Santander y el respeto de la ley | El Nuevo Siglo
Lunes, 23 de Mayo de 2022

A propósito de la  reciente celebración del bicentenario de la fundación del Colegio de Boyacá -el primero de los colegios santanderinos-, y del reconocimiento de Francisco de Paula Santander como “padre de la educación pública en Colombia”, en palabras del historiador Javier Ocampo López,  resulta pertinente resaltar  igualmente el inmenso legado que, más allá de las controversias partidistas,  se atribuye a Santander como constructor de la institucionalidad y  devoto  defensor de la Constitución y la ley.

En todas las etapas de su vida, en sus proclamas y discursos, pero ante todo en sus actuaciones públicas, entendió siempre estar obligado a acatar el ordenamiento jurídico; por eso señalaba que “a la rigurosa observancia de las leyes  he sacrificado  proyectos de utilidad y conveniencia, persuadido  de que nunca es más necesaria la sumisión a las leyes  que en los primeros días del establecimiento del régimen político, y que  ninguno debe prestarla con más respeto que el que se halla  colocado al frente del gobierno”. Obligación que  entendía  debía  atender en cualquier circunstancia, como lo recordó al regresar  del exilio para asumir la presidencia, pasados los amargos  momentos   que dividieron la República y alejaron para siempre a sus  mayores protagonistas:  “compatriotas de todos estados y opiniones: yo os declaro nuevamente que magistrado o ciudadano privado, soldado o labrador, la libertad bajo un gobierno republicano continuará siendo mi ídolo, las leyes la única regla de mi conducta y la utilidad  de la mayoría el objeto de mis investigaciones y de mis sacrificios”.

Ese enérgico mensaje de apego a la ley, que no debe confundirse con el mero formalismo o la instrumentalización de aquella, ha sido una constante en nuestra historia institucional, y así nos lo recuerda la frase que se encuentra en el frontón del Palacio de Justicia: “colombianos: las armas os han dado la independencia, las leyes os darán la libertad”. A pesar de las vicisitudes, falencias e innegables imperfecciones que han caracterizado la construcción de nuestro Estado de derecho, esa idea ha acompañado como referente en medio de las tormentas los esfuerzos para proteger las libertades y buscar hacer realidad los derechos enunciados en las constituciones.

Como bellamente lo señaló el expresidente Alberto Lleras Camargo en  un célebre discurso en 1840 para conmemorar el centenario de la muerte del prócer, y aludiendo a la gran piedra que cubrió la tumba en la que por disposición de este solo se labró su nombre  y las fechas  de nacimiento y muerte, “Colombia tiene ante el mundo una fisonomía, una actitud,  una tradición distinta  de la de  todas las otras naciones que nacieron en 1810, y los colombianos  decimos, por intuición  o por convencimiento, que la causa original  es el mismo nombre grabado  sobre la ancha piedra  ante la cual se descubre la nación: Santander”.

Sea esta una ocasión para reiterar la necesidad de acordar la existencia de mitos fundadores que nos unan y proclamar la urgencia de que, en palabras de Santander, “no haya más que un partido entre nosotros: el de la libertad bajo las instituciones juradas”, y no quede “sino un solo medio de merecer la estimación pública y el título de buen ciudadano: el sometimiento absoluto y sincero a las leyes”.

@wzcsg