El centenario de Kissinger | El Nuevo Siglo
Viernes, 26 de Mayo de 2023

* Diplomacia en su sentido más profundo

* Impronta del dirigente estadounidense

 

Henry Kissinger nació en Fürth, Alemania, el 27 de mayo de 1923, saliendo con su familia al exilio en 1938 por la persecución contra los judíos. Se radicó en los Estados Unidos y en 1842 le dieron la nacionalidad norteamericana. Sobresalió desde muy joven por su aguda inteligencia, estudiaría Ciencias Políticas y se dedicó de tiempo completo a la cátedra en la Universidad de Harvard. Sus ideales conservadores y de hondo sentimiento democrático lo llevaron a ingresar al partido Republicano. Sus clases en el prestigioso claustro académico lo dejaban ver como un profesor obsesionado por el análisis comparativo de los ciclos internacionales y los desafíos geopolíticos.

Se hizo famosa su cátedra por el realismo y la erudición que lo distinguían. Atraía a muchos expertos y políticos que se interesaban por conocer su opinión sobre la diplomacia del pasado y la realidad presente. Pronto empezó a ser consultado por periodistas y dirigentes sobre política internacional.

Kissinger entendía que Estados Unidos, como potencia, tenía el deber de defenderse contra la amenaza comunista que pretendía ahogar los anhelos democráticos de los pueblos y su libertad. Se manifestaba contra los excesos del comunismo y del nazismo. Siempre fue un firme partidario de la autodeterminación de los pueblos.

El dirigente estadounidense no fue solamente un catedrático, un erudito, estadista y experto geopolítico y diplomático, sino un político realista, que entendía que la historia no es una selección de idealistas propuestas, sino la expresión buena o mala de las conquistas de las naciones y dirigentes en pugna por crecer, mantener su poder o frenar el de los contrarios.

Su rica experiencia en la cumbre del poder en los Estados Unidos, a cargo de las relaciones internacionales de esa potencia, junto con el presidente Richard Nixon, le dieron un protagonismo que ninguno de sus antecesores tuvo en ese cargo. De hecho, sobre el sistema internacional que rige las relaciones diplomáticas entre las naciones, sostuvo en su famoso y comentado libro Diplomacia: “El sistema internacional del siglo XXI quedará señalado por una aparente contradicción, por una parte, fragmentación; por la otra, por la otra creciente globalización. El nuevo orden se parecerá más al sistema de Estados europeos de los siglos XVIII y XIX, que a las rígidas pautas de la Guerra Fría. Habrá al menos seis grandes potencias: Los Estados Unidos, Europa, China, Japón, Rusia y, probablemente, la India, así como una pléyade de países de mediano tamaño y más pequeños”. Sin duda un pronóstico acertado.

En el capítulo sobre la Guerra Fría, la comparación entre las carreras de Stalin y Hitler, demagogos, es brillante, signado cada uno por posturas divergentes en extremo, quienes normalmente nunca se habrían dado la mano, más atraídos por los mismos objetivos de poder se reparten en un momento dado a Polonia. Kissinger sostiene que el carácter de Stalin tenía una base filosófica que lo hizo casi incomprensible para los dirigentes occidentales. Hitler, a su turno, tenía que satisfacer sus ambiciones durante su vida.

Para el exdiplomático estadounidense Stalin entendía la realpolitik y de buena gana se habría repartido Europa con Hitler. En una cita de una carta de Truman a su madre traza la manera pragmática de ver a los políticos, cuando le dice: “Churchill habla todo el tiempo, y Stalin se limita a gruñir, pero se le entiende¨.

Kissinger, que cumple hoy 100 años de vida, es un defensor de la diplomacia internacional y la política interna de las democracias. Entiende que cuando no se deja avanzar a la diplomacia, el peligro de la guerra, con sus rivalidades y posibilidades cada vez mayores de destrucción, se abate sobre los pueblos. Cuando cesa la política interna y se pretende eliminar al otro, acabar con el contrario y reducirlo a la ruina y la impotencia, es inevitable la quiebra de la democracia y la libertad. Un espíritu forjado en el estudio de la historia y la naturaleza de los pueblos y sus conflictos, es naturalmente escéptico en cuanto a reconocer la madurez de los gobernantes, dado que al final de cuentas la mayoría llega al poder mediante el halago y las falsas promesas a sus pueblos. Sin embargo, considera el insigne dirigente estadounidense que a la larga el gobierno conservador es más respetuoso de las reglas de la democracia y la estabilidad de los pueblos, es el que garantiza la mayor suma de estabilidad y sosiego para los gobernados.

En su centenario Kissinger tiene una lucidez admirable. Por ejemplo, reconoce que la sociedad norteamericana se muestra ambivalente ante las realidades de la historia, unas veces está por el intervencionismo unilateral, otras por el aislamiento, pero siempre procura defender la democracia. Sin duda, se trata de un diplomático y catedrático genial que a 100 años recuerda, incluso, que la Rusia de hoy tiene, también, motivaciones para ir contra Ucrania.