Lecciones de la tragedia de India | El Nuevo Siglo
Viernes, 30 de Abril de 2021

• El más grave brote de covid-19

• Consecuencias de una mezcla letal

 

 

Durante los últimos días India entrega al mundo un pavoroso panorama de expansión de contagios y de muertes por Covid-19 que es, sin duda, el más grave y dramático que se haya registrado desde que comenzó la crisis mundial por la pandemia, hace poco más de un año.

Durante la última semana ha superado, día tras día, los récords mundiales en la materia y con un acumulado de más de 18 millones de casos se acerca a 400.000 contagios y 4.000 muertes por día. Esos índices se han más que triplicado en las últimas semanas lo cual retrata claramente la magnitud de la tragedia.

En proporción con el enorme tamaño de su población -1.400 millones de habitantes- el índice de mortalidad parecería menos grave que en otros países, pero preocupa la rapidez con la que se expande el contagio y sobre todo sus consecuencias: el colapso del sistema hospitalario en casi todo el país, la escasez de oxígeno, de medicinas, respiradores y de otros equipos para atender enfermos.

Un reciente despacho de una agencia de prensa internacional aportaba el otro extremo de la historia, el desbordamiento de la red funeraria. En varias ciudades, comenzando por la capital Nueva Delhi, están talando árboles de los parques públicos para nutrir las piras con las que algunas familias creman a sus muertos.

Mientras Europa y América enfrentaban su infierno con la primera ola de contagios India la superó con relativa facilidad en septiembre de 2020, un fenómeno que llamó la atención de los científicos y de los epidemiólogos de todo el mundo. Según investigaciones locales, millones de personas -se habla de hasta la mitad de toda la población adulta del país- se habrían contagiado, pero la mayoría de quienes se enfermaron lo hicieron levemente lo cual se atribuyó a que la población es predominantemente joven, a los bajos niveles de obesidad y a la posibilidad de que otras enfermedades virales registradas en el pasado hubieran creado una especie de inmunidad natural.

Ese buen panorama dio confianza al primer ministro Narendra Modi para eliminar las restricciones en diciembre pasado y para autorizar matrimonios y otros eventos sociales, reuniones religiosas y manifestaciones políticas, con millones de participantes. El resultado de esa improvidencia se manifestó en marzo cuando el país, que traía un promedio de 100 muertes diarias hasta febrero, saltó a 2.000 y se activó la hasta ahora imparable multiplicación de contagios y de muertes.

La fuerza y la agresividad de la nueva embestida de la pandemia no solo desmintió la creencia en la autoinmunidad sino hizo evidente que personas que ya habían estado contagiadas o enfermas son vulnerables al virus. Hoy la OMS y las autoridades sanitarias de India tienen establecido que la tragedia se activó como producto de la mezcla letal de la reapertura precipitada de actividades, el abandono de las previsiones por exceso de confianza y la proliferación y letalidad de cepas en particular la británica y una nueva india de doble mutabilidad, que pueden ser hasta 60% más contagiosas.

Diferentes fuentes de India han señalado que la situación sería peor de lo que reflejan los datos oficiales pues la mayoría de los decesos ocurre en los domicilios y la capacidad del Estado para detectar y hacer seguimiento de los casos es muy limitada. La asociación médica de Bengala Occidental estima, por ejemplo, que el número de muertos puede ser 2 o 3 veces y el de contagiados 5 veces mayor que los que reportan las cifras del gobierno.

Tanto la OMS como las autoridades locales coinciden en señalar que la solución de la crisis exige respetar estrictamente las medidas preventivas, extremar los confinamientos, y sobre todo masificar la vacunación. Paradójicamente India es el mayor fabricante de vacunas en el mundo, pero hasta ahora solo ha logrado inocular a un poco más del 10% de su población lo cual equivale a decir que su reto es inmunizar a 1.000 millones de personas. El principal obstáculo para logarlo es la resistencia de los laboratorios a levantar las patentes sobre las vacunas y el veto del gobierno de Estados Unidos a suministrarle insumos para la fabricación, ligado a los mismos reclamos de propiedad intelectual. El primer ministro Modi solicitó al presidente de Estados Unidos Joe Biden levantar esa medida.

India y Sudáfrica libran durante los últimos meses una ardua batalla en la Organización Mundial de Comercio, OMC, para lograr la liberación de las patentes, pero hasta ahora ha sido infructuosa.

La enorme tragedia que vive ese gran país ante los ojos del mundo con gente que muere asfixiada en las calles o frente a los hospitales que no los pueden recibir, las altísimas incidencias de contagios y fallecimientos arrojan claras lecciones para el resto de la humanidad, en especial acerca de lo que representa que tanto las autoridades como la población bajen la guardia ante la amenaza del COVID-19 y el enorme costo en vidas que representa que los países más ricos de la tierra hayan comprado y acaparado las vacunas. La irresponsabilidad y el egoísmo.