Perspectiva. El hombre que restaura al Bolívar Ecuestre | El Nuevo Siglo
ENS/Alex Londoño
Domingo, 15 de Mayo de 2022
Redacción Nacional

La estatua ecuestre de Simón Bolívar, que el Estado colombiano compró por 72 mil francos franceses de 1910 y que terminó siendo la última obra del escultor parisino Emmanuel Frémiet (murió dos meses después de haberla entregado), podría no existir hoy.

En 1963 cuando la volvieron a instalar a la pieza monumental en donde estuvo hasta el 24 de mayo del año pasado, se le puso un anticorrosivo de naturaleza asfáltica pero eso nadie lo sabía. Solo las pruebas de laboratorio que le hizo hace un par de meses la Universidad de los Andes dieron cuenta de la presencia de dicho material.

“Además de una fisura que podría haber hecho que se cayera, con las tres toneladas que pesa, encima de alguien, si se hubiera seguido calentando es muy probable que hubiera explotado”, indica a EL NUEVO SIGLO, con algo de alivio en su cara, porque no pasara, la restauradora del Metro de Bogotá, Helen Quiroga Mora.

Podría no existir, podría no haber quedado nada de esta escultura, pero sí quedó. Y cuando en mayo pasado funcionarios del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural y del Ministerio de Cultura la llevaron a la Estación de la Sabana, en donde está siendo reparada, fue algo así como si le hubieran dado una segunda oportunidad a este Bolívar en sus 112 años de vida.

Hoy, a dos meses largos de que vuelva a mostrar su cara al público (si el cronograma se cumple será el próximo 6 de agosto para conmemorar la fundación de Bogotá en el Parque de la Independencia, el que fue su primer hogar en los albores del siglo XX), aún tiene un largo camino por recorrer.

“Sobre todo la escultura del caballo, lo que es la peana y el cuello, estaban completamente grafiteados. Hicimos los análisis de laboratorio para identificar los diferentes deterioros y nos dimos cuenta de la clase de pintura que había para seleccionar los solventes que estamos usando en su proceso de restauración y para que no se afectara el bronce, que es el soporte original de la estructura”, evalúa Temístocles Suárez Rodríguez, el restaurador líder y quien indicó que aún falta la restitución de patina para devolverle una tonalidad homogénea.

Temístocles, quien lleva cuatro décadas devolviendo su esplendor a esculturas y estatuas que habitan en el espacio público, celebra hoy que tuvo la oportunidad de intervenir, en cuatro ocasiones, el monumento del Pantano de Vargas, “la obra más grande en Suramérica” y ahora la pieza en la que ocupa su tiempo.



Expuestas a cualquier daño

Al analizar lo complejo y minucioso del proceso; al ver la mesa de herramientas, los trapos y los overoles, los químicos, las espátulas y los copitos, la cartelera con las fotos del Bolívar en su estado de más absoluta degradación, hace que sea inevitable hacer una pregunta:

¿No le asusta invertir tanto tiempo en recuperar una pieza patrimonial que evoca tantas emociones, para que en unos meses vuelva a ser vandalizada en un abrir y cerrar de ojos? ¿En lo que se tarda un dedo en oprimir la boquilla de una lata de aerosol?

Es nuestro trabajo. A eso estamos expuestos desde que tomamos la decisión de intervenir los bienes. Hay gente que siempre va a querer vandalizar estas esculturas, siempre ha sido así. En todas las intervenciones que yo he hecho puedo decirte que duran máximo un mes en perfectas condiciones y luego hay que volverlas a intervenir. Por eso aprendemos a conocerlas en su intimidad, por así decirlo, porque alguien tiene que devolverlas a su estado original”, precisa este hombre de cara amable y ojos cristalinamente azules, lleno de anécdotas sobre lo perdurable y en ocasiones lo efímero de su trabajo.

“En la Plaza central durábamos hasta 20 días quitando grafitis en la escultura del Simón Bolívar y en el zócalo del Palacio de Justicia para un evento importante, terminábamos y al día siguiente estaba todo nuevamente grafiteado”.

Pero la anécdota más curiosa que tiene Temístocles está relacionada con la escultura de Laureano Gómez del escultor Fernando Montañez, ubicada en la calle 95 con novena. En el 2011 esta estatua no voló en pedazos de milagro, luego de que le pusieran una bomba de 2,5 kilos de indugel.

“Esa estatua estaba siendo muy vandalizada. Duré casi dos meses haciendo la intervención de ese monumento, lo entregué a eso de las 6:00 de la tarde, y como a las 8:00 de la noche le pusieron una bomba”, comienza a reírse con suspicacia.

“Al día siguiente arrancó la investigación y la policía me dice: ‘Usted fue el último que estuvo aquí, de pronto fue usted el que la puso o fue cómplice de los que la plantaron’”. Se ríe a carcajadas. “Para completar la dicha… se adelantaron las investigaciones y más bien me terminaron contratando para restaurarla nuevamente. Los restauradores estamos expuestos a eso pero es un trabajo muy lindo”, terminó riendo ante esa anécdota Temístocles Suárez, quien no se demoró un minuto al responder a la pregunta de cuál es su monumento favorito, pues todos son viejos conocidos del restaurador.

“El más importante es el Colón y la Reina Isabel de Castilla por el trabajo que tiene. Son unos detalles magníficos en una escultura que es de carácter monumental, detalles de talle y fundición que la hacen una obra de arte. Esa y el Bolívar Ecuestre, para mí, son las dos esculturas más importantes que tiene Bogotá”.

Curiosamente ambas fueron de las que más afectaciones padecieron durante las protestas enmarcadas en el paro nacional del año pasado, y agradece que la estatua que en estos momentos ocupa sus días, por lo menos no padeciera una fractura como sí le pasó al Gonzalo Jiménez de Quesada.

“Ese acto vandálico fue muy lamentable. Lo arrancaron de su sitio, le rompieron su brazo derecho y la ciudad perdió una escultura muy imponente de Juan de Ávalos. Se restauró y ahora está en el Museo de Bogotá, en un patio en donde prácticamente ni los visitantes que van al Museo la pueden apreciar. Fue una obra que la ciudad perdió”, y así terminó su intervención.