El estratega en su laberinto: Sánchez anticipa legislativas | El Nuevo Siglo
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Lunes, 29 de Mayo de 2023
Pablo Uribe Ruan

HAY quienes dicen que es un salto al precipicio. Hay otros que simplemente creen que no tenía de otra. Menos de un día después de haber perdido las autonómicas y municipales en España, Pedro Sánchez ha adelantado las elecciones generales para el próximo 23 de julio, una apuesta riesgosa pero entendible luego de la hecatombe electoral del Partido Socialista Obrero Español (Psoe) y sus socios de izquierda el domingo pasado. 

“Muchos presidentes y alcaldes socialistas con gestiones impecables se van a ver desplazados, incluso a pesar de ver aumentado su apoyo. Esas instituciones pasarán a ser gobernadas por el PP y Vox. El sentido del voto traslada un mensaje que va más allá. Asumo en primera persona los resultados y creo necesario dar una respuesta y someter nuestro mandato a la voluntad popular”, dijo el jefe de gobierno español. 

Referendo, en vez de municipales

La convocatoria de elecciones anticipadas evidencia que Sánchez reconoce el rotundo fracaso de su estrategia de haber posicionado las elecciones autonómicas y municipales como si fueran unas generales. Los españoles -o muchos de ellos- terminaron votando una especie de referendo sobre el gobierno, en vez de unos comicios para elegir a sus políticos locales (concejales, alcaldes y gobernadores).

Esa especie de referendo sobre el gobierno de Sánchez fue rentable para los conservadores del Partido Popular y Vox dado los cuestionables pactos que el socialista Psoe selló con partidos separatistas y, principalmente, con Bildu, grupo en el País Vasco de los exintegrantes de ETA. 

Sobre esa base, la derecha española capitalizó en el Parlamento, los medios y sus comunicaciones oficiales la “bajeza inmoral” -así la llamaron- de Sánchez. “Garantice de una vez que su pacto con Bildu se acabó. No se puede soplar y sorber. O rompe usted con Bildu o con la decencia”, instó el pasado 16 de mayo el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo al gobernante socialista.

Hoy, Sánchez es visto por gran parte de los españoles como un jefe de gobierno que pactó con los verdugos que asesinaron inocentes 15 años atrás, por una causa separatista en el País Vasco. 

También lo conciben como un líder incapaz de fijar líneas rojas en política. Bildu puede hacer política luego de la desmovilización de ETA como grupo terrorista, así lo dice la ley. De ahí a que se pacte con ellos para que tengan mayor representación, hay mucho trecho. Ese es el contundente mensaje del electorado. 

Enojados por esta posición, varios barones -jefes y gobernadores- del Psoe le pidieron en su momento a Sánchez que se abstuviera de debatir sobre pactos no sólo con Bildu, sino con partidos separatistas, como Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y Unidas Podemos de Cataluña (UPC). Que ellos hacían su política local, sin que se incumbieran asuntos nacionales. Por el contrario, Sánchez se enfrentó al PP y Vox sobre los pactos en el Parlamento y planteó las elecciones municipales y regionales como un referendo. 

Podemos ha sido otro problema. Aliado en la coalición de gobierno de izquierda, el maximalismo del partido de Pablo Iglesias e Irene Montero ha llevado a que Sánchez respalde absurdos proyectos de ley como el “Sí es sólo sí”, que por, diferentes razones, llevó a que centenares de violadores salieran de las cárceles.



Última apuesta 

Estratega de miles batallas, Pedro Sánchez ha sido un político que, si sabe algo, es dar la pelea hasta el último minuto. Insistentemente, por años, se enfrentó tanto a Mariano Rajoy, y lo obligó a renunciar (2018), como a Susana Díaz, la poderosa socialista de Andalucía, y le quitó la dirigencia del Psoe. 

Hoy, anticipa las elecciones no sólo como un acto de humildad política: hemos perdido, es mi culpa. No. Sánchez juega su última carta como jefe de Gobierno, porque cree que tiene tres condiciones que eventualmente le favorecen. 

La primera es que la diferencia entre derecha e izquierda fue de 750.000 votos. Y así piensa que no está tan lejos de los conservadores. En un interesante análisis sobre esta tendencia, el portal digital El Diario -de izquierda- dice que “la derecha ha votado como si fueran unas generales, mientras que la izquierda no. Y no me refiero solo al voto en aquellas autonomías donde la derecha ha arrasado: hablo de Catalunya y Euskadi, donde la derecha española no rasca nada y la participación ha sido sensiblemente menor”. 

Analizada esa situación, Sánchez le apuesta también a despertar al votante socialista, que quedó golpeado. Es muy posible que apunte a Vox y diga que de no votar por el Psoe en las generales, es un hecho que la ultraderecha va gobernar España. Podrá hacer esto con mucha más facilidad dado que no tiene la presión de los barones de su Partido, que se jugaban la gobernabilidad en las autonómicas.

Finalmente, Sánchez sabe que la izquierda está dividida en tres -Psoe, Sumar y Podemos-, pero el batacazo electoral puede llevarla a que, consciente de que va perder el poder, se reorganice alrededor de su figura, en vez que tome fuerza en el próximo semestre su vicepresidente, Yolanda Díaz, que lidera Sumar. 

Jugada la última carta, Sánchez cree que los resultados de esta especie de primera vuelta pueden ser reversibles en el corto plazo, en vez de esperar seis meses (hasta diciembre) y desgastarse hasta quedar en las cenizas. 

Los conservadores del PP, en tanto, multiplican esfuerzos para mantener el debate sobre la incapacidad moral y política del jefe de Gobierno. En la primera comparecencia tras la aplastante victoria electoral de su partido, Núñez Feijoo dijo: “Insisto en que no hemos terminado. El sanchismo no ha sido derogado todavía. Pido una mayoría clara, incontestable y contundente para iniciar un nuevo rumbo”.

A un mes y 26 días de las generales en España, el “sanchismo” y sus socios van a pactar con el que sea, van a decir lo que sea. Sin líneas rojas, en un esfuerzo desesperado por mantenerse en el poder.