Embajadodiador | El Nuevo Siglo
Martes, 7 de Mayo de 2019

Alejandro Ordóñez Maldonado, el flamante Embajador que lleva la representación del Jefe del Estado colombiano ante la OEA, en Washington, acaba de armar tremendo escándalo por una desagradable intervención en una de las sesiones de ese Organismo Internacional. Sin que le temblara la voz sentó la siguiente tesis geopolítica “(…) la migración y las alianzas transcontinentales son parte de la estrategia (del dictador Maduro) para concretar ese propósito (irradiar en la región el socialismo del siglo XXI)”.

De un plumazo y en apenas treinta segundos borró toda la política exterior de la República de Colombia que diseñaron el Presidente Duque y su canciller, Carlos Holmes Trujillo. Toda la política de ayudas del gobierno colombiano a los desplazados venezolanos se convirtió, por obra de la intervención de Ordoñez, en el uso de fondos del presupuesto nacional para “irradiar el socialismo del siglo XXI”. Una teoría delirante que tanto el Presidente como su Canciller salieron a desmentir, aunque no tanto como para pedir la renuncia del señor Embajador.

Las declaraciones del Embajador no fueron fruto de la improvisación o del acaloramiento de algún debate, sino que habían sido cuidadosamente preparadas en un texto escrito que se le vio leer. Y no sorprende. Ese ha sido el pensamiento del señor Ordóñez. En uno de sus videos publicitarios de la campaña para la consulta interpartidista de su candidatura presidencial abandera la causa de los “colombianos que perdieron su trabajo por los extranjeros que ilegalmente se están regalando” y esos extranjeros no son otros que los venezolanos.

Pero que sean venezolanos u otros extranjeros es lo de menos. Los ultraconservadores lefebvristas como Ordóñez son de los que no odian la pobreza, sino a los pobres. Y promover el odio contra los desposeídos es su forma de obtener réditos electorales. Tampoco es exclusividad del Embajador ese tipo de pensamiento. Cercanos a su ideología como el senador Gaviria se han tomado el tiempo para escribir tesis en las que han pretendido demostrar que el desplazamiento forzado en Colombia no existió, sino que a lo sumo se trató de un fenómeno de migración interna. Según esa tesis, son campesinos que se “aburren” en sus parcelas y salen voluntaria y decididamente a divertirse con sus familias en los semáforos.     

O, peor aun, como lo sostuvo la entonces gobernadora de Cundinamarca, Leonor Serrano, para evitar que el gobierno nacional ubicara un grupo de desplazados de la Hacienda Bellacruz en el hotel Doima de la Mesa, son “guerrilleros que acarrearían problemas a la comunidad”. Otra propagadora del odio, tanto que la Corte Constitucional le impuso en la sentencia T-227 del 5 de mayo de 1997 la obligación de tomar un curso de derechos humanos, a ver si aprendía algo. Parece que no, porque en 2018 su marido Gabriel Camargo lanzó otro mensaje de odio, en esta ocasión contra las mujeres que practican fútbol profesional.

El odio como mensaje político se ha convertido en una cruzada. Y como en aquellas, son los más religiosos los que han olvidado que el primer mensaje de Jesús o de Moisés es el de la caridad y la conmiseración por el que sufre.

@Quinternatte