¡Qué justicia, Dios mío! | El Nuevo Siglo
Lunes, 15 de Mayo de 2023

Estaba preparándome para escribir mi columna semanal cuando me topé con dos noticias en la misma página de un diario: una se titulaba “JEP ordena capturar al coronel (r) Publio Mejía” y la otra “Cinco procesados por atentado a la Policía seguirán en libertad”. Vale la pena que nos detengamos en ellas.

En relación con el coronel Mejía, la JEP dijo que “"El compareciente Publio Hernán Mejía incurrió en un discurso de odio, denigrante, ofensivo que se tradujo en estigmatizaciones, amenazas, expresiones de odio, atribución de conductas delictivas sin prueba, incitación a la polarización y a la violencia, negación de la democracia y, en últimas, revictimización y lesión de los derechos de las víctimas, y presentación de la confrontación armada como única salida al conflicto armado". Ignoro qué dijo el coronel en su “discurso de odio” que no le gustó a la JEP en un momento en el que se discute si la injuria y la calumnia, si las hubiere, deben seguir o no siendo delitos.

Me relevo de hacer comentarios propios y transcribo un aparte de un artículo de Plinio Apuleyo Mendoza en 2017 en el que habla del “coronel Hernán Mejía Gutiérrez, cuya trayectoria como militar fue siempre arriesgada y heroica. Muy joven estuvo a punto de morir en la retoma del Palacio de Justicia; luego fue enviado a los Estados Unidos para recibir un completo adiestramiento en la lucha contra el terrorismo. De regreso al país, cumplió una exitosa y deslumbrante misión en el Putumayo y, más tarde, en el Cesar. Con una hábil estrategia que combinaba sutiles labores de inteligencia con acciones armadas, logró sustraer estos vastos territorios del control de la guerrilla, poniendo fin a secuestros, extorsiones y asaltos. Tras varios años de valerosas acciones, arriesgando siempre su vida, Mejía recibió el premio internacional como el Mejor Soldado de América”.  El coronel escribió el libro “Me Niego a Arrodillarme”, en el que se refiere con pelos y señales a ciertos personajes que en aquella época lo persiguieron. Como lo dijo Jesús Vallejo Mejía, “su destino heroico terminó manchado por una implacable persecución judicial que lo presenta ante la opinión como un villano” por parte de enemigos, digo yo, que aún lo acechan. Hablamos de un héroe encarcelado por un “discurso de odio”, por un tribunal espurio.

El 17 de enero de 2019, estalló una bomba en la Escuela de Policía general Santander, que mató a 23 cadetes y dejó 100 más heridos. El ELN reivindicó el hecho. El gobierno terminó unas conversaciones que llevaba con el grupo terrorista (sí, la historia se repite) y rápidamente se identificaron algunos de los participantes, que fueron detenidos en julio de 2020 y llevados a juicio. También estaban sindicados por un atentado en julio de 2015 en el Fondo de Pensiones Porvenir. 

Como sucede con frecuencia empezaron a correr los plazos, debidamente orquestados por los abogados defensores, y esos sujetos fueron liberados en febrero de 2023. La Fiscalía consideró que el juez que los liberó calculó mal los términos, y presentó una tutela que llegó a la Corte Suprema, la que determinó que la tutela era improcedente porque la Fiscalía tenía otros mecanismos para controvertir la decisión del Juez. Ergo, los terroristas seguirán libres con veintitrés asesinatos a sus espaldas.

En Colombia no hay justicia porque la forma prevalece sobre el fondo.

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Coda: El coronel (r) John Marulanda dijo por radio que “vamos a tratar de hacer lo mejor por defenestrar (echar) a un tipo que fue guerrillero” y la Fiscalía lo está investigando. De nuevo un delito de opinión.