendo esto así, la segunda lección que debe sacar Colombia frente a los desatinos de la política económica argentina es la de que el Banco Central no puede ni debe utilizarse como un instrumento de financiación del gasto público. De allí que sea indispensable preservar la independencia de los bancos de emisión, como entre nosotros es el Banco de la República. Urge evitar, por tanto, cualquier intento -como ya lo ha insinuado el presidente Petro- de afectar o limitar la independencia del Emisor, que es el activo institucional más importantes que tiene nuestro país.

En ese orden de ideas, la crisis en la nación del cono sur se constituye en un campanazo para aquellos países en donde gobiernos, en su mayoría de izquierda populista, son proclives a medidas anacrónicas y poco útiles de control de precios o, peor aún, se inclinan por la salida facilista, riesgosa e irresponsable de ‘prender la maquinita de hacer billetes’, como si no hubiera mañana y evadiendo cualquier precaución fiscal.