Razón o emoción | El Nuevo Siglo
Miércoles, 22 de Mayo de 2019

Los primeros años de estudio impactan una dualidad que genera en el estudiante una secuela en su personalidad. El estudio de las ciencias, por ejemplo, la física, incita a que sea la razón el fundamento deductivo de la verdad. “Todo cuerpo sumergido en el agua pierde el mismo peso del agua que desaloja” (Arquímedes).

Por el contrario, aprender la música excita las emociones, más no la razón. No es lo mismo escuchar la tragedia musical de Richard Wagner: Tristán e Isolda, inspirada en el Romance de Godofredo, que, “La Cucaracha”, que no puede caminar porque “se metió en un hormiguero y las pícaras hormigas las patitas le comieron”. Son melodías que avivan y todo depende de quien las escuche, de su sensualidad y estilo. La verdad no es tan relativa y muchos menos cuando es consecuencia de la razón habilidad. Es la causa de la alienación mental la que se produce cuando no se deslinda la emoción de la razón. No es lo mismo leer a Platón que a Shakespeare.

Este es un supuesto esencial para la práctica del psicoanálisis: saber comprender la conducta del sujeto, examinando los estímulos que lo conducen a asumir actitudes que no siempre son producto de un raciocinio inteligente, sino resultado de una afección libidinosa, no expresada en la masturbación física sino fantaseada mentalmente

Freud no se ocupó, concretamente, del estudio de la emoción, pero si adujo su influencia en las perturbaciones y, obviamente, las consecuencias que se derivan en la práctica y, principalmente, en la actitud natural del ser humano de juzgar todo lo que a su mente llega motivado por sus experiencias vitales: sus trastornos vivenciales, aberraciones, suelen ser originados en esta expresión del “ello” , es decir, el instinto primario, su naturaleza animal no racional, todo lo contrario de lo que traduce el súper ego o la inteligencia, alimentada por los frenos inhibitorios: el concepto vulgar del pecado. Muchos actos humanos no son producto del pensamiento equilibrado, por el contrario, son exaltaciones del deseo inconsciente: Suicidio u orgasmo, placer de corregir el error renunciando o violando.

Y cuando se profundiza en el estudio de este comportamiento viene a cuento una versión de los evangelios, referida a la vocación que el hombre tiene como juez. “No juzguéis, para que no seáis juzgado.- Porque el juicio con que juzgáis seréis juzgado, y con la medida con que medís seréis medido.-”

No es fácil juzgar. Lo primero que hay que hacerse es derrocar los complejos que invaden el alma. Entiéndase que el complejo es una huella que producen alteraciones emocionales como la inferioridad o megalomanía, defectos corrientes que invaden la psiquis de los políticos y los detentadores del poder. Herodes “anti paz”, a pesar de su “justicia” mental, por su ánimo emocional no negó la solicitud que Herodías le hizo, a cambio de la danza de su hija Salomé: sacrificar a Juan Bautista. Extravió escenificado brillantemente en la opera de Richard Strauss.